EL ÚLTIMO PEDO DE LA LIRIO

- ¿Tú crees que eres importante, Vani?

- ¿Para qué o para quién, bonita?

- Pues, tía, para alguien del mundo que te circunda.

- Siempre andas con grandes dilemas existenciales, criatura, en plan péndulo, dependiendo de tu estado de ánimo. Me recuerdas a Epi y Blas, con lo de arriba y abajo. Un día te crees un farde de mucho cuidado, y otro estás de bajón y te comes el tarro con pensamientos destructivos y la mandanga de que no te quiere nadie y eres el último pedo que se tiró la Lirio, esa gran vedette a la que la censura medía los centímetros del escote con una vara de medir de carpintero.

- Es que estar siempre en alto también te aleja de la realidad, Vani. Todos necesitamos un afecto constante para no tener altibajos que te desequilibren y te permitan alejar las dudas de si te quieren.

- Y vuelta a la intermitencia, bonita. Ahora sí, ahora no, ahora me la pela, Marianela. Debieras mirarte un poco la autoestima, esa cosa que se te desmorona a la menor falta de atención. Para sentir que te aprecian los demás, primero tienes que quererte tú, porque tú lo vales. Si te devalúas como el rial iraní o el dong vietnamita, cualquier tensión o aislamiento te va a influenciar, y no me refiero a causas geopolíticas o económicas, que no son moco de pava, so ídem.

- Pero ¿tú nunca te preguntas si de verdad eres lo primero para alguien? ¿si cuando él/ella/elle se despierta el primer pensamiento es para ti? ¿Si cuando tiene un proyecto con la primera persona que quiere compartirlo es contigo?

- Tronca, eso no pasa ni con los hijos, un suponer. Cuando son pequeños creen que tienes todas las respuestas y te miran con arrobo y amor, y cuando llegan a la adolescencia y haces un comentario se avergüenzan de ti y te sueltan eso de ¡Mamá, no te enteras de nada! Y después, ni te cuento cuando se echan una parienta que no te traga. Importas cero coma mayormente.

- Porca misèria esta perra vida, tía, si eso pasa con los hijos ¡imagínate lo que ocurre con los maridos y la convivencia mantenida! Puedes decorar, o no, reuniones y comidas en función de lo que aportes, pero como la primera etapa del enamoramiento, según me han contado, no lo hay, pequeño saltamontes. Dicen que la persecución resulta más emocionante que la captura. Una vez en la jaula, estás en la cuerda floja intentando seguir resultando interesante cuando hay tanta competencia joven desinhibida y a ti te cuelgan alas de murciélago deseosas de echar a volar, y el código de barras lo tienes tan grande como el de un colchón.

- Tía, noto que hay muchas féminas de nuestra edad que padecen una desatención que deriva en soledad, precisamente por la baja autoestima e inseguridad que provocan esas creencias negativas sobre ellas mismas. Decía Octavio Paz que La soledad es el eco de la ausencia de uno mismo.

- ¡Joder! ¡Arriba la autoestima! ¡A controlar el estado emocional! porque la felicidad no depende de terceras personas. Para que los demás te aprueben tú tienes que darte un sobresaliente. Tía, que son muchos años de hincar los codos… pero no te pases y vayas a por el cum laude, que te conozco, bacalao. ¡Somos unas dependientas emocionales!

- Puede que también intermitentemente… Ahora sí, ahora no, ahora me la pela, Marianela. La experiencia es un grado, ¿no? Pienso que, además de las irrespetuosas arrugas que van ajando la piel descolgada, esa experiencia y la sabiduría que la acompaña solo llegan con los años. Cada surco que tienes alrededor de la boca, es producto de que sonreíste a menudo; en el entrecejo se escriben la sorpresa y la reflexión que trae consigo una idea nueva, una música, una conversación, un paisaje, un abrazo que no esperabas. La espalda curvada salió del tiempo que dedicaste a los tuyos, de todo lo que trabajaste para que no lo hicieran otros; el brillo que aún tienen los ojos hundidos es porque derramaste muchas lágrimas, aunque la mayoría fueran de felicidad. Esas manos, ahora un poco torpes, han acariciado mucho. Las manías denotan la repetición de estar siempre pendiente para que todo saliera bien. Todo está grabado en el cuerpo, a fuerza de vivir y de luchar; pero hay que saber mirar con amor para descubrirlo. ¿Dependencia emocional? ¿Quién no la tiene?

- Somos animales sociales, sin duda, pero poner la felicidad en manos de terceros nos producirá ansiedad, tristeza, insatisfacción personal y, de nuevo, baja autoestima. Buscamos la aceptación de los demás, comparándonos con otros que tienen más éxito y, salimos perdiendo, bonita. Y empezará de nuevo el run run de no me quiere nadie, no estoy a la altura… ¡Una mierda, tía! Dejémonos de preocuparnos de lo que no podemos controlar y aceptémonos como somos de una puta vez. ¡Poligoneras ilustradas!

- Pero yo quiero un futuro mejor…

- Que te llevará, irremisiblemente, a la insatisfacción crónica, tía. Se llama bovarismo, síndrome que no viene de boba, sino que se inspira en la figura literaria de madame Bovary, una mujer permanentemente insatisfecha con su situación conyugal que vivía en un mundo de ensoñaciones.

- ¡Lo que sabía Gustavo Flaubert allá por el 1856! Es lo que tiene casar a Emma con un hombre aburrido incapaz de complacerla, tía. Así, la pobre no podía acabar bien y se daba a las ensoñaciones.

- ¡Los pies es la tierra, joder! ¡Basta de fantasías e ilusiones desproporcionadas! ¡Adaptación sin cerrar los ojos! Ya dijo Eric Fromm, “Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”.

- Me dejas a cuadros, tía. Entonces, ¿crees que Pedro Antonio no se va?

- Como dice una amiga, lo más probable es que ya veremos.

- ¡Ahí lo dejo, tía! ¡Ahí lo dejo!