Estamos ante una novela histórica, en el sentido más riguroso del término, tan importante, que es una auténtica joya de este estilo narrativo, y además refleja todo el devenir vivencial de un pueblo que siempre, quizás como los kurdos, ha luchado por mantener su esencia diferente. El prólogo es destacable y resume todo lo que se espera de esta obra. Lo ha realizado el académico Arturo Pérez-Reverte y, asimismo, ha existido una película (1962) de suma calidad, que dirigida por J. Lee Thompson (1914-2002), estuvo interpretada por Tony Curtis, Yul Brynner, Sam Wanamaker y Christine Kaufmann; y narra la invasión polaca de las tierras de los cosacos de Ucrania; hecho que conlleva que el caudillo de los cosacos Taras Bulba trate de crear una fraternidad con otros cosacos, y así, poder arrojar a los polacos de Ucrania. El personaje podría estar fundamentado en la historia real de la familia del autor, y referirse al cosaco ataman Okhrim Makukha de Starodub. El autor de la obra fue el gran escritor ruso Nikolai Gogol (Sorochintsy/Ucrania, 1809-Moscú/Rusia, 1852), que, como la mayor parte de la intelectualidad rusa del siglo XIX, formaba parte de la baja nobleza de Rusia. Hacia 1928 ya era profesor en la Universidad de San Petersburgo, donde entabló conocimiento y amistad con Aleksander Pushkin. Tras realizar un viaje de cinco años recorriendo Europa, regresó, en 1942, a Rusia, dedicándose, entonces, a la religión. Fallecería diez años después de una enfermedad maniaco-depresiva de tipo psicótico, lo que le condujo casi a la caquecsia. «Feroces, crueles, valientes y apasionados, los cosacos hacen temblar la estepa bajo los cascos de sus caballos. Uno de ellos es Taras Bulba. Ya no es joven, pero conserva su fuerza y su inteligencia y, al ver amenazada su religión y su linaje, buscará venganza en tierras polacas junto a sus hijos Ostap y Andrei. Ninguna guarnición, ciudad amurallada o iglesia podrán detenerlos, hasta que la desgracia se cierne sobre ellos… Ambientada en el siglo XVI, Taras Bulba (publicada 1835) es la epopeya, tan breve como bella, de los cosacos del Dniéper y de la heroica lucha que durante varios siglos sostuvo el pueblo ucraniano para conservar su independencia nacional. Con un acento entre lírico y nostálgico, con una entonación épica y vastas metáforas que recuerdan a los poetas de la antigüedad clásica, Gogol canta a la naturaleza poderosa y salvaje de aquellos hombres indomables. Un relato repleto de acción, heroísmo, traiciones y pasiones en las vastas llanuras de las estepas, cuyo protagonista es uno de esos personajes inolvidables en los que se mezclan mito e historia y que desde su publicación se convirtió en patrimonio inalienable de la literatura». Gogol no endulza el comportamiento de un pueblo como el cosaco, sino que subraya su comportamiento primitivo y una brutalidad que, en el alma habitual literaria de los rusos, se puede atribuir a como era el comportamiento de estos pueblos en esta época. Los cosacos eran un pueblo de frontera que se veían obligados a defender su identidad, frente a otros igual de belicosos y que trataban de anularlos, o de conquistarlos y subsumirlos. Estamos en el siglo XVI, y los pueblos que les rodean son paradigmáticamente terribles, verbigracia: polacos y tártaros, y un poco más abajo, en la Europa meridional, existe un imperio que pretende aherrojar a Europa, y que son los turcos otomanos. Los cosacos ya han olvidado u orillado el nomadismo, pero su estilo de vida está próximo a la trashumancia, lo que es palpable en que siguen utilizando el caballo para sus desplazamientos, porque es necesario para sus reuniones tribales, llegando desde lugares apartados. ARTURO PÉREZ-REVERTE: “No es posible mayor vigencia para esta historia de personajes legendarios, recios jinetes pobladores de una región extensa, lejana y fértil en leyendas y fronteras, azotada por incursiones atroces entre pueblos que no pueden dejar de luchar entre sí porque nunca tuvieron tiempo para olvidar”. Los cosacos, en el pasado estuvieron estructurados en clanes, posiblemente rivales, pero que siempre se unían de forma fraternal cuando se enfrentaban a un enemigo común. En la obra se nos ofrecen datos fehacientes de como era su primigenia estructura tribal. El varón cosaco es retratado, sin ambages, cuál era su comportamiento, en este siglo XVI, en relación a sus habituales orgías o en sus hazañas bélicas. Gogol realiza un homenaje al comportamiento esencial de los rusos y de como ellos comandados por sus zares hicieron frente a las razzias de los mongoles. Taras Bulba, coronel y jefe de un regimiento de cosacos, es el verdadero instigador de la primera guerra contra el ejército de sus odiados enemigos polacos. En estas campañas estará acompañado por sus dos hijos varones, que sufrirán un auténtico bautismo de fuego, comprobando lo que les espera a lo largo de su vida de adultos, teniendo que enfrentarse a un número importante de enemigos. Gogol calificará a todas estas campañas militares, de sangriento final, como unas de las prototípicas desarrolladas entre los rusos y sus enemigos, y que el autor califica como de religión. “La misma palabra ‘cosaco’ -kazajo, en ruso, del turco kazak, que significa ‘aventurero u hombre libre’- ya contiene, de partida, esa complejidad enriquecedora en la vida, el cine y la literatura. Utilizados como mercenarios por polacos y rusos, los cosacos cabalgaban a un lado y otro de las fronteras en incursiones sanguinarias. Eran salvajes y luchaban bajo la bandera de quien mejor pagaba, pero tenían sus propios códigos. Tan singular historia se extiende desde los tiempos de Iván el Terrible hasta la adhesión de las huestes cosacas a la causa zarista, pasando por la retirada napoleónica de Moscú. Donde, por cierto, el soldado Nicolás Bobrowski, abuelo del polaco Josep Conrad, escritor como Gogol de origen ucraniano, casi murió de inanición al final de la campaña de Rusia, tras la desastrosa retirada de 1812”. Lo paradójico es que exista una especie de confusión obvia, que ya no se produce, entre Ucrania, a la que Piotr Ilich Tschaikowsky llama y dedica una de sus sinfonías ‘Pequeña Rusia’, y Rusia, cuando los vikingos rusíes se establecieron, de forma primigenia, en Kiev. En la guerra civil, los cosacos no fueron monocordes, sino que unos estuvieron con los rusos blancos y otros con los rusos rojos; luego serían asesinados, en buen número, por el criminal zar rojo Josif Stalin. Algunos de ellos lucharían contra el estalinismo en el bando de la Wehrmacht, en la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945. Los cosacos, como los kurdos, siempre han estado muy orgullosos de su libertad, sin tener un señor predeterminado, sino en el bando del que más les convenga, siendo por consiguiente impredecibles. Estamos, por lo tanto, ante una obra magistral, en una edición de primera calidad, que recomiendo vivamente, por ser sobresaliente. «Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum. ET. Creatio ex nihilo». Puedes comprar el libro en:
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