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"Filípicas", de Demóstenes (Traducción y notas de Antonio López Eire)

Ed. Gredos. 2022
martes 11 de junio de 2024, 17:16h
Filípicas
Filípicas
El autor de esta obra es un griego notorio como orador, y político ateniense de prestigio. Demóstenes fue uno de los griegos más eximios del siglo IV a.C., vivió sesenta y dos años, entre el año 384 a.C., donde nació en el demo ateniense de Peania, hasta su muerte en el año 322 a.C., que fue cuando puso fin a su vida ingiriendo veneno, y así evitar caer en poder de Antípatro de Macedonia, que era el último general que restaba como superviviente de entre los militares o estrategos del Rey Filipo II de Macedonia, y, obviamente, estaba bastante descontento e irritado con el ateniense, por sus críticas al soberano de Pela. Demóstenes fue un político de una ética acrisolada, con un patriotismo apasionado, siempre en la defensa de la independencia de su polis de Atenas, ya que él se daba cuenta, de forma fehaciente de como el todopoderoso soberano de Macedonia era un peligro para las libertades de los ciudadanos del Ática.

Sus discursos políticos vienen a ser el canto del cisne de la democracia ateniense y de la autonomía de las póleis helénicas”. Su estudio y su dedicación a la oratoria le conformaron, fenotípicamente, como un cuerpo débil, pero con una psique que presentaba una energía colosal y, asimismo, se refiere que era tímido y vergonzoso. Esquines lo ridiculiza, realizando una crítica acre a su forma de vestir afeminada, lo que demostraba que se había dedicado, mucho más, al aprendizaje de la retórica que a la caza. Se cuenta que su carácter era tan tímido que tenía una gran repugnancia a dirigirse al pueblo en sus discursos, y en la tribuna se retraía si sus enemigos comenzaban a gritar y alborotar.

«Todo en Demóstenes -su vida y su obra- respira sobrehumano esfuerzo y revela una voluntad indomable en la lucha y un temple de ánimo inasequible al desfallecimiento. Pensemos en el acervo de anécdotas que nos refieren las dificultades de nuestro orador para vencer las trabas que la naturaleza impusiera a su anhelo vocacional de llegar a ser experto en el arte de la elocuencia. El pobre aprendiz de orador, derrochando tesón encomiable, superó sus defectos a base de penosos ejercicios propios del más acendrado ascetismo. Y no pararon aquí las penalidades que el destino le obligó a padecer: huérfano de padre a los siete años, sus tutores Áfobo, Demofonte y Terípides dilapidaron deslealmente la herencia que en derecho le correspondía, y por ello hizo sus primeras armas en la oratoria forense siendo aún muy joven, en el 363 a.C., recién alcanzada la mayoría de edad y reconocidos sus derechos ciudadanos. Poco después, al no haber podido recuperar más que una ínfima parte de los bienes que su padre le legara, se vio obligado a ganarse la vida como logógrafo y abogado, actividades a las que se volvió a dedicar una vez comenzó a desempeñar las tareas de estadista en el año 345 a.C. En torno a esta fecha nuestro orador ejerce también en Atenas magisterio de abogacía y elocuencia».

La primera vez que Demóstenes intervino directamente en la política sería en el año 354 a.C., cuando Atenas estaba en una plena crisis de la democracia, producida por medio del sumatorio de los desequilibrios ciudadanos sociopolíticos y económicos, que en Atenas eran indubitables desde su derrota en la guerra del Peloponeso contra la orgullosa y lacónica capital de Lacedemonia, léase Esparta. En este momento Atenas padecía lo que no está en los escritos, desde la devastación de sus tierras, destruyéndose, a la par, un buen número de la materia prima aticense, como eran los viñedos y los olivares, para más inri las ciudades aliadas antes de Atenas, ahora generaban revoluciones cívicas y se pasaban con armas y bagajes al bando de los lacedemonios, anulando bruscamente el tributo de la Liga Ático-Délica que era obligación de pago para las póleis conformadoras de dicha coalición, se demolieron, por orden de Esparta, los Muros Largos de Atenas que eran esenciales para la defensa de la capital del Ática y, además, se produjo la desintegración de la flota ateniense, que siempre había sido el arma vital para cualquier conflicto bélico, y que había sido esencial en las Guerras Médicas. Por todo ello, los atenienses se negaron a sufragar los gastos generados por la guerra contra Esparta. Dos historiadores e intelectuales, tales como Tucídides y Aristófanes son los que se encargarán de proporcionar la información precisa sobre todos los problemas financieros y militares que, en este momento histórico, estaban ahogando a la polis de Atenas, en aquellos años que finalizaban la sangrienta guerra contra los lacedemonios. La vida en la capital aticense es un desastre absoluto de anarquía y desorganización, ya que los sucesores de Pericles no han sido capaces de gobernar de una forma inteligente o altruista; el trío es de lo más inepto o soberbio que se pueda encontrar. Un Cleón ramplón y agreste; un peligroso soberbio, prepotente y ambicioso Alcibíades, y un ridículo locuaz Cleofonte; daba la impresión de que la inteligencia media de los políticos atenienses estaba en los niveles genéticos evolutivos más bajos o decadentes. Ni la política cívica del ostracismo lo podía resolver.

Aplastada en el 404 a.C. por los lacedemonios y sus aliados, Atenas pudo, sin embargo, rehacerse de sus abatimientos gracias sobre todo a la hostilidad surgida entre Lacedemonia y Tebas, que, como es bien sabido, hizo perder a los espartiatas su hegemonía militar en Grecia. Y así nos encontramos con que en el 357 a.C. Atenas es una ciudad-estado importante en la Hélade. Bien es verdad que ya no mantiene la supremacía entre los griegos ni domina el mar Egeo y los Estrechos, pero sí cuenta con recursos financieros e industriales estimables, numerosos aliados y cleruquías y, especialmente, una serie de hábiles políticos y excelentes estrategos”.

Toda esta evolución política desembocará en el momento histórico que da lugar a la aparición de esta obra literaria, y que se refiere a las críticas epistolares realizadas por Demóstenes contra el monarca Filipo II de Macedonia, estamos en el año 360 a.C. La conquista, manu militari, por el soberano del norte de las póleis de Anfípolis, Pidna, Potidea, Metone y Crenides, lugar este con importantes yacimientos de oro que llegarían a producir al monarca macedonio unos ingresos anuales de más de mil talentos, considerando al talento como equivalente a un millón de pesetas, cantidad exorbitante para la época. Demóstenes llega a la convicción política de que el enemigo de Atenas no es ya el Gran Rey de Persia , sino el más taimado y astuto rey Filipo II de Macedonia; por lo que, para evitar que los atenienses caigan en sus redes, escribirá los cuatro discursos denominados como ‘Contra Filipo’ y los tres ‘Olintíacos’. De esta forma, Demóstenes, pretende transformar la voluntad de los atenienses y evitar que sean convencidos por políticos aduladores y corruptos, y recordando el glorioso pasado de Atenas. Otra obra magnífica de Gredos. «Ea quam pulchra essent intellegebat. ET. Cecinerunt tubae».

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