- Tía, yo hay días que salgo plana.
- ¿Sin tu sujetador push-up que tiene un preformado extra para hacer que las tetas parezcan más grandes y estén más altas? Pues Puri, no lo entiendo en ti que pareces de Castellón de la ídem.
- Y un día a la semana me pongo tacones para empoderarme y parecer empresaria de éxito o reina, un suponer.
- Joder, equivoqué el culo con las témporas. ¡Si no das más pistas!, tía, me voy por lo más fácil ahora que con el calor se ve tanta matrona tetona por eso de usar camisetas que no dejan respirar. ¡Que tamaños usa el personal foráneo! Sobre todo. Parece que la mayoría sufre macromastia o gigantomastia, porque todas superan con creces la copa E.; y no es tal, porque tiene que ver más con la silicona que con la hipertrofia mamaria, un suponer, para alivio de la población y la S.S.
- No te pases Vani, que la mayoría calza un tamaño normal sin exceder los 400 g, que dicen los expertos, y si te las quieres subir, con el push-up lo arreglas. ¡Cuántas mozas antiguamente se metían algodón en el sujetador y un garbanzo para que el pezón pareciera inhiesto! Eran otros tiempos, ahora lo tenemos más sencillo. Y aunque esta reflexión valga de introducción, yo iba por la riqueza cultural que aporta a la ciudadanía un paseo en autobús por la city, aunque tengas que esperar 20 minutos a la solana y venga a timbote. Si pones la oreja un poco, tienes el reality asegurado y radiado a voces. Y me remito al último viaje y a la charla de dos pavas pijo-flacas y algo fefas. A ojo de buen cubero, ninguna superaba los 200 g… de donde ya sabes.
- Vale, te entiendo, tía. Eran más bien escurridas y planas de abajo porque era domingo y no iban a la ofi.
- ¡Lo has clavao! Y no sigo con la conversación porque versaba sobre la hipótesis de si tuvieran novio y la opción de sacarlo a pasear con amigos y llevárselo, o no, a las bodas de conocidos y familiares si fueran tímidos y faltos de plática en las que ambas eran expertas.
- Joder, es que, si escoges mal la pareja, te juegas tu reputación con los colegas, digo yo. Eso de visto ella, visto él…
- Encaja siempre, Vani, aunque queramos negarlo por la excesiva autoestima que nos profesamos a nosotros mismos. Eso de que al amor lo pintan ciego, es una trola como las que dice Pedro Antonio. Ni somos ciegos (metafóricamente hablando), ni gilipollas. Y si no puedes enseñar al colega porque te avergüenza, tienes un problema, tía, y mejor cambia de novio porque el pollo no va a mejorar ni aunque lo pulas con bicarbonato y vinagre, por no decir marcas comerciales que no nos pagan ni un euro. Tira planes con otro. ¿Lo pillas?
- No me taladres, Puri, y vamos a pasar a los hombres para que no nos digan que no defendemos a nuestras semejantas. Son los tíos los que más se avergüenzan de su chica cuando no pueden lucirla como un trofeo, y si está la pava como un quesito y lo jode cuando abre la boca… llévatela solo a comer canapés a dos carrillos y a sonreír cuando alguien se dirija a ella. Déjaselo clarinete: en boca cerrada no entran pájaros.
- Seguro que por eso muchos las prefieren feas, porque como decía, más o menos, una famosa periodista criminalista, las difíciles de mirar lo compensan con inteligencia y chispa. Quien ama a la rana, tiénela por la diosa Diana. ¡Ahí lo dejo!
- Pero ¿y si además de belleza distraída es una bocazas forradita de leuros y le dice amorcito a la oreja y él se hace el tonto? ¡Casose con gata por amor a la plata, gastose la plata, quedose la gata!
- Pero, tía, las ricas no avergüenzan porque saben comportarse en todos los momentos y eventos, cuidan su imagen y se muestran exquisitas en sociedad. Yo le diría, déjate la vergüenza atrás, y medrarás. Si es que puedes.
- No Puri, los tíos son muy mirados cuando están con los amigos. Como decía Amado Nervo: la conciencia del ridículo suele ser más molesta que la conciencia del pecado.
- Pues yo prefiero el aserto de Milán Kundera: Los errores personales no son causa de vergüenza, lo que realmente humilla es que son vistos por todos. O sea, que cuando no nos conoce nadie, te da igual lo que diga o lo que haga y cómo se comporte, pero cuando la paseas entre conocidos la cosa cambia. Es el problema de juntarse con tías que nada tienen que ver con ellos, y no digo que no te gusten partes de ese todo. Al principio el amor lo tapa, pero cuando desaparece, nos damos cuenta de que no encaja en nuestra vida social y sobreestimamos el qué dirán de nosotros por tener esa pareja. Y, por supuesto, en absoluto me refiero al físico ni, incluso, a la imagen que proyecta. Sentir vergüenza de tu pareja es una emoción, una señal que no debemos desatender porque supone ocultar algún defecto, propio o ajeno que, de ser conocido, provocaría la no aceptación o el rechazo social.
- Y todo esto porque escuchaste una conversación de pijo-flacas en el bus. ¡Menuda derivación!
- Es que no se puede quedar uno dormido en los burdeles, hay que ir al meollo de la cuestión, pequeño saltamontes y preguntarse el porqué de las cosas. ¿Cuál era la causa de que no quisieran llevar a sus novios a las reuniones de amiguillos o de la family? Lo tengo clarinete: se avergonzaban de ellos. Su percepción social es que los demás está muy pendientes de ellas y sus acciones, algo llamado efecto reflector vicario.
- ¡Ya te digo! Y con lo pedorras que parecían, seguro que pasan de ellas. Pero no siempre es así, porque hay cada uno y cada una… para echarlos de comer aparte. Si no que se lo digan a Groucho Marx cuando respondió al que le increpaba: Señor, esta señora es mi esposa. ¡Debería usted avergonzarse! Si esta señora es su esposa, ¡usted es el que debería avergonzarse! Lo que hace el no saber elegir…
- Vamos a darnos una vuelta por la Uni a ver si tenemos la misma suerte que Ágatha Christie, que se casó con uno más joven que estudiaba los restos del pasado, y decía: Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará.
- ¡Qué vergüenza! ¿nos vale un recién licenciado? ¿Vamos a pillar?
- Lo más probable es que ya veremos. ¡Ahí lo dejo, tía! ¡Ahí lo dejo!