Formada por españoles, hispanoamericanos, italianos y austríacos, la compañía elige una y otra vez obras polémicas y minoritarias en vez de piezas facilonas o populares, y el público internacional agradece que se dé prioridad al desafío, la originalidad y la calidad por encima de criterios meramente comerciales. Harriet Robinson, la tortuga de esta fábula, entre satírica y terrorífica, lleva dos siglos recorriendo varios continentes del mundo, primero en el barco del científico Darwin, luego sobre sus cuatro patitas y después, tras un incidente traumático que fuerza su transformación parcial de hembra animal a mujer humana, caminando con sus dos piernas. En su accidentado viaje vitalicio, que abarca las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil española o la Revolución bolchevique, la tortuga, encarnada por la camaleónica e inquietante Aitana Vivó Cordón (que también dirige la obra) conocerá en persona a personajes que han marcado la Historia reciente, desde el desdichado capitán Dreyfus hasta Stalin, pasando por escritores, dictadores y artistas como Salvador Dalí. Desilusionada con el mundo y sus moradores, Harriet decide visitar a un historiador (excelente caracterización por Eduardo Hernández San Deogracias) para revelarle los secretos de la Historia reciente, a cambio de un pasaje de regreso a su paraíso de origen en las islas Galápagos. Muy pronto, el escepticismo burlón del historiador cedea la curiosidad y empieza a redactar el testimonio vital de la tortuga, mientras su esposa (conmovedoras Maite Arroyo y María Teresa Yagüe en alternancia como sufrida y frustrada ama de casa, certero trasunto de “Cinco horas con Mario” de Delibes) reconoce en la tortuga a un espíritu afín, una víctima que ha sufrido todos los actos de violencia imaginables, como animal y como mujer (sangrante denuncia de la eterna vulnerabilidad de ambas criaturas: animales y mujeres), y siente compasión por ella... hasta que la avaricia y el rencor hacia el marido que la trata como basura la empujan a querer engañar también a la pobre tortuga. Mención especial merece el instante que en Harriet-Aitana se transforma, solo con el quiebro de la voz, la profundidad de la respiración y un brillo demoníaco de fanatismo en los ojos, de mujer-tortuga en Adolf Hitler en una arenga que dura medio minuto, pero consigue fascinar, convencer, helar y paralizar a la audiencia, sumiéndola en un silencio lleno de introspección, algo muy necesario en estos tiempos de neopopulismo rampante. Entretanto, un médico desquiciado y sádico (gran mérito de José Luis Asensio por despertar la complicidad y el odio del público con su funambulismo entre el humor y el horror) descubre el valor inestimable de Harriet como “eslabón perdido” entre la tortuga y el ser humano, y prácticamente la vivisecciona en vida con tal de lograr su rehabilitación como científico caído en desgracia. Atrapada por este trío infernal de humanos en los que su naturaleza ingenua y dulce despierta, paradójicamente, los peores instintos, Harriet lucha por preservar su bondad y su confianza en el género humano, donde todo y todos se oponen a su sueño de recuperar su dignidad y su libertad... Y así comienza la ¿última? etapa del periplo mundial de la tortuga en busca de la paz y la armonía de su isla remota, que simboliza la Utopía perdida en contraste con la Francia corrupta del proceso de Dreyfus, la fanatización del Berlín nazi, la brutalidad de la Revolución rusa o la inhumanidad del bombardeo de Guernica, todas ellas etapas de sufrimiento, maduración y, paradójicamente, humanización y toma de conciencia de la propia tortuguita. Mayorga no necesita más que un escenario único y cuatro personajes (la tortuga, el historiador, su esposa y el científico) para disecar la esencia del fracaso evolutivo de la Humanidad, que solo parece capaz de avanzar en la magnitud y la destructividad de sus guerras contra sí misma y el planeta que la alberga. Así lo refleja la traición de los tres personajes humanos: el historiador que exprime y engaña a la tortuga para conseguir la fama, su esposa que quiere explotarla como fenónemo de circo, y el científico que la tortura y la viola en nombre de la ciencia. Acorralada por esos tres energúmenos con sus ambiciones, su falsedad, su machismo y sus propios fantasmas, la tortuga tendrá que perder el resto de su inocencia y fe en el hombre, y desplegar un ingenio digno de Maquiavelo. Pero, como dice el refrán, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y la supertortuga de Darwin tiene doscientos años en el caparazón, y se ha doctorado cum laude en la universidad del mal y la ruindad humana. ¿Adivinan quién gana el Premio Darwin de la supervivencia? Una producción muy lograda, basada en el minimalismo, la sobriedad en la actuación, un maquillaje extraordinario de Martina Reitinger, sobre todo de la mujer-tortuga, y contadísimos golpes de humor, luces y efecto que consiguen que la obra fluya y resulte amena e instructiva en cada momento. Merecidísima ovación en pie, y aclamación del público y la crítica. Sitio web de “Soles del Sur”: https://solesdelsur.com/producciones/la-tortuga-de-darwin/
Sobre el autor: Juan Mayorga es el autor dramático de su generación y nombre fundamental del teatro español de las últimas décadas. Es doctor en Filosofía y licenciado en Matemáticas, lo que explica en buena medida ese teatro que practica, denso y preciso, con contenidos siepre pertinentes y una envidiable estructura dramática. Ha colaborado con la compañía Animalario, ha sido adaptador y dramaturgo del Centro Dramético Nacional y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y miembro fundador de la Academia de las Artes Escénicas de España. Asimismo, dirige actualmente el Teatro de La Abadía y el Corral de Comedias de Alcalá de Henares; también es Académico de la Lengua.
Noticias relacionadas+ 0 comentarios
|
|
|