Es normal. Das la versión que te interesa y los que escuchan, como saben de qué va esto, ponderan y relativizan tus hipérboles. Ya somos mayorcitos para saber que, hasta lo mejor que te haya pasado en la vida, tiene pros y contras. Y el veranito, agosto y la playita no son una excepción.
Para mí lo mejor del verano es tomar el sol en mi solárium. Sola, sin aguantar a nadie. Llámame misántropa y asocial, pero no me compensa ni la semana grande, ni los fuegos, ni la alegría insensata del chunda chunda. Y encima los guiris petando los parkings. Sin entrar en el tráfico hecho unos zorros, todo esto es lo malo del verano. Y siendo malo, no es lo peor. Lo peor del verano son los bichos. Estaba obsesionada con el mosquito del Nilo y llega el mosquito tigre. Nos engañan. Está pasando algo que no nos cuentan. Hay nuevas especies de insectos voladores. Pican de otra manera, no los ves, ni los oyes, te dejan unas ampollas alucinantes y no los matas con nada, solo a guantazos. Son lo peor, tío. Por algo Noé no metió insectos en el Arca. Y resulta que nos están dando la brasa con la viruela del mono. Venga ya. Seguro que es otra cortina de humo. A mí los monos no me han hecho nada. Y además somos familia. Todos primates y primos hermanos. Unos más primos que otros, eso sí.
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