Después de deleitarnos con Las tres vidas del pintor de la luz (Sargantana, 2019) y Los guardianes del Prado (Espasa, 2022), el autor valenciano vuelve a entrelazar arte e historia en La última mirada de Goya. Y es que, aunque la novela histórica vive ahora su mejor momento, Javier Alandes no se considera historiador ni pretende que su obra sirva de manual: "es una novela de aventuras que nos tiene que hacer disfrutar". Licenciado en economía, pero escritor de profesión, Javier Alandes imparte cursos de formación a personas emprendedoras en oratoria y storytelling. Admite sentirse "cómodo", pues el emprendedor vende una iniciativa tal y como un autor vende una obra. "Si tenemos un proyecto emprendedor, si buscamos trabajo o si tenemos que hacer una presentación en público, debemos saber contar una buena historia que enganche a nuestra audiencia". Si tan importante es la historia y el cómo se cuenta, ¿de qué va, entonces, La última mirada de Goya? Para Alandes, la respuesta no se encuentra tanto en el tema, sino en la trama de la novela. Es decir, para él, lo relevante no es el asunto que subyace en la historia que se narra, sino la forma de presentar esas acciones y las relaciones que se establecen entre ellas. De este modo, escoge narrar dos tramas paralelas que acaban confluyendo. La primera se sitúa en 1828 y explora los últimos días de un Goya anciano que trata de enfrentarse a sus sombras y redimirse. La segunda se sitúa en 1888, cuando el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereyra, decide exhumar el cuerpo de Goya, fallecido en el exilio sesenta años antes, para expatriarlo a España, solo para descubrir que le falta el cráneo, imposibilitando la expatriación. Ante este hallazgo, el cónsul contrata al detective más célebre de París para investigar el enigma. De esta manera, el autor explora los dos géneros que "más le han marcado": las novelas de aventuras y las novelas detectivescas. Sin embargo, ¿por qué alternar las tramas? Alandes admite que, aunque podría haber trazado un relato lineal, prefirió escribir de acuerdo con sus gustos como lector: "Soy un lector que escribe. Si me diesen a elegir entre leer y escribir, elegiría leer. Soy un lector que ha acabado escribiendo". De hecho, reconoce que nunca había pensado en escribir sobre Goya. Simplemente, recogió un hecho curioso de una persona notable y decidió completar todo sobre lo que aún no se sabe nada. Sin embargo, Alandes es fiel a la vida del artista, ya que considera que, "aunque los escritores metemos mucho la pata", es deber de todo escritor el ser riguroso con los hechos que se narran y las fuentes que se emplean: "La realidad es la que es y no la voy a modificar. […] La ficción debe empastar con esa realidad". Así, Alandes distingue entre lo "verosímil" y lo "factible" de la ficción histórica novelada. "Muchas veces, lo más factible no es lo más literario, pero lo ficticio ha de ser siempre verosímil igual que lo real es auténtico. […] No puede ser que Goya viaje a través del tiempo". Para lograr este equilibrio, el autor realizó una ardua tarea de documentación dividida en dos niveles: "una parte fácil y una difícil". La parte fácil comprendió tres subniveles: la documentación del contexto histórico-político, la documentación del contexto social –cómo funcionaba el transporte, el envío de cartas al extranjero, la iluminación de las casas, etc.– y la documentación del contexto geográfico y urbanístico. Una vez hecho "lo que cualquiera puede hacer yéndose a una biblioteca, leyendo y viendo películas", llega la parte difícil, es decir, "volcar en la novela solo el 2% de todo eso". Sin embargo, ¿qué ocurre con lo que no quedó documentado? Y es que, pese a la extensa investigación que ha rodeado la figura de Goya a lo largo de los años, aún perdura el misterio de la desaparición de su cabeza. Para Alandes, la teoría más plausible es la que explica la frenología. Esta disciplina afirmaba que la forma del cráneo de las personas podía ayudar a detectar enfermedades o a determinar rasgos de la personalidad. De hecho, se creía que la genialidad de ciertas personas provenía de una serie de características craneales particulares. Así, el autor concluye que la desaparición del cráneo del artista podría deberse o bien a la profanación de su tumba o a la venta de su cráneo en vida, ya que, aunque Goya había conseguido amasar una gran fortuna como pintor, el artista falleció casi en la pobreza al haber donado todo su dinero a su único hijo en un intento de satisfacer los deseos de su mujer en su lecho de muerte.
Aun siendo el protagonista indudable de la novela, Alandes decide que sea un narrador omnisciente en tercera persona y no Goya quien relate la historia. El autor toma esta decisión a priori para intentar dosificar la información: "Como lector, me gusta que me traten de inteligente. Por eso, en la novela doy solo los datos suficientes para que el lector se implique en la trama". En las novelas detectivescas, quien tiene la información tiene el poder y, en el caso de La última mirada de Goya, el lector tiene siempre más información que el protagonista. De esta manera, el autor vela por la intriga por encima del suspense y proporciona, durante toda la trama, suficientes pistas para que sean los propios lectores los que intenten resolver el caso. De nuevo, Alandes, vuelve a posicionarse en la piel del lector para aunar acción y emoción de manera vertiginosa, ágil y vibrante. Asimismo, confiesa estar "obsesionado con la razón por la que las historias funcionan" y, para él, esto ocurre cuando pasan algunas cosas. En su opinión, todas las historias deben versar sobre la búsqueda del amor. No obstante, Alandes no se define como un escritor de sentimientos. Para él, son los diálogos y las acciones las que tienen que decirte cómo se está sintiendo un personaje en cada momento. "Yo no tengo por qué escribir sobre cómo se siente un personaje, Goya se lo tiene que expresar a alguien". Además, opina que los jóvenes actuales son "analfabetos emocionales", ya que no saben leer sus emociones, pero "las emociones hay que detectarlas, no explicarlas". Así, el proceso de escritura se convierte en una catarsis para el propio autor que pone en voz de Goya lo que él mismo siente: "Crear con fines estéticos es solo cosa de humanos. Entonces, cómo puede ser que cuando hago lo más humano, me convierto en lo más inhumano que existe". Las madrileñas Ana Prieto (2001) y Alejandra Pavón (2000), becarias en TodoLiteratura y apasionadas de la lectura y la escritura, están a punto de finalizar sus estudios en Traducción e Interpretación. Puedes comprar el libro en:
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