"El tablero de la reina", última novela del borjano, de Borja (Zaragoza), Luis Zueco, consumado escritor de novela histórica, nos traerá y llevará por los derroteros de una historia que no por sabida, nunca está de más ponerla en valor y ello más aún en los tiempos que vuelan más que corren, pues entre sus propuestas, además de los hechos históricos probados (el conflicto por la sucesión de Enrique IV de Castilla y la evolución de las normas del ajedrez), está la lucha que una gran mujer, Isabel la Católica, habría de entablar hasta cambiar las normas establecidas, sí o sí. Las reglas de cualquier juego no necesariamente son inamovibles. El tiempo y las circunstancias serán quienes propicien los cambios oportunos en pro de la evolución y permanencia de los mismos, casi como en la máxima de Darwin que venía a decir algo así como que las especies que no son capaces de adaptarse a su entorno, sencillamente mueren. Pues bien, el ajedrez ha perdurado en el tiempo, ha llegado hasta nuestros días, si bien no es el de su invención en el Valle del Indo, allá por el siglo VI. Su reglamento ha sufrido sucesivas modificaciones a lo largo del tiempo. Transcurridos más de 200 años, entre el siglo VII y IX, llegaría a Europa a través de la conquista de “España” por el islam, aunque también lo practicaban los vikingos y los Cruzados que regresaban de Tierra Santa. Se jugaba de acuerdo con las normas árabes, descritas en diversos tratados de los que fue traductor y adaptador Alfonso X el Sabio. Ahora bien, sería en la era moderna del Ajedrez, ubicada en el siglo XV, donde las piezas obtuvieron la forma que tienen en la actualidad, jugándose ya prácticamente con las reglas que hoy se usan. Buceando el autor en la historia y pragmática de tan afamado y fascinante juego, toda vez que junto con los libros y la Historia, son sus grandes pasiones, según ha revelado en más de una ocasión, encontró la época adecuada, el momento preciso en el tiempo para aunar en una novela los tres citados elementos que habrían de componer las 623 páginas de un cóctel sabroso de beber, afable de deglutir, y delicado de digerir, donde los precisos verbos, los ajustados diálogos, los breves capítulos, e incluso las partes en que está estructurado no hacen sino reflejar las necesarias pautas a que todo escritor ha de atenerse para llegar al común de los lectores. La época, el siglo XV. El lugar, la convulsa Castilla años antes del ascenso al trono de Isabel, hija de Juan II de Castilla, hermana del joven rey Alfonso (no reconocido en la historiografía) y hermanastra del rey Enrique IV de Castilla. Y es en este mismo momento, en el período histórico que comprende la segunda mitad de siglo, donde se da asimismo un importante cambio en las normas que habrán de regir en el “juego de Reyes”, mucho tiempo así llamado, que es el ajedrez: la preeminencia de la reina sobre el resto de las figuras, incluso del rey, ¿por qué no? La figura a capturar, seguirá siendo el rey, pero quien ostenta mayor poder sobre los escaques, la reina. Esta metáfora ajedrecística, esta analogía será la que se verificará en Castilla a partir de 1468, un momento crucial de la historia, con la muerte de Alfonso de Trastámara. A partir de la subida, al trono de Enrique IV, su hermanastra Isabel comenzará a mover fichas, aunque más concretamente sería a partir de que el rey nombrara heredera a su “hija”, si lo era, Juana, conocida como la Beltraneja. “No puede haber dos reinas en el tablero” debieron pensar Isabel y sus partidarios. Sabe Isabel que las grandes partidas no se ganan en el primer movimiento. Revolucionario es sin duda el asunto hasta el punto que el autor se plantea que ¿cómo es posible que, en una sociedad medieval y feudal, donde el papel de la mujer es secundario, la figura más importante del juego pase a ser una mujer? Como revolucionaria resultó la actuación de Isabel, coronándose reina sin su esposo para gobernar por todo el tablero de Castilla. Orientado el relato en torno a estas dos trascendentales cuestiones, Luis Zueco propone una trama que comienza con el robo de un importante libro en la Alhambra llevado a cabo por uno de los que más tarde sabremos protagonista necesario, Ruy, aun cuando producto de la invención del novelista. A este hecho le sucederá un momento bastante negro de la historia de “España” denominado “Fuego de la Magdalena” producido en 1467 en Toledo, un estallido violento sectario que supondría un punto de inflexión en la política española, posiblemente derivando en los posteriores hechos antes referenciados. De aquí la joven Gadea protagonista femenina de la novelada trama, saldrá ilesa en lo físico pero muy “tocada” en lo sentimental con un “dolor permanente que le oprime el pecho y no la deja respirar”. Y las campanas, ¡ay del sonido de las campanas! Deberá Gadea correr, avanzar, esconderse, no mirar atrás, quizá hasta tenga que…luchar en el mundo hostil que comienza a conocer. Habrán de acaecer importantes acontecimientos, que el autor tejerá con magistral pluma hasta que los citados protagonistas crucen sus destinos en aquel mar de luchas internas que se desarrollan en la Corte. El ajedrez también será protagonista necesario en las vidas de Gadea y Ruy y no tanto porque disputaran partidas jugando frente a frente. No. En la partida que han de jugar serán los peones forzosos que se moverán en la búsqueda veloz contra el tiempo que apremia, del verdadero culpable o culpables de determinado asesinato en el que se ven envueltos por mor de las conspiraciones contra Isabel para que no alcanzara el trono. La partida está servida pues, a más de los peones, está también el alfil, el obispo o arzobispo, con su recorrido en diagonal a lo largo de todo el tablero, creando juego y conflictos; los caballos, saltando casillas y escondiéndose y al mismo tiempo esquivando obstáculos, pero contribuyendo a la complejidad de la trama; el rey que tendrá mucho movimiento, aunque sin largos pasos, sorteando los “jaques” de las circunstancias y lanzando a sus peones a su propia lucha, sin olvidar a los nobles que empuñarán las armas según conveniencia, por espurios intereses; y la reina, claro está, la más vigilada, quizá hasta ninguneada, pero sin duda temida cuando se plante a mitad del tablero con sus partidarios dispuesta a dar la cara, a luchar con las nuevas armas que le han sido dadas por las normas, y si no, se cambian las normas. Además de los libros, el ajedrez y la Historia, los tres ingredientes principales que el autor, siendo tan de su gusto ha mezclado en El tablero de la reina, encontrará el lector muchos de aquellos ingredientes del común de la cocina de la vida: intriga, emoción, aventura, juego, amor, humor, sentencias y refranes, bastantes de ellos y muy bien traídos a colación. Todo debidamente combinado y con las dosis justas proporcionadas por la receta que nos propone Luis Zueco, nos sentará en nuestro sillón de lectura, y hará que, tras el primer sorbo deseemos pronto ver el final del vaso. Reglas por cambiar, reina que se autoproclama, libros que desaparecen, traiciones, maquinaciones casi diabólicas, si no fuera pecado, todo junto, pero con especial significación en lo histórico nos llevará a entender que el autor se ha valido de una profusa documentación como en sus anteriores novelas, “El cirujano de almas” (sobre medicina), “El mercader de libros” (sobre libros) y la denominada Trilogía medieval compuesta por “El castillo”, “La ciudad” y "El Monasterio”. En esta ocasión como venimos diciendo el tema es el ajedrez. Ha comentado el autor en cierta entrevista con motivo de la publicación de El tablero de la reina, (Diario de Teruel -digital-) que, a la hora de pensar en una novela: “no busco un personaje o un periodo histórico, sino un tema y luego busca el momento preciso que me permite contar lo que quiero de él”. Una fórmula tan válida como otra cualquiera digo yo, aunque afirma él que: “no es una forma muy habitual de trabajar, pero yo siempre lo hago así”. Incluye la antedicha entrevista la afirmación por parte de Luis Zueco de que no intenta enseñar historia, que “La novela debe ser un texto que divierta”. Y es así, a mi entender, pues doctores tiene la iglesia. Que para enseñar o escribir la historia están los historiadores. No obstante, por su formación y estudios (además de ingeniero industrial, es licenciado en Historia y máster en Investigación Artística e Histórica), bien que podría hacerlo, es más yo afirmo que es así, que se aprende, al tiempo que es muy entretenida, amena, divertida, sugerente y divulgativa la lectura de El tablero de la reina. Ah, no es este el final. He entresacado del texto de la novela algunas frases, que bien podrían ser sentencias o consideraciones que, sin duda, al margen de la trama novelada o de lo histórico narrado, podrían constituir, no un resumen o sinopsis de la novela, como digo, sino un catálogo de reflexiones o adagios, que como suele decirse “no tienen desperdicio”, antes bien dignos de enmarcar. Hay más, muchas más de las escogidas, pero serán 16 las que coloco en mi tablero y… ““comienza el juego””:
La entrevista citada: https://www.diariodeteruel.es/entrevistas/luis-zueco-escritor-el-ajedrez-siempre-ha-reflejado-la-sociedad-de-cada-momento-desde-hace-1500-anos Puedes comprar el libro en:
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