A priori deseo indicar que el Papa Benedicto XIII es un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica que debería ser legitimado, por su ética, su moral y, sobre todo, por su preparación teológica, eliminando la excomunión. Dos cuestiones con las que disiento, pero que comprendo y acepto, y siempre respetuosamente, son: ‘no es la figura más importante de la historia de España’, aunque sí es un personaje a aceptar y reivindicar. Y, en segundo lugar: ‘no existe la Corona de Aragón, y tampoco la Corona de Castilla’, ambas concepciones políticas son anhistóricas; las titulaciones rigurosas, históricamente escribiendo, serían las de: los Reino de Aragón, y los Reinos de Castilla y de León, sensu stricto. La cuestión de que se avergüencen los españoles del denominado como Papa Luna, es excesivamente bondadoso por parte del autor, ya que un buen número de hispanos no saben ni quien es, algo muy triste y lamentable. El libro presenta una bibliografía muy rigurosa y concienzuda, entre las páginas 231 y 238. Asimismo, entre las páginas 19 y 23 presenta un interesante cronograma biográfico. El subtítulo es muy interesante, ya que este Sumo Pontífice tuvo una importante vinculación con el mundo de los templarios, e inclusive pudo haberlo sido. Y, por supuesto, no tengo ninguna razón para negar que sea su fuerte personalidad la que alumbre el inicio de la Edad Moderna. «Pedro Martínez de Luna, Benedicto XIII, el Papa Luna. Tres formas diferentes de nombrar a un mismo personaje que ha pasado a la historia como la obstinación personificada por la firmeza de sus convicciones frente a Roma. Pocos conocen la verdadera dimensión de quien realmente urdió la unificación territorial de España que vería la luz con los Reyes Católicos. Una figura intelectual, política, religiosa e incluso guerrera (porque la guerra, como en cualquier otro mandatario del siglo XV, sería fundamental en su pontificado) en cuyo pensamiento y en cuya obra observamos la estela del proyecto que la Orden del Temple diseñó para la cristiandad occidental. Custodio del santo Grial, poseedor de toda una armada naval, precursor de los Borgia y valedor de los Trastámara, Benedicto XIII protagonizó la apasionante historia de la resistencia del papado de Aviñón frente a Roma durante el Cisma e hizo de la villa castellonense de Peñíscola el centro de las miradas de España y del mundo. Su personalidad, su profundo ideal y sus dotes estratégicas lo convirtieron en una terrible amenaza para sus adversarios (a los que fue viendo morir uno a uno hasta Martín V) y en un nombre familiar y popular entre las gentes. Su legado, hoy difuminado, se expande por mil senderos y lo dibuja, junto con las crónicas, como el personaje quizá más determinante de la Baja Edad Media en todo Occidente». Es obvio que fue el Papa católico más preparado, intelectual y doctrinalmente, de cuantos se enfrentaron en el denominado como el Cisma de Occidente o Cisma de Aviñón (1378 hasta 1417). En los últimos tiempos se han realizado diversos estudios sobre este Papa, inclusivo analizando, a pesar de fallecer a los 95 años, sobre cuál era su nivel cognitivo e intelectual, y se ha llegado a la convicción de que estaba en la plenitud de su raciocinio y no presentaba deterioro cognitivo de ningún tipo, a pesar de su edad provecta. En la página-10 cita una serie de personajes que, según el criterio del prof. Más Torrecillas estaban muy por encima de sus enemigos, del momento histórico en el que vivieron, y a los que vilipendiaron; comparándolos con la hostilidad que padecieron, aunque esto sí es verdad que algunos de estos nombres son sumamente reivindicables, pero Felipe II presenta algunas sombras y, para un servidor asimismo medievalista, Ruy Díaz de Vivar “el Cid Campeador’ está sobrevalorado, ya que desde todos los puntos de vista: el Rey Alfonso VI de León y el Conde-Duque Pedro Ansúrez estaban muy por encima del alférez del Rey Sancho II de León y de Castilla. Benedicto XIII siempre estorbó a los poderes regios y papales de su época, hasta tal punto que fue objeto y atención para quererlo asesinar. Me encantan las continuadas comparaciones que realiza el autor, todas ellas se pueden criticar, en relación con incrementar el valor histórico del Papa Luna; por lo que no creo que el inteligente pero taimado Cardenal Richelieu sea un paradigma de positividad; sobre Trajano o Erwin Rommel se puede aceptar, aunque esta comparación genere perplejidad, por lo variopinto de los personajes. Página-11 Juan II es Rey de Castilla y de León, y así se intitula el propio monarca. El Papa Benedicto XIII tuvo una responsabilidad directa para que la dinastía de los Trastámara reinase en los Reinos de Castilla y de León y de Aragón, con los claroscuros que adornaron a estos monarcas, desde Enrique II “el de las Mercedes” hasta Isabel I “la Católica”, pasando por Enrique III “el Doliente” y Enrique IV “el Impotente”, Juan I y Juan II “el Grande”; todos ellos estigmatizados por el inicio dinástico tras el magnicidio-fratricidio de Pedro I “el Justiciero o el Cruel”. En algunas biografías o estudios sobre el Pontífice y su época se indica que fue condenado al ostracismo y al abandono de los fieles; todo ello es erróneo, hasta cierto punto, ya que siempre estuvo bien considerado y apoyado por los Reyes de Aragón, y este hecho conllevó que le siguieran un número más que aceptable de fieles católicos. Es obvio que el Papa tiene más de 89 años y desea descansar, tras una vida prolongada de lucha y reivindicación de sus derechos. “… Ello no le impediría, con todo, ejercer como Pontífice durante 29 años, casi tres décadas; como ejemplo de contrapunto basta recordar que su archienemigo, Martín V, ostentó el cargo la mitad de tiempo: 14 años. Durante ese prolongado ejercicio del poder eclesiástico, Benedicto XIII vio fallecer a todos sus enemigos, uno a uno, lo que consolidó su percepción de que seguía el camino correcto. No es un hecho intrascendente, dado que remarcaría algunos rasgos característicos de la psicología de don Pedro y condicionó mentalmente la forma en que sus enemigos trataban de acometer el problema; y es que, además de ser longevo, tuvo la capacidad de mantener su mente preclara, activa, con una diligencia que hasta hoy día sorprende. Su momento de mayor vigor, cuando sus argumentos se convirtieron en un discurso imbatible, se produjo entre 1414 y 1417, con la negociación en Morella frente al rey de la corona de Aragón y con los encuentros en Perpiñán frente al emperador del Sacro Imperio, el Concilio de Constanza de fondo. Pues bien, entonces, don Pedro contaba 86 y 89 años respectivamente…”. Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor nació en la zaragozana Illueca, año 1328. Cardenal en 1375, y Papa católico en 1394, ya en Aviñón. Pasaría a mejor vida en 1423, en Peñíscola, Reino de Valencia. ¡Libro esclarecedor! «Ceterum censeo Carthaginem esse delendam». Puedes comprar el libro en:
Noticias relacionadas+ 0 comentarios
|
|
|