Existen algunas importantes potencias sociopolíticas y militares en la Antigüedad, desde Esparta hasta Cartago, pasando por Macedonia, Egipto, Asiria o Hatti; pero dos destacan con luz propia; porque, probablemente, una es continuación o transmisora de la otra; o, cuanto menos, se encargó de llevar o aportar, manu militari, la cultura, las tradiciones, la historia y la filosofía de los atenienses hasta el resto del Mediterráneo occidental, me refiere al SPQR o Roma, bien desde su prisma republicano o imperial. El libro, extraordinario, que hoy les ofrezco, es un compendio muy completo del aserto anteriormente citado. «El legado helenístico a nuestra cultura es inmenso y rico. Desde la filosofía y la literatura hasta la estrategia militar y la ciencia; desde los poemas épicos de Homero hasta el arte y la arquitectura de la Edad de Oro griega. En esta monumental obra, en la que colaboran quince de los más reputados especialistas, el lector podrá abrazar el espíritu del mundo clásico -desde el siglo VIII hasta el I a.C.- y sumergirse en todas las dimensiones de la cultura que asentó las bases de la civilización occidental. Una referencia absoluta para comprender y conocer la Grecia Clásica y sus aportaciones a la Historia de la Humanidad». Asimismo, pueden concebirse como dos historias separadas; comenzando por el surgimiento humilde y misérrimo de la ciudad-estado helénica o polis. En la época histórica primigenia narrada en este libro, las pequeñas ciudades griegas del Egeo, están eclipsadas por las ubérrimas civilizaciones de Egipto y de Mesopotamia, léase Sumer, Babilonia, Asiria, y Hatti. Estas pequeñas poleis acaban de conseguir una importante victoria sobre los poderosos ejércitos de los reyes-emperadores de Persia, Darío I y Jerjes. La obra termina cuando esa extraordinaria cultura e identidad inmarcesible, que son los griegos, ya domina un poder territorial gigantesco, desde el Tigris y el Éufrates hasta el Nilo, e incluso dejando su huella hasta en el río Indo; aunque en este caso el esfuerzo es el realizado por un medio-griego del norte irredento, es decir Alejandro III “el Magno” de Macedonia. Los griegos emigraban, no les quedaba otro remedio, para poder subsistir, ya que su tierra no los podía mantener en su integridad, y de esta forma ciudades como Marsella, Ampurias, Alejandría, Nápoles y Tarento florecían enormemente, con la Magna Grecia en Italia como luminaria, aunque paradójicamente fuese una tierra colonizada, exclusivamente, por los lacedemonios. “Fue una expansión de una magnitud extraordinaria y, allá donde iban los griegos, llevaban consigo sus textos de Homero, su sistema educativo, sus estilos arquitectónicos y su arte. Algunas ciudades adoptaron la democracia, otras seguían dominadas por la aristocracia; casi todas fueron gobernadas en algún momento por los ‘tiranos’, dictadores autoproclamados; algunas ciudades consiguieron dominar a otras, mientras que ciertas poblaciones se agruparon en ligas en condiciones de igualdad. Hay una gran variedad en todos los sistemas políticos, sociales y culturales, y, sin embargo, al mismo tiempo se da una unidad general que permitía a los griegos saber sin ninguna duda quién era griego (‘helenos’, como los pueblos a los que nosotros llamamos griegos aún se siguen denominando a sí mismos) y quién era ‘bárbaro’: en origen, una persona con una lengua incomprensible, que solo parece decir ‘bar bar’”. Los griegos pertenecían al tronco familiar indoeuropeo, que llegaron desde el Cáucaso hasta la India, Irán o Europa. A Grecia comenzaron a llegar hacia el año 1900 a.C. Al ser pueblos de origen estepario, se encontraron con la sorpresa, de que les exigía una nueva forma de vivir, por la existencia del mar, montañas, quebradas en multitud de llanuras, valles ribereños y un número ingente de islas muy disimiles entre sí. Cada polis tenía una ceca propia para fabricar su propia moneda e incluso poseían su propio calendario. No obstante, los griegos de la Antigüedad recibían constantes influjos de las culturas circundantes que impregnaban sus conocimientos. “La poesía y la literatura siempre fueron las artes más importantes en Grecia, tanto en prestigio social como en su repercusión; y sus formulaciones, al igual que su contenido mítico, se retrotraían claramente a una época en la que los ancestros de los griegos llegaron a un mundo donde ya había pueblos con viviendas, palacios, frescos y música. Aquellos primeros contactos seguramente explican en buena medida los logros de los griegos. Sus parientes lejanos, los que invadieron los valles del Indo, encontraron también ciudades y templos, y dieron un comienzo fulgurante a la cultura aria de la India; los primeros griegos, de igual modo, aprovecharon el contacto con sociedades sofisticadas para desarrollarse en sentidos muy diferentes de los germanos y los celtas, que deambularon por los bosques septentrionales y permanecieron durante siglos anclados en comunidades muy parecidas a sus primitivas sociedades tribales”. Aunque parezca difícil de entender, por los enfrentamientos bélicos que tuvieron, los griegos eran muy conscientes de la deuda que habían contraído con los fenicios; e inclusive esto será palpable en la importante cantidad de griegos que habitaban en la cosmopolita urbe de Cartago, ya en la época de los Bárcidas, por el origen del alfabeto, con los egipcios por como realizaron su escultura primitiva, e inclusive con los babilonios por el conocimiento que les llegó de las matemáticas. La cultura dentro del contexto sociológico de las diferentes poleis helénicas era sumamente competitiva. Cada uno de sus múltiples historiadores y filósofos trataba, constantemente, de mostrar lo mucho que sobrepujaba a su predecesor o a su maestro; verbigracia, la obra ‘Los Diálogos’ de Platón es una obra muy ilustrativa, sobre el aserto anterior, ya que están llenos de eruditos y pensadores rivales, que tienen innumerables debates, donde compiten sobre cuál es el vencedor. “Los grandes acontecimientos panhelénicos, en Olimpia y Delfos, estaban centrados en las competiciones atléticas; cuando se programaban tragedias o comedias en Atenas, resultaba natural que un grupo de expertos las puntuaran y las calificaran. Todas las ciudades intentaban superar a sus vecinas en esplendor”. La perfección formal de la arquitectura helénica y de cómo planificaban el espacio urbano de construcciones en sus poleis eran patognomónicos. Tenían la convicción de la perfección de sus estatuas. Por todo lo que antecede, otros pueblos se avergonzaban de no tener ese magisterio. En suma, estamos ante una obra magnífica, proveniente de un emporio de cultura académica como es la Oxford University, que recomiendo vivamente. «Ea quam pulchra essent intellegebat. ET. Cecinerunt tubae». Puedes comprar el libro en:
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