Llámame loca, pero yo no creo que Biden esté senil. Será que ha alcanzado esa serenidad que da la vejez. Tampoco balbucea, reflexiona con calma lo que va a decir. Ojalá nuestros políticos midieran las palabras como él. También dicen que se confunde y llama Putin a Zelenski y Trump a Kamala Harris. Todo son bulos, tío. Si te fijas, a Biden le gusta terminar sus alocuciones con chascarrillos surrealistas. Por cierto, como Pedro Sánchez, que rubrica sus discursos recurriendo al acervo popular. No conozco el refranero yanki, pero el español es una mina. Cada intervención de Sánchez en el Congreso es un ejemplo de casticismo costumbrista. Para que luego le acusen de no ser un patriota de pelo en pecho.
Así, a bote pronto, recuerdo uno de sus últimos aforismos memorables dedicado a Núñez Feijóo ”Pa` usté la perra gorda, señoría”, dijo mientras la ministra Montero se rompía las falanges aplaudiendo. Lo que no pienso comentar son los exabruptos, groserías, zafiedades, broncas y grescas del día a día en el hemiciclo. El nivel de nuestro Congreso de los Diputados es ínfimo. Antes los de arriba eran un estímulo para los de abajo. Ahora el pueblo llano es el que dicta el libro de estilo de la oficialidad. Mátame camión. Ha sido un error mandar al rey emérito a Dubai. Con lo bien que decía ¡Por qué no te callas!
Puedes comprar los libros de Begoña Ameztoy en: