- ¿Qué culpa tiene el tomate de estar tranquilo en la mata, si viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa caracas…? que cantaba hace años Quilapayún.
- ¿Y qué culpa tiene el cubo amarillo para ser el primero que pillan los niñatos de mierda violentos que revientas las manis pacíficas de protesta ciudadana? Porque mira que hay cafres a deshoras jodiendo a la gente de bien y dando mala fama a los que ejercen su derecho a estar en contra de estos mamones. El estar cerca de la pomada tiene sus pros y sus contras; puedo ver todo desde la ventana, pero el helicóptero de la poli no me deja pegar ojo hasta las tantas de la madrugada.
- Ay Vani, ¡vamos de culo! Y ya la repetición no mueve los corazones.
- Me la pelan los corazones, Puri; lo importante es que impere la razón y la sensatez, algo de lo que carece este gobierno que favorece la impunidad y la desigualdad, dándose cuenta, además, de la brecha que está abriendo en la ciudadanía; se la suda las consecuencias que tendrá en el futuro para la convivencia pacífica, la economía, la credibilidad y el respeto de propios y foráneos.
- Eso me recuerda la profecía de Eslava Galán hace unos días, cuando le pregunté: ¿hacía dónde vamos? y respondió sin dudar: ¡a la mierda!
- Pues mira Puri que me joden los adivinos, pero estoy cien por cien con Juan, versado en historia para escépticos. No aprendemos nada, tía, con tanto experto, técnico y mandangas que chupan como sanguijuelas. Somos unos putos cafres que tienen lo que se merecen, voluntad del pueblo soberano que vota a sus representantes. Es el precio de la democracia, pero, no me malinterpretes, tía, que no quiero un tipo de régimen que impida y ahogue la soberanía popular y el derecho a elegir y controlar a sus gobernantes. Aunque menudo control podemos hacer a estos cabrones.
- Hablando de la panda de políticos que nos representan, también le pregunté si teníamos los más mediocres del mundo mundial. Su respuesta fue rápida: son el reflejo de nuestra sociedad. ¡Ahí me dejó muerta! Porque tiene razón, a mi pesar. Ellos no quieren perder la poltrona, y venderían a su madre si fuera necesario por mantenerla, como han vendido la dignidad y el alma, pero, ¿y los demás? ¿qué estamos dispuestos a sacrificar por el bien común? Estos días de ruido, crispación y tristeza por lo que nos acontece, es interesante pasear la calle y observar los distintos grupos que pueblan la ciudad y van a las concentraciones. Gente de la edad dorada, de distinto trapío, que tiene miedo a la ruptura de la sociedad, al enfrentamiento, a hincar la rodilla, a la mentira, a perder el bienestar que se ha conseguido en las últimas décadas, a mirar al pasado…; los que rondan los cincuenta se sienten humillados y engañados, muchos de ellos metieron la papeleta equivocada en la urna -lo escuché poniendo la oreja, no soy nadie para juzgar las ideas de los demás ni sus decisiones, allá cada cuál-; muchos jóvenes que ven peligrar su futuro teniendo que pagar con sus impuestos, una deuda que no es suya, por ejemplo; viendo que la justicia no es justa cuando el corrupto es de tu bando, que se puede engañar poniendo cara de ángel una y otra vez y te siguen creyendo, que se puede gobernar dejando a un lado creencias y valores… Y la dignidad de todos. He visto miedo en trabajadores inmigrantes sudamericanos que han venido a nuestro país huyendo de dictaduras totalitarias y que nunca pensaron que también aquí podían ver algo parecido… Un sindios, mayormente.
- Ya, pero sólo son unos miles los que siguen protestando un día y otro en las mismas calles; si te das una vuelta por las cercanas, ves que las terrazas están llenas también de personas que toman su cervecita o el crianza sin ningún temor. ¿Quiénes están equivocados, los que ven peligrar el futuro o los que dicen que somos agoreros y todo seguirá igual? ¿Los que están a favor de que impere la justicia o los partidarios del perdón sin arrepentimiento? ¿Los que quieren una nación donde todos los ciudadanos tengamos los mismos derechos o los que pasan de todo eso porque tampoco es tan importante? ¿Quiénes sólo ven odio cuando el contrario manifiesta sus diferencias o los que no dijeron ni mu cuando los escraches les tocaba a otros? ¡No te jode! ¿Los que quieren que la población una sus voces para parar esta locura o los que revientan las protestas destrozando el mobiliario? Decía Martin Luther King que algo peor que un corrupto es un ciudadano que lo defienda…
- ¡Y a arrastrar la dignidad igual que al puto cubo amarillo! ¿Por qué ese color de mala suerte llama tanto la atención?
- ¡La que no tiene ni puta idea de lo que significa el amarillo, eres tú, colega! En las culturas orientales es considerado un color sagrado, relacionado con el oro, símbolo de riqueza, fertilidad, eternidad y sabiduría.
- Pues cojonudo para colorear el cubo de la basura… ¿tal vez la riqueza está en el interior?
- Esta noche echas un vistazo, si no lo queman, a ver qué encuentras. Yo me quedo con el color que desprenden las luciérnagas, ese amarillo que se asocia con la luz del sol, que irradia calidez, energía y vida. Y a ver qué pasa.
- ¡Coge el pito, tía!, que ya escucho los gritos en la calle, y vamos a protestar pacíficamente contra esta tropelía.
- Habrá que comprar uno mejor, porque este se atranca de vez en cuando; nos ponemos junto a la valla, que están macizos los armarios de tres puertas vestidos de azul. Y hasta tienen su gracia. Uno de ellos se volvió hace dos noches al primero pitido y dijo con sorna: ¡Penalti!
- ¿Penalti? ¡Menudo gol nos han colado por la escuadra sin anestesia ni jabón! ¡Por todo el jebe!
- Pues aprieta el culo y vamos palante. Es lo que nos queda, tía. Que se entere Pedro Antonio de una puta vez de que su gobierno democrático no nos representa, que le queremos fuera de nuestras vidas, que no merece la pena ni como persona ni como político, porque es una mierda de fraude. Y no voy a repetir consignas baratas. Ni eso se merece.
- Van a decir que somos fachas… me la pela mari pela, porque desconocen el sentido de la palabra. Así se quedan más tranquilos, pensando que quienes no les dan la razón son esa cosa. Ignorantes de mierda. Soy una ciudadana de a pie que se avergüenza de su gobierno y que sufre y le duele su país. Sólo eso.
- ¡Cien por cien, tía! ¡Cien por cien!