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Joaquín Campos
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Joaquín Campos (Foto: cedida por el autor)

Entrevista a Joaquín Campos: "Me gusta contar la vida desde los límites"

Autor de "Avenida"
sábado 08 de junio de 2024, 19:18h
"Avenida" es la nueva novela de Joaquín Campos en la que toda la acción transcurre durante un único día en la vida de una mendiga y un voyeur que la observa desde su apartamento.
Avenida
Avenida

Sumergiendo al lector en un profundo choque de convicciones, Joaquín Campos juega con la dialéctica interior y exterior. Sin miedo a la controversia, utiliza una brillante variedad de estilos para mover la trama dentro y fuera, hasta llegar al fundamento de la subjetividad de cada protagonista.

Viviendo en Manhattan, Sheila y Donovan Prevelic se encuentran a pocos metros de distancia el uno del otro. Mientras Sheila reside en la calle, Donovan tiene su apartamento. Su obsesión por ella lleva a Donovan a observar cada movimiento de Sheila, quien debe buscar formas de ganarse la vida como puede: mendigando lo necesario y cobrando por sexo. "Avenida" relata un día en la vida de ambos, revelando los detalles cotidianos que ocultan vidas destrozadas que nunca llegan a cruzarse. Este relato muestra la experiencia humana en sus diversas formas en un mismo espacio: la Primera Avenida de Nueva York.

Los dos protagonistas de "Avenida" son seres marginales, un jubilado con graves problemas mentales obsesionado con los maniquíes y síndrome de Diógenes y una mendiga negra prostituta, alcohólica y drogadicta ¿Por qué elegiste personajes tan extremos para esta historia de amor?

Me gusta contar la vida desde los límites. Además, es más creíble para el lector que así sea que desde la normalidad. Nadie acepta que su primo se droga, pero siempre que la mendiga del cajero de abajo sí; ocurre lo mismo con el vecino tarado que tenemos creyéndonos estar nosotros fuera de todo problema psicológico venidero. Además de que las historias de amor son todas muy parecidas y aquí tienen una sui generis, única, apoteósica.

Sheila y Donovan, además, tienen opiniones políticas totalmente antagónicas, mientras que él parece tener unas ideas muy progres, ella es partidaria de Trump. Ambos, desde sus atalayas contrapuestas gritan, a mi juicio, verdades como puños. ¿Con cuál de los dos idearios te sientes más identificado?

Sin duda alguna con Sheila. Aunque Donovan tampoco está mal. Lo que quiero explicar es que hay negros que aman a Trump o a esa clase de políticos con los que nos llevan años asustando. Negras que desean que América regrese cuanto antes al belicismo cuando un jubilado con ciertas taras todo lo contrario. Y mi meta era contar verdades como puños, asuntos que nadie quiere escuchar para no tener que hacerse preguntas. Porque si es mujer, negra y mendiga sé que tendrán que escucharla. Por obligación moral.

También en cuanto a gustos literarios el jubilado loco y la mendiga negra no tienen ninguna afinidad: mientras que Donovan idolatra libros como Cien años de soledad de García Márquez, Occidente de Spengler o el Ulises de Joyce, Sheila desprecia a los clásicos y betsellers, de hecho, llega a calificar estos títulos como escoria casi absoluta. ¿Con quién se siente más afín Joaquín Campos?

Creo que la sociedad no se hace preguntas sobre García Márquez o Joyce. Simplemente compran sus obras más importantes, y a veces, hasta las leen sólo porque los especialistas del gremio dicen que son parte de los mejores libros del pasado siglo. Vivimos en una turbina cultural-política-de género en donde nadie puede dudar tanto de ciertos autores (los más prestigiosos), como de ciertos políticos que son considerados los más peligrosos, como del cambio climático o del feminismo ultra que se ha desbocado en algo que ya nada tiene que ver con los derechos de la mujer. Yo leo por decisión propia. Y eso me ha llevado a descubrir a escritores que no salen en los cien mejores libros del siglo XX. Y evidentemente me estaré perdiendo cosas buenas. Pero no me gusta que me digan lo que tengo que leer. Y a veces, claro está, coincide que lo que se resalta como lo mejor realmente lo es. Nabokov, sin ir más lejos, pertenece a esa lista.

La fidelidad, para Sheila, es como comprarse un par de yogures y rezar para que nunca caduquen, mientras que Donovan se tiraría por la ventana si viera a su amada de la mano con un hombre. Ni tanto ni tan poco, ¿no?

Creo que vivir en la calle te debe llevar a unos límites insoportables e incomprensibles para los que tenemos la suerte de vivir calzados, aseados y bajo techo. Ya sabes que después de la mendicidad no hay nada más bajo. Por eso cuando se sufren olas de frío los meten como a rebaños en el subsuelo, en las estaciones de metro; donde no los vea nadie. Y luego está Donovan, o sea, el amor, que en ciertas personas con nula experiencia y mentes complejas pueden llegar a desvariar hasta límites de compleja comprensión.

Donovan asegura que le atrofia la mente tanta verdad: ¿crees que, si fuéramos plenamente conscientes de la hipocresía del mundo en el que vivimos, en el que la gente vive de cara a la galería y unos tienen tanto y otros tan poco acabaríamos todos locos?

Yo respeto profundamente el derecho a endeudarse y acabar viviendo en la calle. No es lo mismo quien por haber sido despedido de la empresa de toda su vida, o el que participó en una guerra habiéndose quedado cojo o el que pasó por un divorcio donde él se quedó con nada, acaba pidiendo limosna. Esas personas deben obtener ayudas, sin lugar a dudas. Luego están, como es el caso de Sheila, los que ganaron dinero suficiente, se drogaron y vivieron sin límite, y que un día se dan cuenta de que ya no pueden tirar para adelante. La hipocresía del mundo no es no ayudar al paupérrimo; porque la hipocresía, sin duda alguna, es creerte que a ti no te puede pasar nunca.

A Donovan no le importa que Sheila no le corresponda, de hecho, ni siquiera quiere hacerse visible ante ella porque a su juicio el amor auténtico solo tiene que ver con uno mismo, y Sheila considera ser madre un retraso y ser padre una estupidez, pero si todos pensáramos como ellos llegaría un momento en que el Planeta se vaciaría de poetas, pintores, compositores…

Donovan no tiene capacidad social alguna y menos con una mujer a la que ama ya que el amor que siente está sólo en su imaginación. Y Sheila, en el fondo, sabe que si hubiera sido madre jamás habría llegado a vivir en la calle, aunque tampoco, claro está, habría podido vivir su vida al límite, que era lo que realmente le gustaba. Yo no tengo hijos, pero podría tenerlos. Los hombres tenemos esa capacidad, para mí problemática. Pero sí, estoy a favor de una gran despoblación. Si lo piensas bien el problema no es si el planeta se vaciara de poetas, pintores o compositores, sino si realmente existe público para esos grupos o si los mismos que componen, pintan o escribimos realmente no estamos haciendo el más completo de los ridículos. Con menos población y mayor excelencia todo sería mucho más fácil. Y, sobre todo, digno.

Abogo por la completa libertad de consumo

En Avenida aseguras que en Nueva York hay muchos más drogadictos que fumadores, ¿ha sido en tu opinión un paso adelante la legalización del uso del cannabis en este Estado; debería legalizarse el consumo de todas las demás drogas en todos los países?

Yo abogo por la completa libertad de consumo. Pero claro, esto es como dejar que las gentes conduzcan sin límite de velocidad. Es todo mucho más complejo que contestar a esta pregunta. Pero lo que tengo clarísimo es que ilegalmente todo cristo consume y en muchos casos drogas de bajísima calidad que ponen en riesgo sus vidas. El LSD, sin duda, sería lo primero que legalizaría. Si la gente consumiera más ácido lisérgico que cocaína, el mundo, sin ningún género de dudas, iría infinitamente mejor.

Tu personaje afirma que como no cree en Dios no le preocupa si lo hizo bien o mal, lo único que me interesa es que hice lo que quise, ¿a ti también?

Yo estoy cerca de leer la Biblia de Jerusalén. Antes estudié por encima el sintoísmo y ahora ando echándole vistazos al budismo, cuando mi pareja es animista y no pocas veces participo de sus ofrendas. Todo eso en medio de la más profunda filosofía fuera de toda religión. No creo en otra vida. Y si viene otra, pues muy bien: trataremos de disfrutarla. Yo soy de los que pienso que tenemos que exprimirnos en esta y más cuando transitamos la edad productiva.

¿La vida no es más que quedarte un día mirando entre cualquier calle de este mundo para demostrarnos que todo es lo que parece y que no hemos sido mejores de lo que deberíamos haber sido?

Bueno, de ahí la hipocresía. Yo creo que nadie es capaz de reconocer que no vino a este mundo a hacer lo que hizo. Luego uno se adapta, gana dinero, los hijos te quieren y hasta has llegado a acumular dos propiedades inmobiliarias… Pero ese no era el plan. Las frustraciones son directamente proporcionales a la hipocresía. También te digo que tenemos un sistema montado que trata de salirte de él… Es prácticamente imposible. De hecho, de ese sistema sólo se salen los narcos y los políticos. Qué curioso. Yo llevo una travesía del desierto imparable desde que hace ya un par de años decidí apartarme de la hostelería para centrarme en la literatura y sus arrabales. Porque no podía llegar a mi entierro apestando a fracaso. Ni tengo hijos ni hipotecas. Y mi pasaporte me permite recorrer el mundo. Además, hablo inglés. Por lo que tenía que hacerlo. Ahora, veremos qué consecuencias me trae todo esto.

¿A qué tipo de lector crees que le va a gustar Avenida?

Siendo mi libro número catorce debería saberlo. Pero no tengo mucha idea. Sólo espero que llegue al mayor número de personas posibles y que se corra mi voz. Creo que escribo para mayorías. O eso pienso. Pero en realidad me vale con escribir y que me publiquen. Todo lo demás me sobrepasa.

¿Y qué nuevo proyecto literario te traes entre manos?

Estoy metido de lleno en la escritura del libro sobre el muy mediático caso Daniel Sancho: el niñato acusado de asesinar con premeditación, que, además, descuartizó el cadáver en diecisiete trozos. En cuanto termine la gira de Avenida, que me está llevando por diez ciudades españoles, trataré de culminarlo. Creo que le voy a dar el toque literario que le permitirá no ser sólo un libro de rabiosa actualidad, o sea, un libro con fecha de caducidad. Además, mis terceros diarios que se darán por finalizados este próximo 31 de diciembre se publicarán a lo largo del año que viene. Y cuando tenga tiempo libre, debo continuar con Chapman, el libro que debería cerrar la trilogía que conforman Últimas esperanzas y Avenida: El mundo desde Manhattan.

¿Y no piensas regresar a España?

Al invertir en mi literatura es posible que pase más tiempo por aquí. Pero mi centro neurálgico seguirá siendo Asia. Necesito pasear por la calle y no entender lo que dicen. Eso me abstrae y me tranquiliza. Pero bueno, si finalmente doy con la clave del caso Daniel Sancho, que en esas estoy, deberé dejar España por un tiempo, cosa que ya llevo haciendo más de diecisiete años, por lo que estoy acostumbrado. Pero a su vez sueño con vivir en Ferrol o en un pueblo semiabandonado de la Castilla profunda.

¿Cuál es esa clave a la que te refieres?

Algo que sobrepasaría la imaginación de cualquier buen guionista. Algo en lo que trabajo que aún no se puede contar, y que si finalmente lo pudiera sacar a la luz, organizaría, literalmente, un tsunami informativo.

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