La novela comienza con un prólogo, escrito en primera persona, de una de las mujeres anónimas que vivieron esa experiencia. Esa voz desaparece hasta el epílogo, donde el lector podrá atar los cabos que quedaron sueltos. “Ese personaje que cuenta la historia en primera persona nos descubrirá, al final, quien es. En eso, hay un poquito de misterio”, nos cuenta Mayte Uceda nada más comenzar nuestra entrevista. Para la autora, afincada con su familia en un pueblo marinero asturiano, “mi novela no es histórica, es una novela de personajes que transitan por un determinado momento histórico. Es una novela coral”. Ha estado dos años documentándose y escribiendo su obra, “todo surgió cuando estaba escribiendo mi anterior novela El guardián de la marea que, entre otras cosas, contaba el naufragio del trasatlántico Valbanera al norte de Cuba en 1919, que a día de hoy, sigue siendo la mayor desgracia naval española en tiempos de paz, con 487 muertos, la mayoría emigrantes canarios. A raíz de la documentación que recopilé, encontré una carta de un emigrante asturiano en Cuba que escribió a su pueblo pidiendo esposa”, explica. Como la emigración era eminentemente masculina, recurrían a sus pueblos para encontrar esposa, con las que se casaban, o bien por poderes, o bien cuando llegaban a la isla. “El periodo histórico me lo marcó esa carta”, subraya. En la última década del siglo XIX, en Cuba, había un ambiente de conspiración y rebeldía contra la metrópoli. Los protagonistas principales de la novela, Mar Altamira y Paulina, emigran a la isla caribeña desde el pueblo de Colombres, en la frontera de Asturias con Cantabria. “Es una población llena de casas de indianos, en ella se ubica el Archivo de Indianos que es magnífico”, especifica la autora. Otro de los personajes de la novela es el padre Galo, encargado de hacer de casamentero. “Su nombre es un homenaje a un conocido sacerdote de esas tierras”. Paulina se casó con 17 años y su marido murió de fiebre amarilla en Cuba, debido a las malas condiciones sanitarias que tenían los soldados. Con 19 años, no la queda más remedio que aceptar un matrimonio de conveniencia para salvar a su familia de la pobreza. Se hace amiga de Mar que la enseña a leer y escribir. Ambas partirán juntas hacia la isla, una con su padre, que ha sido contratado como médico en uno de esos ingenios azucareros, y la otra sola. La vida en el ingenio azucarero estaba diferenciada en dos estamentos, por una parte, estaban los dueños y el personal cualificado, que vivían en el batey y, por otra, los trabajadores manuales, antiguos esclavos. “Paulina fue para casarse con el maestro de azúcar, pero no sentían atracción por él, sólo necesidad. Le había conocido por una fotografía y sabía qué si no se casaba con él, se tendría que casar con otro hombre”, cuenta la autora. “Aunque la esclavitud ya se había abolido, seguía siendo un sistema brutal”La novela se convierte en un triángulo amoroso. Paulina siente atracción por Mar y la admira, ya que se ha portado muy bien con ella, y Mar también se siente inclinada hacia el maestro de azúcar, Víctor Grimani. Ambos comparten muchas cosas, como el gusto por la lectura; ambos son personas más instruidas y ven que las condiciones del ingenio no son las adecuadas, por lo que consideran que es lícito luchar contra lo establecido. “La vida en Cuba era brutal y, a la vez, muy emocional; no había las estrictas reglas morales de la Iglesia Católica”, afirma Mayte Uceda, y agrega “tenían una moralidad distinta a la de la península, era mucho más liberal. Aunque la esclavitud ya se había abolido, se seguía manteniendo una jerarquía muy estricta y un sistema brutal que se agravó con la llegada de trabajadores chinos que venían vía Filipinas.”
Para la escritora, “había claramente dos clases de trabajadores y, por tanto, de sociedad. Los trabajadores cualificados eran los españoles, la élite de los ingenios, y la mano laboral se repartía entre africanos y chinos. Los primeros procedían de diferentes etnias, por lo que era una continua fuente de conflicto. No había una convivencia pacífica y homogénea entre ellos”. Mayte Uceda señala que “para empezar una novela, siempre tengo escogido, primero el personaje, luego me inclino por la época y una fotografía del terreno donde se va a desarrollar la trama. En El maestro de azúcar tenía muy definida la época, ya que quería mostrar el final de las posesiones españolas en Ultramar, que termina con el alzamiento de José Martín. Para muchos autores todos los problemas de España surgen del 98”. Como toda gran novela de aventuras, hay en esta obra un par de personajes malvados: Frisia Noriega, la mujer del dueño del ingenio, que lo dirige con mano de hierro, y Diego Camblor, el mayoral de Dos Hermanas y marido de Basilia, la criada del doctor, que abandonó en Asturias y a la que sigue dominando cuando se reencuentran. Para finalizar, la autora nos confiesa cuáles son los personajes que más le gustan. “Me quedo con todos, pero me gusta señalar a Solita, que era la niña que acompañaba a las mujeres por la plantación. Con tan corta edad, sabía hacer frente a la mezquindad que allí había. En cuanto a los malvados, el que más me ha costado escribir ha sido Camblor, ya que es un personaje muy violento que tiene lo más malo que puede tener un hombre y, por supuesto, Frisia que es un reflejo de la maldad en estado puro. Cuesta meterse en la mente de estos personajes”, concluye Mayte Uceda. Puedes comprar el libro en:
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