Sin duda, el personaje que José Soto Chica nos presenta en esta novela mostrándonos su carácter, su fuerza y decisión, valor y determinación, se trata de un personaje histórico, mujer, para más señas, que, seguro, por ello, por ser mujer, la historia, quizá también la historiografía, desdeña como lo que hubo de ser en realidad, un ser luchador, fiel a sus principios, pasional, por cuando es así que fue reina en los dos “bandos” por los que el destino la llevó, o tal vez, mejor estuviere decir la zarandeó. Es por ello que el novelista, con el aval de una investigación profunda y exhaustiva, nos muestra a la luchadora Egilona, vestida con ropajes de reina, pero revestida de dramáticas situaciones donde el mundo va derrumbándose a la par que surge uno nuevo, en el que no queda más remedio que subsistir. Las crónicas que a ella se refieren no dudan en mostrarla como una traidora, desde cualquier “bando” que se la contemplase. Igualmente flota en la narración la pregunta o preguntas, por ambos lados: ¿fue traidora para los cristianos porque se unió a Musa?, ¿lo fue más tarde porque según las fuentes árabes incitó a su nuevo esposo a la rebelión contra el califato de Damasco? Más allá de lo que el corazón, o la mente, o mente y corazón dicten, y queda dentro de cada persona, lo que cuentan son los hechos y los hechos hay que juzgarlos con igual rasero, se trate de reina, de plebeyo o pordiosero. Pero aquí se trataba de una reina cristiana antes, mora después y eso pesaba mucho. Y no, no la perdonaron, ni unos ni otros, ni cristianos ni musulmanes. El autor se ha servido mostrarnos su historia, su visión del personaje, su EGILONA, REINA DE HISPANIA a través de una muy viva narración, rigurosa en lo histórico, donde interactúan una cincuentena de personajes, la gran mayoría reales, henchida de detalles, de fechas. Una historia donde despiertan los sentidos a los olores, los colores, casi también el tacto, tal es el grado de descripción de aquellos y de determinados objetos. Se traslucen también, cómo no, las pasiones, las traiciones, el dolor físico y el interno, la impotencia frente a la adversidad, la renuncia. Y debería holgar decir que los personajes son muy bien tratados, pareciendo que la descripción los datara de alma. En lo relativo a la documentación e investigación por mor de ella y como dato que contraviene lo escrito referente al inicio de la invasión musulmana a la península, José Chica defiende que la conocida como la batalla del Guadalete, se desarrolló ciertamente mucho más al sur, entre Tarifa y Algeciras, en los denominados montes Transductinos, allí es donde se dio la gran traición que cambió el curso de la historia, al menos de los acontecimientos puntuales que vinieron a suponer la gran derrota cristiana. Pero el novelista va más allá en cuanto que nos habla de otras armas y ropajes distintos a los mencionados en el común de las novelas de la época, nos dice que no había turbantes sino yelmos, que no había cimitarras sino espadas y no combatían a caballo sino con muros de lanzas. En definitiva, nos lleva de viaje, de la mano por la Hispania de los inicios del siglo VIII y nos cuenta para más información que el mundo estaba inmerso en una crisis climática. Podemos fácilmente hacernos una idea de ello, pues los tiempos que corren nos arrastran a similar desazón atmosférica-terrestre. Ya para concluir he de exponer que la narrativa de José Soto Chica experimenta un perfecto equilibrio entre la trama y los sentimientos resultando a veces, a pesar del dramatismo, de las batallas, de la sangre, de la destrucción, que el texto goza de la belleza de la poesía: pura poesía narrativa, que usa del verbo preciso, del adjetivo, del adecuado complemento adverbial y aún más de la evocación de figuras líricas de puro goce de escritura: Somos instantes que se mezclan y se suceden. (Pág. 333) ALGUNAS FRASES EN EGILONA, REINA DE HISPANIA
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