- Pero ¡qué acelere llevas, Puri! ¡Que me atropellas y no te enteras!
- ¡Llego tarde, Vani! ¡Qué agobio!
- Para tía, que tengo la birra fresca y te voy a tomar las pulsaciones con el dispositivo wearable inteligente que llevo en la muñeca, último modelis, un artefacto con múltiples funciones para controlar el estado físico de las mismas personas.
- Prefiero el reloj de cuco, el smartwatch me mantiene conectada con las redes, los correos electrónicos y los mensajes, y me pone de los nervios con tanta vibración mantenida sin descanso.
- ¡Joder, Puri! Tú frecuencia cardiaca está en 115 pulsaciones por minuto ¡Cualquier día te da un parrús y ni te enteras, colega! Ni que fueras el conejo de Alicia en el País de las Maravillas.
- No estoy yo por la esquizofrenia y los viajes oníricos en este momento, pequeño saltamontes, que es la metáfora que subyace en el cuento de Carroll; casi nadie sabe que era un matemático profesor de la universidad de Oxford llamado Charles Lutwidge Dodgson. Tengo los pies en el suelo y no paso de un mundo a otro, ni mezclo el sueño, con la razón y la lógica. Aunque sí me asaltan dudas existenciales y doy muchas vueltas a las cosas. Y me obsesiona el tiempo.
- Tía, siempre llegaras a algún sitio si caminas lo suficiente. No necesitas galopar como caballo desbocado o ir como pollo sin cabeza. ¿Cómo vas a saber quién eres si estás cambiando continuamente? Dicen en el cuento…
- Yo no dudo de mi identidad y tú no eres la Oruga, que representa la lógica racional, y no vamos a hablar de despropósitos de la narcisista reina de corazones ni de los sanchosferas, no siendo que me decapiten de un solo tajo, sin esperar el veredicto, por su percepción distorsionada de los fachosferas.
- ¡No problema! ¡Be happy! ¡Que no tengo el ñoco pa ruidos! Pero, ¡para ya de una vez!, que vives en un sinvivir y así no vas a llegar a la templanza de la que hablan los estoicos. Así sólo te van a dar dos premios: uno por gilipollas y otro por si lo pierdes, que dice mi amiga Lola, también conocida como la Corinna de las ondas. Los límites solo están en tu cabeza y si te sientes perdida, desconecta y a otra cosa, mariposa.
- ¡Joder! Últimamente centro mis esfuerzos en controlar lo que no está bajo mi control, malgastando un tiempo maravilloso que se me escapa, a la vez de hacerme pajas mentales que no me llevan a ningún sitio. Dice Massimo Pigliucci, sobre cómo ser un estoico, no tratar de suprimir u ocultar las emociones; más bien se trata de reconocer nuestras emociones, reflexionar sobre lo que las provoca y redirigirlas para nuestro propio bien.
- Tía, tú eres pura emoción andante. Piensa que no puedes ganar mientras no aprendas a perder. Además de la templanza céntrate en la serenidad para bajar esas pulsaciones que te van a matar de un infarto. Practica la virtud y la excelencia… Desde luego, lo que sí cumples es lo del compromiso social y el amor por la humanidad y la naturaleza, mayormente.
- Lo único que se me ha desarrollado es el carácter, muchas veces furibundo, que practico y sufren los que quiero y tengo cerca, pero la excelencia personal, la veo a años luz de mi mismidad. Y mira que pienso y le doy a la mollera hasta entrar en bucle y llegar a la obsesión…
- El andar de la ceca a la meca todo el día, con cosas que no son tuyas, no te lleva a lograr la serenidad. ¿Para qué quieres tu puta agenda si no eres capaz de planificar bien tu tiempo ni tu espacio? Ambos han de ser sagrados para ti; apunta tus momentos para meditar, salir a Debod a ver los atardeceres, hacer unas pesas para trabajar las alas de murciélago, sentadillas para proteger ese culito prieto, yoga para relajar el espíritu, Pilates para mantener una buena musculatura y combatir el estrés, running para mejorar la circulación sanguínea y no escapar de ti misma, simples estiramientos para disminuir el riesgo de lesiones, saltar a la comba en la alfombra para no incordiar a la vecina de abajo, retomar el punto de cruz o el ganchillo como hacía tu madre, y leer, siempre leer, pero disfrutando, no para ayudar a que los demás vendan sus libros y ni te den las gracias por promocionarlos.
- ¿Y cómo domino la voluntad sobre los instintos para alcanzar la virtud de la templanza? Nunca fui un modelo, y poco a poco, las tres teologales y las cuatro cardinales me han ido abandonado, menos la fortaleza -a ratos-, la justicia y la caridad. He perdido la fe y casi, casi, la esperanza. Y de las que añaden, no hablemos de la castidad, que hasta luzco canalillo sin pudor cuando antes me ponía un imperdible para no enseñar… Trabajaré la templanza, no queda otra si quiero llegar a la serenidad.
- Joder, Puri, no te veo muy en forma cuando vas de literal. Lo que tú tienes, además de un lío gordo, es que no tomas las decisiones con el cerebro adecuado, que incluye un three in one, como Mister Proper o la Santísima Trinidad, que se han ido desarrollando a la par que la evolución de los mortales mayormente, según la teoría desarrollada por Paul MacLean. El cerebro reptiliano, el más básico y antiguo, situado en la zona más baja, que se encarga de cuestiones automáticas y de alerta; pura supervivencia, diría yo, que se activa ante situaciones de miedo, por ejemplo. El mamífero o límbico, en él que reside la capacidad de sentir emociones y se asocia a conductas aprendidas, agradables o desagradables y, por último, el más reciente en esa evolución, el neocórtex o cerebro racional, que se encarga del lenguaje, pensamiento, pensamiento abstracto, cognición…
- Veo que vas de experta después del café que te tomaste ayer con tu amigo Alberto, tía. ¿Me estás queriendo decir que en vez de tomar las decisiones con el cerebro que piensa las tomamos con el cerebro que siente? Ahora entiendo lo que decía José Ovejero en la entrevista que tuvimos hace unos días apelando a la neurobiología: nuestro cerebro ha tomado decisiones antes de que nosotros hayamos decidido tomarlas. En el fondo, nuestras decisiones vienen de lo que nos rodea y de lo que nos ha ido construyendo y destruyendo.
- ¡Ahí lo dejo, bonita! ¡A la mierda tanta emoción!
- ¡Cien por cien Vani! Pero, ¿el mundo sería más bonito si solo apeláramos a la razón? Yo quiero seguir sintiendo, equivocándome, acertando… y trabajando en la templanza y la serenidad.