Nada más probar el café le suelto la primera pregunta: ¿Por qué un título tan generalista como “Vibración”? “La verdad es que empecé a trabajar en este libro solo con esa idea. Yo no sabía qué iba a escribir, no tenía ni idea, pero sí esa idea de que es algo que permanece incluso cuando ya no lo podemos percibir. Es como un sonido, como una música. A la música, puedes ir bajando el volumen hasta que no lo oyes, pero sigue vibrando. Entonces pensé que eso sucedía con la historia; en cualquier lugar hay una vibración que ya no se percibe pero que sigue ahí, el pasado, los secretos, las violencias… todo eso se queda y que pienso que eso atraviesa la historia hasta el presente y seguirá también atravesando el futuro, lo que pasa es que, en los lugares pequeños, eso se mantiene más tiempo. En un pueblo, se transmite durante generaciones que no se mueven de allí”, razona el autor madrileño. El espacio donde transcurre “Vibración” es un lugar real de la Extremadura profunda, “más que en un pueblo son dos, lo que pasa es que yo hago como si fuese solo uno, justo donde está la central nuclear de Valdecaballeros, que nunca llegó a entrar en funcionamiento… Vi que allí me empezó a interesar porque había toda una serie de residuos de la historia que no estaban directamente conectados, pero indirectamente sí. Es un lugar en el que había un dolmen del tercer milenio a.C. Aquello fue una zona donde estuvo situado un frente de la Guerra Civil, y por tanto se generaron un montón de violencias, hubo durante un tiempo un campo de prisioneros, y entonces empecé a contar historias sobre todos esos residuos”, expone de manera clara y continúa diciendo “el problema cuando escarbas en la historia de un lugar es como si hicieses una excavación arqueológica. El libro tiene mucho de arqueología. Tú vas examinando estratos, capas, y siempre te encuentras con testimonios de violencia. En cualquier lugar habitado hay una historia de violencias. La historia, no voy a decir que es eso, pero eso se da en todas partes. Y esa historia de violencias va fijando las estructuras sociales, las manifestaciones culturales, y no me quedaba otro remedio. He intentado no hacer nada escabroso o tremendista, pero hay cosas que no puedes evitar”. Uno de los pasajes más tétricos de la novela es el que relata unos ahorcamientos realizados durante la Guerra Civil en una casa. “Se basa en una historia real, esa casa existe, la llaman la casa de los ahorcados, esa historia se dio allí. Entonces, eso sigue vibrando, la casa sigue allí, la gente sabe qué pasó en esa casa. Todavía quedan allí descendientes que conviven con quienes fueron los perpetradores del crimen. Entonces, ¿cómo puedo ignorar eso cuando estoy haciendo la arqueología del lugar? Es imposible”, sentencia el escritor. “Vibración” es una única narración, pero escrita de forma fragmentaria que pasa de la primera a la tercera persona, ¿por qué esa forma de narrar?, le pregunto. “Bueno, he descubierto que soy muy benjaminiano, por referirme al filósofo Walter Benjamin, pero ya lo era sin saberlo. He leído de manera muy dispersa a Walter Benjamin y lo he empezado a leer ahora en serio. Y de pronto descubro que el libro está lleno de ficciones que tienen que ver con muchas concepciones de Benjamin. Por ejemplo, él dice: intentar narrar la historia de una manera lineal, es una forma de falsificarla. No podemos establecer las causas, ni un hilo conductor para crear una historia. Eso, lo único que hace es perpetuar, dice él, la versión de los vencedores. Esa versión que en cada época se va asentando y que se va transmitiendo. Decía que la historia solo la puedes contar mediante fogonazos. Iluminando momentos del pasado. Solo así se podría recuperar esa sensación que atraviesa determinados lugares en determinados momentos. Y yo, sin saberlo, había decidido contar primero esta historia con fogonazos. Es decir, iluminando momentos, como única manera de acercarme de verdad a ellos”, explica. “Me da miedo que el lector se pierda, pero he intentado dejar suficientes pistas, pero sin volverme demasiado explicativo. Yo confío en la inteligencia de mis lectores y lectoras y yo sé que éstos es gente que está dispuesta a hacer un pequeño esfuerzo de comprensión”, razona y agrega “en el fondo, lo que intento es que el que me lee capte también esa vibración y tener muy claro que significa, pero que de alguna forma también lo atrape”. Ovejero me confiesa que el título provisional del libro fue “Todo vibra”. “Luego lo cambié por “Vibración”. Un niño no tiene memoria o es muy corta, no tiene el lastre del pasado, por tanto, como sí percibe algo es más curioso y es la atracción del misterio, la atracción del silencio, y eso tiene una relación con algo que a mí me empezó a interesar mucho y es la relación con lo fantasmagórico. Hay algo, la vibración comparte con el fantasma que a determinados niveles está presente y ausente a la vez. El fantasma se manifiesta o no, tiene voz, pero no tiene cuerpo, o es visible pero no tiene materia, pero está allí. Hay esa aparición fantasmal que se da más en los niños que están más abiertos a la maravilla y a la curiosidad”, expresa. “Hay una España que ha perdido siempre”Para el escritor, los personajes tienen más importancia que el relato o la historia que va a contar. “Los personajes, las situaciones y los lugares son muy importantes. El lugar es el protagonista fundamental de la novela, el espacio físico, el espacio histórico y el espacio social. Esta parte de España que se ha empezado a llamar la España vacía, la España vaciada, pero para la que hay también un concepto de los años setenta que es la España saqueada. Es esa España que ha perdido siempre, que siempre la han explotado para extraer las materias primas, por ejemplo, de lo que nunca ha sido realmente beneficiaria; quien se beneficia son las grandes cadenas, los distribuidores… eso no significa que allí no haya historia. En los lugares sin historia hay mucha historia”.
“Yo creo que cualquier escritor, al contrario de lo que se suele decir, tiene la capacidad de escribir sobre lo que no conoce. A menudo se dice, que hay que escribir solo de aquello que se conoce, pero lo que conocemos es solo una vida muy limitada y a mí lo que me hace la literatura también como escritor y a lectores/lectoras es precisamente asomarte a lo que no conoces. Lo que pasa es que, para eso, tienes que trabajar. Tienes que investigar y también un trabajo de empatía, de intentar entender, de intentar sentir, porque todos, aunque no hayamos pasado la vida en un pueblo, todos tenemos relaciones con pueblo, relaciones familiares”. Para escribir “Vibración” ha utilizado los recuerdos de su abuela, de su madre y los suyos. “La memoria no se construye solo con la propia experiencia, se construye con la experiencia de los demás. Hay esa memoria vicaria que tenemos, que nos dan quienes nos rodean. Incluso, nuestra propia infancia, a menudo, no la recordamos realmente, sino que la recordamos como nos la han contado. Yo tengo historias muy vívidas, pero yo sé que no fueron como las recuerdo, lo que tengo es la imagen que me han dado de ello. Es importante darnos cuenta de que esa memoria individual siempre es una memoria colectiva”, detalla Ovejero y agrega “nosotros somos personajes que se crean. Que creamos nosotros con la influencia, la ayuda o las limitaciones de los demás. Nuestra identidad es lo que creemos que somos, es lo que creen los demás que somos y lo que somos, lo que pasa es que eso es imposible de saberlo por completo, y como tenemos un montón de huecos, eso es curioso porque hay una continuidad importante, pero en la que era consciente de que continuamente para narrarnos rellenamos huecos. A veces recordamos mal y eso se puede ver en cualquier reunión familiar, ¿te acuerdas de cuándo…? Y alguien dice, no, pero no fue así”. Para finalizar, hablamos de la importante de la Guerra Civil en la memoria colectiva. “Yo creo que es algo inevitable, y cuando estás escribiendo un libro, tienes que estar abierto a eso que no te queda más remedio que contar. No es que quisiese escribir sobre la Guerra Civil, pero si estoy haciendo ese trabajo casi de arqueología literaria, te la encuentras. Mi bisabuelo enterraba muertos que se encontraba en las cunetas. Esas cunetas existen. Existen esos restos, por lo menos esa memoria del campo de concentración, existen las violencias que hay ahí. Yo no puedo hablar de ese lugar y negar casi lo más reciente, la vibración histórica de una violencia reciente. ¿Me interesa? Pues, claro que me interesa como muchísimas cosas. ¿por qué está ahí? Porque no podía no estar ahí. Sería falsear la realidad, falsear la historia y la ficción no es una manera de contar otra historia, de cambiarla; es una manera diferente de acercarte a ella, pero que tiene que ser tan honesta como cualquier narración histórica”, concluye José Ovejero que ha escrito un libro, quizá difícil por sus muchos giros, pero indispensable para conocer el porqué de muchos hechos que han sucedido en nuestra historia más o menos reciente. Puedes comprar el libro en:
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