De la excelencia editorial de Pedro Tabernero no hay duda, y, buena muestra de ello radica en este magnífico volumen donde poesía y pintura se dan la mano y se abrazan en un doble gozo. Poemas de grandes autores que dejaron huellas indelebles, 25 poetas desde la saga Francisca Aguirre, Félix Grande y Guadalupe Grande hasta Goethe que cierra el libro pasando por Cervantes, Rilke, Valente, Pessoa, Plath, Juan Ramón Jiménez, Baudelaire, Cavafis, Eliot, Lorca, Keats, Machado, Alberti o Cernuda, en suma, historia poética suprema ilustrada o más exactamente dialogada y aprehendida con la pintura de Juan Gómez Macías.
Por si fuera poco, Trino Cruz, Javier Salvago y Jorge Urrutia aportan también los textos y contextos para que el conjunto sea finalmente una obra de arte sin paliativos. 25 poemas que inicialmente llevarían un espacio pictórico singularizado que, de resultas de la generosidad y trabajo del artista san roqueño Juan Gómez Macías, terminaron en una quintuplicada polifónica percepción con técnicas varias, acuarelas fundamentalmente, pero también óleos, acrílicos y mixtos. En cualquier caso, el abrazo al mundo del que nos habla Trino Cruz, acaso una exposición de pintura acompañada de reflexión, glosa o poema de la que nos habla Javier Salvago, incluso la memoria o parafraseando a Juan Ramón Jiménez, la inteligencia para el tono exacto de las cosas a lo que aludo Jorge Urrutia, todo nos lleva a una recomposición de una descomposición o fragmentación de las cosas y la existencia o la propia libertad que es el principio creativo y editorial de este extraordinario libro de Juan Gómez Macías. Indudablemente la mirada celestial de Juan Gómez Macías es un punto de partida vital. La profecía del arte, pues como afirmaba Freud -las coincidencias no existen- (yo prefiero la vertiente poética de Paul Éluard (il n´y a pas de hasard, il n´y a que des rendez-vous), me lleva abrir el libro por la página 101, lo que me recuerda al poeta Ángel González, pero lo que me señala un verso que es en sí un poema, poemario o tiempo, de Juan Ramón Jiménez. Casi diría que todos los caminos nos llevan a Juan Ramón Jiménez, maestro indiscutible para el artista en su doble oficio de pintor y poeta: “Qué paisaje la música”. A todas luces, esencia misma del arte poética y pictórica que se funde con lo atemporal de la música. El poema que abre la antología de Francisca Aguirre también alude a la música “de la tierra, esa música viene de la tierra”.En este sentido, la interdisciplinariedad es algo que distingue la trayectoria de Juan Gómez Macías, un itinerario -si se quiere- humanista solidario.
“Cuando me paro a contemplar mi estado/y a ver los pasos por do me ha traído,/hallo, según por do anduve perdido,/que a mayor mal pudiera haber llegado”, compruebo que precisamente un libro de la editorial de Pedro Tabernero, Espacio de Juan Ramón Jiménez, también con 75 ilustraciones o interpretaciones pictóricas, es considerado por la crítica como la edición más bella del poemario Espacio.
Hoy, el entrecruzamiento de técnicas y materias nos lleva a lo formal y al color de lo inabarcable que es precisamente el hilo conductor de este libro. Una cálida ordenación geométrica para valorar la razón lógica y especialmente la razón que la trasciende. Lo trascendental y lo bello es la lírica pintura de Juan Gómez Macías en estado puro. Una indagación existencial, poética y de inequívoca resonancia trascendente en un particular proceso donde lo intransitable del ser es la clave de la evocación metafórica, deslumbrante y densa de esta serie de cuadros. Un espectacular caso que nos conduce a la paisajística de la muerte a lo largo de la antología (como la boca de un cadáver//ronco y hasta sin voz, de escupir muertos//y el mecanismo sangriento de la Destrucción//la voz que dice vive de otra vida//nos acecha el cristal//en la desolación, la muerte//¿Quién mejorará mi suerte?¡La muerte!//por la sala pasea el humo a la deriva//tu boca ya sin luz para mi muerte//esa pirámide de entrañas y fragmentos cortantes//sobre nuestra resquebrajada incertidumbre//¿Puede la Muerte estar dormida, si la vida es solo un sueño//¿Qué buscas, poeta, en el ocaso?//Vendrá la muerte y tendrá tus ojos//esta muerte que nos acompaña desde el alba a la noche, insomne/testamento de sol, granada, espiga//Llueve. Nada en mí siente//ni la muerte se jactará de que vagues a su sombra//que disuelve la piedra en polvo al fin//al cabo su remate la obra halla.) Sea la muerte una nada, una transformación, una fórmula para hacer comparecer a la belleza y al horror, una oda a lo finito o canto a la esperanza humana, un final inevitable o un inevitable principio, sea un acto poético o pictórico, la serie poemática que hemos mencionado y la pincelada que apreciamos nos remite a un proceso de creación indudablemente fructífero que traduce multitud de matices técnicos y tonales y, finalmente establece un discurso entre poesía y pintura donde el artista testifica y solidifica la relación espacio-tiempo, es decir, la naturaleza de la introspección, la ambientación cósmica, una suerte de vidrio soplado en forma de lágrima musical, magistralmente recogido en la portada del libro donde un rostro perfilado va perdiendo identidad y fundiéndose o vaciándose en colores contrastados en un eje de coordenadas tan sugerente como contundente.
Puedes comprar el libro en: