"La ruta de las mariposas", de Elga Reátegui

Reátegui es una escritora y periodista muy conocida sobre todo en Valencia por las labores que ejerce como promotora cultural (dado que está al frente de dos espacios literarios en las redes como son el programa de entrevistas Reunidos o el de reseñas VíaLibros) y por haber sabido incursionar con éxito en casi todos los géneros literarios: poesía, novela, microrrelato, cuento infantil… Con un total ya de unas 14 obras a sus espaldas.

Por otra parte, este libro de versos se abre con un prólogo del también poeta Félix Molina Colomer que hace hincapié en el personal universo de la autora y en que estos versos tienen una clara vocación religiosa y que en ellos la autora ha plasmado con emoción y conocimiento su reveladora búsqueda interior.

Este hermoso poemario se divide en tres partes. En la primera de ellas, titulada “Marchas y despedidas”, veremos que cobra una especial importancia la palabra “ceniza” con todo lo que este vocablo conlleva (a veces duelo, a veces restos del pasado, pero también, como ya apreciaremos sobre todo a continuación, resurgimiento como el símbolo del Ave Fénix…), de hecho, podremos leer en el poema “En otra parte”, por ejemplo, “Voy dejando rastro en mi deambular. / La ceniza acumulada bajo mi calzado, me delata.” O también podremos leer dentro de este mismo poema: “La llamarada de mi verdad / es sólo ceniza bajo mis zapatos,” Lo que nos remite a los consabidos versículos de la Biblia: “Polvo eres y en polvo te convertirás”.

Y es que de algún modo como ya adelantaba antes llegamos o empezamos por el final para a continuación volver de algún modo al inicio, a un nuevo y glorioso comienzo, en el que se renace como el Ave Fénix de las cenizas. Y es que estamos hechos de muchos retales, de muchos comienzos. En realidad, somos mosaicos andantes.

Y en la segunda parte del libro, “De regreso al ser”, seremos testigos de cómo el yo poético se pone en contacto consigo mismo y con un Dios en mayúsculas (integrador de muchas religiones y culturas diferentes) para invocar y a la vez subrayar ese ansiado nuevo comienzo; “Ayúdame a agradecer / por sólo respirar / y no hacer nada / para que el mecanismo / siga, / muy a pesar de mi control.”

Y es que claramente e inequívocamente Reátegui clama por la paz interior, el sosiego iluminativo de su alma, la búsqueda de su verdad interior. Y debemos recalcar que las alcanza, que las consigue, dentro de lo que se pueden alcanzar y conseguir este tipo de cosas inmateriales que son como estelas de mar (“Y en mi plexo, / centro telúrico, / hallé / -sin pretenderlo- / el magma ígneo / de mi esencia.”).

Por último, en la tercera parte, titulada “Cruce de caminos”, hallaremos la celebración de que esa búsqueda espiritual haya culminado, al fin, con éxito y de manera grata, de hecho, ha desembocado, en hermanamiento, unidad, sentido e iluminación, de ahí que el primer poema lleve por título “Unidad” y en él dialogue con Dios de este modo tan bonito y sincero: “Vine a unir mi alma con la tuya. / A dejar se ser teoría, / de verte sólo en los libros / y a través de la experiencia ajena. Me atrevo a convertirme en peregrina.”

Finalmente, la poeta nos confesará con alegría, serenidad y optimismo lo siguiente: “Aparto los miedos. / Hablamos. / Somos uno. / El camino.”; “Tu mensaje / a distancia-tiempo / persiste, / convence, / sana.”

En definitiva, un libro singular e introspectivo, de una escritora sin duda muy peculiar también, y cuya lectura nos dejará tras de sí una impronta de verdad, sencillez y belleza. Versos sabios y profundos, escritos con una gran sensibilidad, que nos resultarán, si estamos abiertos a ello, muy reveladores y significativos.

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