En palabras de Noemí Trujillo, “esta obra es una versión moderna de Caperucita Roja, pero llevada a la novela negra y a nuestra sociedad actual. Hay demasiada prostitución en esta vida. Algunos creen que esta es una actividad inofensiva y se debería legalizar, pero creo que eso no sería adecuado”.

La novela se desarrolla a las puertas de las vacaciones de verano, la inspectora de homicidios Manuela Mauri no pasa por su mejor momento. Ha vivido en poco tiempo varias experiencias que le han hecho comprender que hay sentimientos y vivencias que no se pueden verbalizar y cosas que es imposible nombrar. Lo percibe cuando sus hijos, Manuel y David, le hablan de la repentina muerte de su padre (su exmarido) y ella no encuentra el modo de consolarlos. Lo intuye cuando ve a los padres de Susana, una joven de dieciséis años que ejercía la prostitución y que murió de una sobredosis, exigiendo justicia para su hija en el juicio de la Operación Lesly y la inspectora está segura de que, sea cual sea la sentencia, nada reparará semejante pérdida. Lo deduce cuando afronta la mirada de Belén, que acaba de perder a su hermana Rebeca a causa de las puñaladas que le ha asestado quien fue su pareja. Lo asimila cuando su propio compañero, Alberto, le hace la proposición más importante de su relación y ella no sabe qué contestar. No solo tiene un papel preponderante la inspectora, también la aportación del fiscal es muy importante.

Noemí tuvo unas palabras de agradecimiento a Lorenzo por escucharle. Según cuenta, el borrador fue escrito por ella y Silva se encargó de terminar de darle forma. “A Noemí se le ha ocurrido una forma de ver la trama que yo nunca hubiera imaginado. Tiene una visión diferente a la mía, pero que se complementa y nos enriquece a ambos”, cuenta el escritor madrileño.

“Hay muchos casos reales que han terminado apresuradamente. En la novela, los procesados son más de medio centenar. Algunos tienen nietos y nietas, y eso, en un caso de prostitución de menores. Es un objeto de debate demasiado débil para un tema tan invisibilizado. La polémica es bastante somera. El tráfico de menores hay que prevenirlo con todos la fuerza de la ley. En est inframundo, la protagonista siempre es la víctima”, cuenta Lorenzo.

Respecto a su forma de escribir a cuatro manos, Silva sostiene que “siempre suscita cierta suspicacia. Siempre he trabajado con mis ideas, pero desde que lo hago con Noemí, creo que se puede llegar más lejos. La apuesta de Noemí de dar voz a la víctima en la novela es sensacional. Tener la voz narrativa de una persona muerta es algo que se sale de lo común. Creo que hemos logrado una reconstrucción verosímil de lo que hubiese podido pensar o decir esa chica-protagonista”. El autor reconoce que “hasta la última relectura del libro me ha emocionado y es muy raro que esto me suceda”.

“Es la cuarta vez que opto al Premio Hammett. Así que ya es hora de que me toque ganarlo”, dice el escritor con una sonrisa en los labios. En la Semana Negra de Gijón, además de presentar “La innombrable”, también ha presentado una versión ilustrada de “El lejano país de los estanques”. “Esta es la novela que más he vendido para hacer una película, cinco o seis veces, pero nunca se ha llegado a filmar. Eso sí, he ganado mucho dinero con ella”, apunta y continúa diciendo “ahora son las plataformas de televisión las que llevan la voz cantante y las que están tomando todas las decisiones. Hemos escrito dos series para ellas que no se han hecho. Lo miden todo por un algoritmo. Cuando una serie les va bien te dicen lo que funciona y lo que no”.

“La sociedad española está muy preparada y son los políticos los que no están a la altura”

Ambos se declaran independientes políticamente hablando. “No pertenecemos a ningún partido político. La novela negra tiene una larga tradición de novela social. Un discurso crítico sin ningún activismo de ningún partido. La sociedad española está muy preparada y son los políticos los que no están a la altura y, por supuesto, las leyes. La literatura es muy importante para remover conciencia”, afirma Noemí Trujillo.

Volviendo a la novela, los escritores adelantan que “no es una historia completamente ficcional. Hay tres grupos de culpables. La captadora, los proxenetas y cincuenta y tantos clientes, que pagan mediante dinero o dan un premio. Estos individuos se ven implicados porque la policía se empeña y el fiscal colabora para imputarlos. Entre los servidores públicos hay gente que cumple con su obligación sin más y hay otros que van más allá”, explican.

“Nos gusta superar los prejuicios. Los hay en muchos ámbitos académicos, aunque están cambiando poco a poco. Los cambios en el canon van muy lentos: masculino, antrogénico. La imagen no es escribir a cuatro manos. Los lectores no son tan dogmáticos como otras partes de la sociedad. El lector de Manuela Mauri no son nada dogmáticos, esto cuesta mucho romperlo”, señalan.

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