En este libro, Manuel Rico nos presenta una compilación de trabajos que comparten un enfoque crítico y polémico sobre la narrativa española y sus alrededores durante el cambio de siglo. Durante este periodo, surgió lo que se conoce como la "nueva narrativa española", con las primeras obras de jóvenes autores como Muñoz Molina, Adelaida García Morales, Julio Llamazares, Martínez de Pisón o Javier Marías. Este proceso dio lugar a al menos dos nuevas generaciones de narradores, mientras que al mismo tiempo, la realidad digital adquirió un papel determinante en el panorama literario.
¿Literatura y política están irremediablemente condenadas a ir de la mano?
Sobre todo, en determinados períodos históricos. El que reflejan los ensayos de La ficción y la vida fue un tiempo de cambios profundos, en los que hubo transición política, terrorismo, un intento de golpe de estado y grandes movilizaciones sociales. Todo ello influyó, de modo inevitable, en la literatura. Digo más: la literatura que llegaba lo hacía en ese ecosistema de igual modo que en los 60 lo hacía en el franquismo….
Según el autor, ¿qué características tiene la Nueva Narrativa Española en el tránsito de un siglo a otro?
Hubo una caracterización que asumió parte de la crítica: la vuelta a la narratividad, el fin del experimentalismo, la búsqueda de referentes en las literaturas europea y anglosajona, un rechazo explícito del realismo en España (no en Estados Unidos o en el Reino Unido) al que se calificaba de modo genérico de costumbrismo y cierta querencia por una “novela light”, descargada de compromisos…. Y en una parte de los autores emergentes, la referencia española era Juan Benet. Esas eran, al menos, las premisas que se exponían en artículos, en mesas redondas, en tertulias…
¿Qué criterio ha seguido para seleccionar los textos que aparecen en el libro? ¿Le ha costado dejar fuera algunos autores?
He agrupado todos los que surgieron a propósito de algún trabajo, alguna declaración pública o entrevista en las que se planteaban de modo un tanto drástico y excluyente las premisas antes mencionadas. En ese aspecto tienen un hilo conductor visible. En el fondo es un recorrido por lo que pensé y escribí en distintos medios sobre la nueva narrativa que eclosiona a mediados de los ochenta.
¿Es posible que el análisis que hace vuelva a levantar polémicas como ya lo hicieron en el pasado algunas de sus reflexiones en el ámbito crítico?
No lo sé. Si bien es cierto que el libro es una especie de viaje al tiempo real en que comenzó a extenderse la nómina de nuevos nombres y nuevos libros como Muñoz Molina, Julio Llamazares, Rosa Montero, Rafael Chirbes, Miguel Sánchez Ostiz, Vicente Molina Foix, Mercedes Abad y tantos otros, hay conclusiones que considero vigentes como la crisis del compromiso social, el papel creciente de la memoria colectiva en la narrativa, el realismo como opción más compleja y ambiciosa que el siempre “costumbrismo”…
¿Considera que las jóvenes generaciones de escritores, en general, tienen la memoria frágil y tienden a olvidar el legado recibido de autores que crearon escuela antes que ellos y han tenido una enorme influencia en la literatura española?
En el fondo, construyo un alegato contra los juicios apresurados y contra la memoria frágil. En los primeros años a los que aludo en el libro, el referente casi siempre citado era la literatura europea, la norteamericana y, por una parte de los autores, un Faulkner filtado por Juan Benet. El paso del tiempo ha puesto en su lugar a autores como Marsé, García Hortelano, Aldecoa, Luis Goytisolo o a autoras como Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet. Lo que era costumbrismo ahora es visto con una lente menos reductora, más equilibrada y justa. Incluso la novela social (Ferres, López Salinas, López Pacheco) ha comenzado a salir del olvido poco a poco. Todos ellos son hoy autores q los que leen con respeto los más jóvenes. En algunos casos, con curiosidad.
"60.000 títulos por año son demasiados títulos"
En España, la producción literaria es altísima y aparecen al año miles de obras publicadas. ¿Cantidad y calidad casan bien? ¿La mayoría pasarán el filtro del tiempo y la crítica, o en pocos años serán olvidadas como tantas otras?
Hay una coincidencia general en que 60.000 títulos por año son demasiados títulos. Generan una situación en la que es difícil la supervivencia de libros en las mesas de novedades de las librerías más allá de un mes. No es fácil encontrar en ese bosque aquellas obras con calidad contrastable que escapen de esa dinámica. No sé si la crítica está jugando un verdadero papel orientador, algo que a mi juicio es parte de su responsabilidad… Pero a pesar de ello habrá obras que perduren. Muy pocas. No hay más que echar una mirada a épocas anteriores para ver que las que han superado la prueba del tiempo son una exigua minoría.
¿Literatura como una necesidad o como puro negocio en el S. XXI?
La literatura, desde la óptica de los autores y de los editores “literarios” es una necesidad. La poesía, la narrativa, el ensayo, son instrumentos con los que intentamos explicar la vida, gozar de las palabras, emocionarnos, acceder a zonas ocultas de la realidad… Pero es también un negocio. Me temo que, con IA, con la omnipresencia del mundo digital y de las redes sociales, los grandes grupos editoriales aprovecharán sus potencialidades para abrir vías infinitas de negocio… De hecho, sus beneficios han aumentado notablemente desde la pandemia.
Lo políticamente correcto, la censura que acogota… ¿hacia dónde vamos?
Las experiencias de censura, veto, supresión o retirada de obras de teatro, amputación de bases de concursos, de revistas en alguna de las lenguas cooficiales está creando un clima enrarecido. Hay comunidades o ayuntamientos en los se están condicionando o suprimiendo obras (o retirando de las bibliotecas) que aluden a la homosexualidad, a la memoria histórica, que muestran una mirada políticamente incorrecta. Eso tiene una doble consecuencia: la renuncia o la autocensura. Eso es muy grave. Estamos cerca del momento en que la Plataforma Seguir Creando tome la iniciativa para movilizar al sector cultural… Si no, corremos el peligro de que el artículo 20 de la Constitución quede en agua de borrajas.
La Ley sobre IA aprobada por el Parlamento Europeo es un primer paso para regular de modo estricto sus límites, para salvaguardar los derechos de autor
La inteligencia artificial está de moda y muchos, que pasan por creadores, echan mano de ella sin rubor, ¿cómo influirá en la literatura a corto y medio plazo?
La Ley sobre IA aprobada por el Parlamento Europeo es un primer paso para regular de modo estricto sus límites, para salvaguardar los derechos de autor, para que los escritores sean consultados por las plataformas sobre el uso de sus obras en los sistemas de IA, para que sean remunerados y haya transparencia absoluta en los procesos. Debemos exigir que las obras originales, hechas sin IA, lleven una etiqueta que lo certifique. Confío en que la presión de los autores y de las entidades de gestión garanticen el futuro de la literatura y de la creación literaria.
La mayoría de los escritores hablan siempre de otros que han influido en sus obras y los toman como referentes, ¿a qué lugar acuden ahora y dónde sitúan su búsqueda?
La influencia de unos autores sobre otros siempre, en toda época literaria, ha sido un hecho. A veces, saludable. El problema puede surgir con el uso mediante IA de estilos originales de escritores para crear obras parecidas. Sería imposible rastrear las influencias, sin duda. La regulación legal rigurosa es imprescindible para que no se produzca esa eventualidad.
Cuatro partes conforman su libro: reflexiones, artículos y ensayos sobre la narrativa española de los últimos treinta años, sería la primera; críticas y artículos sobre distintos autores, algunos marginados y hoy olvidados, en la segunda; trabajos sobre literatura anglosajona en la tercera y cierra con reflexionar sobre algunas novelas o ensayos influidos por dos dictaduras. ¿Con qué parte se siente más satisfecho y cuál le ha costado más?
Creo que con la primera parte. Es la que más páginas ocupa y en el que se filtra mi concepción de la novela y en la que se constata cómo, más de treinta años después, algunas de mis aseveraciones sobre el tipo de narrativa que perduraría se han cumplido en buena medida.
¿Por qué su libro ahora? ¿A qué tipo de lectores va dirigido y con qué objetivo?
A veces, hablando con jóvenes colegas, con escritores de generaciones posteriores a la mía, me doy cuenta de que desconocen casi todo sobre la evolución de nuestra narrativa en el cambio de la dictadura a la democracia, que muy poco saben de algunos autores olvidados que jugaron un papel esencial en ese proceso. A los que nombres anteriores como Juan Eduardo Zúñiga, Vidal Cadellans, López Salinas o Ferres ni siquiera les suenan… Va dirigido a quienes vivieron el proceso, a los que vinieron después y, sobre todo, a las nuevas generaciones.
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