Sería complejo de explicar y no vamos a fijarnos en lo negativo, en la “corta distancia” de este género en nuestras letras, sino más bien en su “largo (e ignorado) recorrido”. Buena parte de España se nutre de leyendas en su subsuelo, de criaturas imaginarias nunca rescatadas por los escritores de renombre, aunque siempre presentes en el imaginario de nuestras gentes. Ahí se hallan los Nuberos, las Xanas, la Culebre, la Paparrasolla, los Trasgos o los Ventolinos, por ejemplo; personajes todos de un mundo pagano, remoto, más antiguo que el nacimiento de nuestra lengua. Sobrevivieron agazapados bajo la cristianización y nunca encontraron eco en nuestras grandes historias, si bien permanecieron latentes en el acervo popular de nuestras gentes, en especial las del tercio noroeste de la Península: costas del Cantábrico, Galicia, y norte de Castilla y León.
Toda esta riqueza es estimulante, y como las lluvias de donde provienen, tal sugerente plantel supone una oportunidad para enriquecer el monótono panorama de nuestras letras. ¿Quién dice que aquí no puede haber “Tolkiens”, “Rowlings” y “George R.R. Martins”? De hecho nos encantan sus historias, a pesar de ser tan anglosajonas; y esto es así porque el éxito de la universalidad reside en lo peculiar, en lo más castizo. Tolkien se sirvió de “Beowulf”, de los “Eddas” nórdicos, los nibelungos y las leyendas artúricas; en Rowling vemos ecos del propio Tolkien, de “Narnia”, de “Matilda”…, y en George R.R. Martin de las tragedias de Shakespeare, de sus dramas históricos. Nada se pierde o se inventa; todo está ahí y todo resulta inspirador.
Este amor por las leyendas del Cantábrico, de Galicia, del norte de Castilla y León me llevó a crear el personaje protagonista de “Las aventuras de Ventolino” y de “La era del Oricuerno”, libros en los que se recoge una saga formada por siete historias. En ellas se dan cita los personajes a los que aludíamos antes (Xanas, Trasgos, Ventolinos…), seres de nuestra tradición que ahora entran en relación con niños y jóvenes actuales. Junto a ellos viajamos a la imaginada Pueritia, un espacio muy reconocible en su paisaje (el de nuestro noroeste peninsular), y donde acompañamos a los protagonistas en una serie de aventuras que los hacen madurar. Un acercamiento a nuestro mundo desde esa tradición relegada, conscientes de que todo mito fue creado para perdurar, pues nació al fuego de las grandes preguntas.
La literatura es una forma de situarse ante la existencia, y en España (quién sabe por qué) preferimos hacerlo sin la ayuda de la fantasía. Por ello rescaté a esos seres maravillosos, a esa parte de nosotros tanto tiempo desechada; los he resucitado a través de siete historias excitantes que están calando en los lectores más jóvenes, a pesar de la influencia del audiovisual. Creo que “Ventolino”, y otros personajes que proceden de nuestras leyendas, de nuestra historia, de los mitos de la península ibérica, ha llegado para quedarse en el género fantástico patrio relegado pero de “largo recorrido”, y al que deseamos además una “larga distancia”.
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