“Las puertas están abiertas / la luz llama a la luz / las nubes del mundo se han marchado / los bosques del mundo se han marchado / las montañas y desiertos se han marchado”... Así, con ese ritmo terrible, desolado pero certero como si asistiéramos a la descripción veraz y avisante con urgencia de un testigo de excepción en un desastre planetario, es como el poeta Kíril Vasílev comienza su poema Procesión, una de las 32 piezas que componen el monumental poemario homónimo que me dispongo a reseñar. “Procesión”, de Kíril Vasílev (La Tortuga Búlgara, 2024, Colección Bulgaria poesía actual), conforma una descripción lateral, visionaria, al mismo tiempo —seguro, por ser la visión de un hombre libre— más fidedigna de la que las personas comunes conservan respecto al mundo, del movimiento humano (avance y sobre todo quietud, avance hacia la muerte, una muerte indigna, de ahí lo de 'Procesión', andadura quieta, porque no hacemos nada contra lo que nos enclava a una yerma y desnaturalizada tierra mientras nos podrimos sonrientes) y de todas las cosas, de lo vivo dañado, de lo que podía haber sido de una manera y ha transcurrido de la forma peor, “Procesión”, así, se convierte en una obra poética crítica no únicamente contra un sistema atroz (el humano, piramidal, clasista y capitalista) que todo, de una forma u otra, lo degrada, acorralándolo, despojándolo, violándolo, sino que supone, desde el primer al último poema del libro, una crónica feroz, pero porque feroz es nuestro paso por el mundo, primero abotargados, fundidos con la nada que nos desdibuja y mata, nos vamos alejando en los rincones más sombríos, ruinosos y estúpidos de la farsa del Capitalismo: “y no hay a quién preguntar / en las casas calcadas / dispersas por las colinas / nadie entra / ni nadie sale / los coches aparcados / frente a ellas / son mantenidos nuevos”. Detenidos, no somos más que abono, al final y desde el inicio, “en los surcos de nuestra muerte” donde “Una mano pródiga con gesto seco arroja / simientes desconocidas […]”. Extrañeza, extrañamiento. Todo en la poesía de Kíril Vasílev nos invita a contemplar las cosas de manera distinta. Él dice, en cada tramo de “Procesión”, yo veo esto. Y parece continuar diciendo: pero ¿tú qué ves? No es baladí (ni sospechoso de efectismo, ya que es sincero) el retrato descomunalmente horroroso y mortecino del mundo, es claro que el poeta ardientemente busca que su visión sea atendida y que tomemos parte de ella y con ella, nos muestra lo que nos es negado, “lo que no puedes ver aún”, con intención —yo así lo creo— de que nos sumemos a la reparación de daños. Pues señalar a los verdugos, e indicar dónde los daños, ya es en sí mismo un hecho de reparación. Kíril no muestra la herida porque sí, sino —qué grande y bondadosa su llamada— para que entre todas/os la sanemos. La descripción de nuestro paso (andadura quieta), de un simple grupo de gente aquí o allá, ufana, bajo este sol, nos advierte de nuestro indigno óbito en vida: “veo la procesión / hombros y espaldas de los nadies / hundiéndose lento en el polvo / y veo la tierra moliéndolos / con sus animales e ídolos.” “Procesión” ha llegado al mundo hispanohablante gracias a la inestimable y exquisita labor de La Tortuga Búlgara, quien lo ha editado en un volumen de delicada belleza, diseñado por María Vera Avellaneda; la traducción del búlgaro al castellano, de la mano del traductor Marco Vidal, impecable conocedor de la palabra poética ya que además de traductor es poeta y posee ya muchas traducciones a sus espaldas, sobre todo de textos de autores eslavos. Es justo detenerse en el diseño de María Vera Avellaneda, quien, según lo veo, ha revolucionado el diseño del libro poético en España: Han logrado (en La Tortuga Búlgara) lo que buscaban: poseer una imagen identificable con facilidad entre las estanterías, y a un mismo tiempo que cada libro editado sea, en sí mismo, una joya visual dotada de una potencia estética enorme. De hecho, se puede decir, con rigor, que los libros que hasta ahora ha publicado La Tortuga Búlgara están entre los más hermosos, en cuanto a edición, que salen a la luz en la actualidad. María Vera Avellaneda eleva el acto de diseñar una portada a una forma de hacer arte metaliterario, se convierte en continuante exacta del “decir” del libro, es una magia, algo muy vivo. Nunca había visto algo así. Invito al lector a que visite la web de la editorial: latortugabulgara.com y que compruebe lo dicho en esta pequeña digresión, del todo necesaria. Necesaria porque para “Procesión”, el diseño es demoledoramente brillante, y dota al poemario de su cuerpo más adecuado. Con todo ello, forma y fondo, cuerpo y palabra, en un volumen de 173 páginas, “Procesión”, de Kíril Vasílev, se suma a ser una de las mejores crónicas poéticas que se han hecho sobre la humanidad moderna, crónicas críticas. Contemplo “La marcha de 150.000.000”, de Enrique Falcón, y contemplo “Lizania”, de Jesús Lizano. Y puedo evocar otras obras que pueden entrar en miradas subterráneas o en un mirar mayor de satélite de lo que somos, desde la visión ardida e innegociable de un gran poeta, como es el caso por ejemplo de “Residencia en la tierra” de Neruda o “El bosque lácteo” de Dylan Thomas. Con ellas, “Procesión” ya es una obra a la que acudir para saber de verdad qué somos, qué hacemos para serlo, y qué no hacemos para poder salvarnos, o para recuperar lo posible recuperable. En este gran naufragio, en esta abominación de una vida donde todas y todos somos asesinos y nuestro peor enemigo, la mayor amenaza para uno, es uno mismo, porque dejamos que nos piensen y que decidan nuestras vidas, abandonamos lo creativo (esa fue quizá una de las mayores caídas), y es que —como nos dice Kíril en el poema “Génesis”—: “cómo escribir junto a torres de libros / que se levantan y caen / sin haberlos hojeado”. Hay que retornar al respeto a la inteligencia discordante —como quien se maravilla ante la presencia de un exótico ave de irisadas alas extendidas— y despreciar el pensamiento uniformado, único. El poeta no es un dios, ni alguien que entre en contacto con fuerzas superiores, sino uno de nosotros, lo veamos como lo veamos es el amigo, nos tiende la mano. Kíril dice —usando la palabra para apuntalar lo que aún nos queda—: “el alba es el alba es el alba es el alba” (en el poema “Desde la otra ribera”), y en la repetición podemos ver con facilidad qué nos está chivando el poeta: que vemos lo que vemos, que somos lo que somos, porque nos han repetido la mentira, miles, millones de veces, y la creímos. Una mentira que nos ha alejado de los poderes naturales que nos salvan y nos son intrínsecos y connaturales. Lejos de ellos, no somos nada, y ahí nos azota el tirano, alargando la noche de nuestra tristeza, pero si “el alba es el alba es el alba es el alba”, oído en esta prisión descendida donde ya casi nada se recuerda y de todo se duda, es una revelación. Ha de saberse que “éramos / muñecas de trapo // éramos / carros ardiendo // éramos / yurtas nómadas // [pero] nuestro fuego está / en el ojo del colibrí”. Nosotros: “hermanos del polvo / el amor no nos salva / ni nos justifica / pero conoce nuestros nombres / desde la otra ribera / y nos llama”. Debemos estar juntos para tumbar la tristeza y la destrucción colectiva: “Oscurecimiento repentino al mediodía […] / los rostros iluminados de los íntegros / con labios y ojos embarrados / y gravedad sin hipocresía / están bastante cerca / y eso es suficiente”. Sin olvidar que: “De cada boca amordazada / con esparadrapo / se vierte verdad verdad verdad” (del poema “Noche y día”). En conclusión, “Procesión”, de Kíril Vasílev (La Tortuga Búlgara, 2024) es uno de los libros más bellos, profundos, auténticos, visionarios y útiles (en el sentido de utilidad más amplio posible) que he leído. Kíril Vasílev es uno de los mejores poetas contemporáneos y su obra, eso es seguro, se revalorizará con el tiempo (aunque ya sea un autor con importantes premios de poesía en su haber). Ha sido una suerte que La Tortuga Búlgara haya vertido al castellano esta joya del arte literario búlgaro y este testimonio universal valiosísimo para cada una/o de nosotras/os que es “Procesión”. Puedes comprar el poemario en:
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