El valenciano Sergio Villanueva nos transporta con su nueva novela, Los adioses póstumos (Algaida Editores, 2024), a una mañana valenciana de octubre de 2005, donde minutos antes de un eclipse total, Marcelo Martín-Santos envía un e-mail de despedida a su hermana Sofía, la joven gerente del mayor grupo constructor del litoral levantino. Han pasado varios años sin verse y sin tener noticias el uno del otro; Sofía, incrédula al no recibir respuesta a sus llamadas, viaja a Madrid, el lugar de residencia de Marcelo. Mientras su chófer conduce, ella lee el archivo adjunto al e-mail, donde su hermano mellizo le relata, como si fuese una novela, la vida de su familia, con el fin de sacarla por unas horas de sus obligaciones empresariales para llevarla, a través de sus sentimientos, a ese punto de encuentro entre hermanos. La palabra escrita y la importancia de la lectura, serán el medio por el que Marcelo intentará, como último cartucho, acercarse a su querida hermana.
Con una elegante prosa, se diría que incluso poética, el autor, a través de la voz narrativa de Marcelo, pasea al lector por los tiempos de la familia Martín-Santos y la familia Benedet, desde la época de los abuelos hasta la infancia y juventud de los mellizos. Y lo hace reflexionando, a la par que explica sus orígenes, sobre sus vivencias y sus anhelos. La Guerra Civil que tanto marcó al abuelo materno Gabriel y su filosofía de vida serán determinantes para el futuro de Marcelo, su abuelo fue el que le inculcó el amor a la literatura y a los libros; Sofia crecerá a la sombra del autoritario abuelo paterno Jesús, pero ¿acaso ella recuerda todo lo que le está contando su hermano?, o ¿simplemente decidió olvidar?...
Cada personaje, cada protagonista, está construido con cuidadoso detalle, desde las descripciones físicas, hasta la manera de ser. Grandes personajes que caminan por unos escenarios altamente visuales, entrañables y conocidos; así veremos cómo Villanueva convierte a la ciudad de Valencia del siglo XX en un personaje más, al ser testigo principal de los momentos más importantes y decisivos de la familias que nos ocupan. Marcelo evoca, a través de continuos saltos temporales, su pasado lejano y próximo, para hacer pensar a Sofía, para hacernos pensar a nosotros.
Los adioses póstumos es un homenaje a la escritura como sanación y a los libros como fuente de sabiduría, también es un homenaje a la familia, a la unión entre hermanos, al recuerdo perdido y al abrazo hallado. Y, ante todo, es un homenaje a la lectura como refugio de soledades y puerta abierta a la libertad, esa que nuestro protagonista intenta mostrar a su hermana, que ella no conoce y él le regala.
Los adioses póstumos es una novela que fluye, como fluirá en nuestro corazón al leerla. Existen tantas enseñanzas en ella, tantas palabras no dichas a tiempo, tantos secretos familiares y tantos adioses póstumos no expresados, que, seguramente, sucumbiremos a la emoción de la que hablaba al principio y por la que no olvidaremos a los personajes. Ellos harán que imaginemos los eclipses, en el momento justo de superponerse los astros, creando con su magia una hermosa historia.
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