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IDEALISMO Y COMPROMISO EN LA NARRATIVA BREVE DE PEDRO MOLINO

domingo 09 de junio de 2024, 07:36h
Relatos junto al camino
Relatos junto al camino

Durante toda su vida Pedro Molino ha vivido inmerso en el idealismo y el compromiso con la educación de calidad, con la literatura y con la sociedad. Maestro, creativo, escritor y editor giennense, Pedro Molino ha sido adalid de la renovación pedagógica y de la promoción de la lectura desde la Escuela de padres junto al filósofo José Antonio Marina. Sus múltiples proyectos nos hablan de una persona emprendedora, inquieta, enamorada de los libros desde la infancia y sabedora que la obra literaria nos puede adentrar por un mundo donde la ética tiene un camino creado. Ahora también desde el Humanismo Soldario.

Las siete historias breves que componen Relatos junto al camino muestran a los perdedores de la sociedad, idealistas que llevan cada uno en su personalidad bien definida una visión conmovedora y muy humana. Lo acompaña, con unas magníficas pinturas al óleo, su hermano el pintor Juan Molino.

Inmigrantes, mendigos, jóvenes idealistas son los personajes de sus relatos, conducidos con un lenguaje siempre cuidado y expresivo en el uso de la adjetivación. Precedida por un prólogo del escritor y profesor Vázquez Medel donde resume acertadamente estas historias y nos advierte del enseñar deleitando en su dicho clásico. En la Introducción el autor se refiere a la tarea humanista que le ha llevado durante su vida a promocionar una educación de calidad y la visión de estos relatos escritos en diversos tiempos como una forma de adentrase, con voluntad de estilo literario, en un mundo a veces ajeno, pero muy próximo, y otras veces formando parte de la propia memoria, de la propia biografía personal a modo de encuentro memorial.

La historia de Lucía, que cuenta su vida al periodista en “Hijos del estrecho” mientras este trata de averiguar lo que sabe sobre El Salmuera, nos adentra en un mundo de penurias y privación, con doce hijos y siendo consciente de que “Los pobres tenemos todos una vida pareja: nacemos con hambre y morimos de miseria crónica. Con trazos breves y expresivos surge un mundo con el que el autor trata de crear conciencia y mostrar una especial empatía hacia el que sufre: “una mujer gitana como esta, viuda con doce hijos, de edad indefinida, mísera de aspecto, pero, realmente, tan digna y rica de matices que no puedo llegar a retratar su alma”.

Le sigue “Contrapunto”, la historia de un accidente de tráfico en la ciudad de Málaga y su encuentro con su hija Estrella, con la que traslada la idea de que este hecho funesto le permitió tener un cambio de vida como persona y como padre.

El amor y su idealización ha sido una parte esencial de la historia literaria y en “El coleccionista” recrea sobre todo una conmoción, al construir el sentimiento del adolescente introvertido y soñador, incapaz de declarar su amor a la persona amada (“el eco del corazón palpitando, acelerado y galopante, cuando la encontraba de improviso”), pero al unísono el fondo espacial de una dictadura que consentía en la ignorancia de sus ciudadanos y el paternalismo de los caciques locales. Es un texto muy lírico que muestra esa impresión de fracaso amoroso, miedos y batallas amatorias, unas veces perdidas y otras ganadas, pero siempre con el magma del quebranto y la idealización de la amada.

Un idealismo personal y emotivo que se une al idealismo colectivo en “Jaén, 1973”, que le permite mostrar, con breves trazos, una época y rememorar a los trece jóvenes de entonces que, con la misma ilusión, cimentaban el futuro en una época convulsa de cambios. Recrea sus nombres y los momentos esenciales de unos y otros describiendo sus trayectorias y las mudanzas sufridas: “Los tiempos estaban cambiando pero el tiempo nos cambiaría más a nosotros”.

La metaliteratura también se adueña del relato en “El encargo”, con una historia muy original cuando el editor le propone al joven escritor en ciernes que demuestre que él (el editor) es un asesino para poder ver publicada su obra. En caso contrario, no tendrá más remedio que asesinarlo a él también. Una visión un tanto macabra de los editores, precisamente Pedro Molino, que al cabo del tiempo se convertiría en editor con la editorial Liberman. Una historia muy bien conducida y lograda. El final no lo decimos.

Las dos últimas historias se centran en el mundo de los mendigos. La primera, “Cuenta atrás”, reúne la fábula de un mendigo lector que muere en un incendio provocado por dos adolescentes. Ha habido en los últimos años casos que todos recordamos tristemente de hechos reales sucedidos en España. En este caso Juan Sincasa es un vagabundo que ama la lectura y que a duras penas sobrevive por los alrededores de Atocha. En cierto modo, también es una crítica al analfabetismo funcional en el que la sociedad se ha instalado: “Cuando muere una persona injustamente, muere sin remedios también la sociedad, herida de insensibilidad y desidia”.

Por último, en “El nombre” se adentra brevemente, en cuatro páginas, en la ficción de un banderillero de toros azules, mayordomo en casa de los condes de su pueblo y ahora vagabundo por Castilla. En ella hay preguntas sobre el sentido de la vida y su razón de ser, el recorrido vital y la amargura de esta: “Cuando fue artista, su nombre sonaba a burla con eco. Ahora, desnudo de otros tiempos, al límite de sus días, vagabundo, vive incansablemente buscando su nombre”, buscando su propia identidad vital.

En definitiva, un buen recorrido por personajes que viven de un ideal y sienten la necesidad de reconciliarse consigo mismos, de bucear en su memoria y reconstruir a un tiempo la historia de los demás pero que siempre acaba siendo nuestra propia biografía vital.

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