- Ay, Puri, ¡Tengo una preocupación con la Aitana que no me deja parar! Está triste desde hace un tiempo y más delgada. Me pregunto qué mal aqueja a esta criatura que no suelta prenda, pero noto que sufre en silencio sin abrir su corazón a los cercanos que la quieren. Es como si tuviera un nudo en el estómago que la asfixiara y le quitara la alegría que la caracterizaba.
- Ahora que lo dices, hace tiempo que noto que no es el cascabel de siempre. Tiene pocas ganas de salir con los amigos y ponerse guapa, ella tan mona y divertida, está desmejorada y tristona. Noto que está a la defensiva, que salta como un resorte ante cualquier cosa, como si estuviera siempre en alerta ante un peligro inminente…, como si tuviera miedo.
- Pues blanco y en botella, tía. Creo que estamos ante otra pandemia después de la del COVID-19 que esta atacando sin piedad a tantos jóvenes y mujeres: las enfermedades mentales. Las investigaciones de la OMS afirman que, durante ese periodo, la prevalencia de la depresión y la ansiedad, aumentaron un 25% en todo el mundo. En España, en dos años, los trastornos de ansiedad han crecido un 34 %, llevándose la palma los menores de 25 años, que suponen casi el 41%. Afirman que existe “un patrón por sexo definido”, puesto que durante la infancia y adolescencia afectan más a los hombres, y en la juventud y etapa adulta a las mujeres.
- Pues lo llevamos chungo, Vani, ganamos en todo al sexo débil. Hasta en padecer trastornos de ansiedad por la capacidad anticipatoria que tenemos y la perseguidora que mantenemos aun estando relajadas.
- ¡Joder, si tú no te relajas ni durmiendo! Siempre estás en tensión cumpliendo todos los requisitos que caracterizan a esa enfermedad según los expertos, porque, ¿qué es la ansiedad? El estado normal de Puri desde que se levanta: experimentar una tensión de manera constante, en forma de preocupación o de miedo, unas veces de manera leve, otras muy intensa, que además te resulta difícil controlar, afecta a tu vida diaria y no eres capaz de relajarte, desconectar o sentirte sosegada. Tía, tienes un problema. Te preocupas de manera excesiva ante lo que está por venir, te anticipas a las amenazas, la mayoría imaginarias, que están en tu cabeza y reaccionas con un grado de desazón excesivo que te hace muy infeliz. En tu caso, yo diría que tienes la perseguidora -que diría Terete-, porque no aciguas y das más vueltas que el lobo del Retiro. Algo que interfiere en tu rendimiento diario y, sobre todo, en tus relaciones personales.
- Algo de razón tienes, pequeño saltamontes, pero estamos hablando de algo muy serio que provoca un dolor inmenso a quién lo sufre. Según el DSM-5 -Libro de Asociación Estadounidense de Psiquiatría-, la definición de ansiedad es la de “respuesta anticipatoria a una amenaza futura”. Esta respuesta constituye un estado de alerta natural que desencadena sentimientos de miedo, inquietud y preocupación excesiva en la persona que la produce. Si ese tipo de tensión no desaparece, sino que se repite con frecuencia, la sensación de ansiedad deja de ser una respuesta eficaz para el organismo y se transforma en un trastorno psicosomático conocido como trastorno de ansiedad. Sería, pues, un mecanismo de defensa cuando estamos ante un peligro real, pero si se produce de manera frecuente ante situaciones cotidianas o estímulos internos que vivimos como amenazantes, deja de ser eficaz y es cuando realmente nos enfrentamos a un trastorno de ansiedad. Como el que sufre Aitana.
- Pues yo creo que todos, en mayor o menor grado, tenemos ansiedad. Es imposible no sentir miedo o preocupaciones a lo largo de la vida, no angustiarse cuando te pasa algo a ti o a tu familia, controlar una situación difícil en el trabajo, sufrir una pérdida, llegar a fin de mes…
- Todos nos enfrentamos a situaciones reales que generan ansiedad; la cuestión está en cómo las enfrentamos y resolvemos, la permanencia en el tiempo y si anticipamos otras que no son realmente peligrosas y las interpretamos como amenazantes. Damos respuestas desproporcionadas y nos enganchamos a una pesadilla que parece no tener fin. Deja de ser una ansiedad adaptativa para convertirse en una zozobra permanente de la que es difícil escapar.
- Pero tiene que haber causas que nos hagan caer en esta ansiedad generalizada. ¿Los que la padecen son personas más vulnerables?
- Multifactoriales pueden ser las causas, tanto de tipo biológico, como químico, genético o social, además de la tolerancia al estrés de cada uno, del contexto en el que vive, la situación familiar, las experiencias… dando un peso enorme a la vulnerabilidad psicológica del sujeto, la confianza y los recursos personales que tengamos para salir del pozo. Es importante conocer qué pensamientos disparan nuestra ansiedad para que la incertidumbre no empeore la situación. Desde luego no ayuda acumular estrés durante un periodo prolongado, vivir situaciones con una elevada carga emocional, ser personas con hipocondría, llevar una vida desorganizada, tener algún tipo de adicción, tener una red social insatisfactoria, mantener una vida poco activa y/o saludable, tener predisposición biológica, no controlar ni poner límites a los pensamientos y no aceptar los cambios y la realidad en la que te mueves, según la psicóloga Patricia Fernández.
- Entonces, hay que atender a las señales para que el mal no vaya a más y no sea una enfermedad invalidante cuando empieza a alterar nuestra vida.
- El trastorno de ansiedad la cambia por completo porque se manifiesta a través de tres vías. Cognitiva-Emocional, lo que pensamos y lo que sentimos: anticipaciones, preocupaciones, temores, inseguridades, sentimientos negativos sobre nosotros mismos, etc. Fisiológica, lo que sentimos en nuestro cuerpo, las manifestaciones corporales: sudoración, temblores, molestias estomacales, opresión en el pecho, mareos…y Conductual, lo que hacemos, nuestras reacciones: mordernos las uñas, comer en exceso o no comer, fumar, evitar situaciones…
- Y los ataques de pánico, que hubo un tiempo que llenaban las urgencias de pacientes al presentar síntomas similares a un problema cardiaco: palpitaciones, sudoración, temblor o sacudidas, sensación de dificultad para respirar o de asfixia, sensación de ahogo, dolor o molestias en el tórax, náuseas o malestar abdominal, sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo, escalofríos o sensación de calor y sofoco, sensación de entumecimiento o de hormigueo, desrealización o despersonalización, miedo a perder el control o de “volverse loco”. Miedo a morir.
- Pero hay salida, amiga. Lo primero es aceptar nuestras emociones sin enmascararlas, sin resignarse, identificando lo que estamos viviendo; tener paciencia con nosotros mismos, querernos y comprendernos; tener unas expectativas realistas sin autoengañarnos; percibir cuándo un pensamiento es desadaptativo; escuchar nuestro cuerpo y mimarlo para cambiar las emociones; la imaginación positiva; distraernos, hacer ejercicio, meditar, dejarte querer, escuchar música, bailar… y lo más importante, pedir ayuda profesional a los primeros síntomas.
- Y un poquito de tensión no viene mal, nos motiva, nos hace levantarnos cada mañana, pero sin pasarte, tía, que te levantas con las gallinas…
- Pues ¡hala! A correr un rato por el parque que hace bueno, llama a la Aitana y que se ponga esas mallas apretaditas que le sentaban tan bien, y a mi querida Marieta, que también anda de bajón…
- ¿La del guozka con naranja en la fiesta del pueblo?
- Tía, que solo fue una vez… hoy toca agua fresquita.
- Ahí lo dejo, tía, ¡ahí lo dejo!