En una colección al cuidado del poeta José Antonio Mesa Toré que recoge el espíritu no ya de Altolaguirre sino de la propia tradición editora e impresora malacitana con aquellas pautas de componer a mano el libro, se nos ofrece otra bellísima publicación del artista malagueño Ángel Montilla Martos. Él mismo se define como “amateur profesional”, probablemente por timidez, porque sus lectores sólo pueden considerarlo como un humanista en el sentido más noble del término, puesto que abarca exclusivamente la literatura en sus variantes narrativas, dramatúrgicas, ensayísticas, docentes o poéticas, sino que se extiende en el cortometraje, la fotografía y, de manera muy singular, la música.
La propia disposición tipográfica del poemario Apenas posee muchos rasgos de estructura musical. La supresión de toda puntuación para enfatizar un anhelo diegético y extradiegético, la repetición que se articula en torno a preposiciones y adverbios fundamentalmente, una reducción del corpus poético que se inicia con una “poética” tan explícita como sugerente, condensada en 26 verbos que irán desconfigurándose o, por ser exacto, se irán esencializando en un verso único. Un solo verso que nos incluye de lleno en su proceder lírico y al tiempo nos abre puertas y ventanas para seguir aprendiendo o desaprendiendo en lo que entenderemos como círculo vicioso. Un magistral final de poemario que nos dice: “y yo que pensaba...”. Desde luego que el poeta invita al lector a adentrarse en un viaje emocional y reflexivos a través de versos cuidadosamente elaborados al tiempo que declara sus intenciones o percepciones: “la poesía aspira a conmover/más allá de las palabras/a volver a fin de cuentas/a sus orígenes/a ser grito/gruñido/susurro/música/apenas”. Una colección de poemas más cercana al desentrañar intelectual que a la sensitiva emoción o temática universal. De hecho, no es un poeta que se prodigue en la lírica amorosa, probablemente porque la búsqueda de identidad de un lado y el anhelo de expansión, acaso de acceso a lo poético, incluso desde posicionamientos aparentemente “anti-poéticos”. La destreza técnica del escritor en sus distintas facetas viene suficientemente acreditados a lo largo de estos años. En Apenas, subyace un cierto contenido introspectivo, donde se conjuga a partes iguales la fragilidad de la existencia y la belleza efímera con el inexcusable deber de apreciar los pequeños detalles de la vida, “la belleza reside/en cualquier lugar/incluso y sobre todo/en el blanco del papel/que rodea estos versos”.Un rasgo definidor de su literatura radica en la estructura, en la manera de relacionarse con los demás -este mundo atestado/de tantas y tantos álguienes-, en ese mirar al mundo de modo coherente (entiéndase la coherencia como honesto humor) para lograr la experiencia de lecturas fluidas, probablemente por formación profesional. No obstante, el cierre del libro nos remite de nuevo al inicio, no debemos fiarnos de lo aparente o de lo que pudiera parecer superficial a simple vista, pues existe un íntegro compromiso con la palabra poética, un original acontecer de ese lirismo tan singular y una belleza estética que nos cautiva.
Sin embargo, la escritura poética de Ángel Montilla sigue unas fuentes, un método y sobre todo un contexto. El de la inmediatez que caracteriza nuestra época le lleva sin duda, a sustancializar las palabras, buscando formas líricas epigramáticas, aforismos o haikus que representan el poemario que nos ocupa. Un poemario que se basa en la definición más certera de la condición humana: la contradicción, ejemplificada en “malditos poetas...benditos poetas”. Cierto que sentiremos unos submundos íntimos, personales con delicadeza, pero sobre todo una carga metafórica que ironiza o cuando menos cuestiona el universo, el traje que llevamos (la vida) la “música que amansa los ripios”, hasta un refranero que será objeto de nuevos juegos de palabras y por tanto de nuevos significados. Por consiguiente, existe un juego manifiesto con el lenguaje y la estructura, una musicalidad que le pone originalidad, imágenes sorprendentes a un texto poético que se multiplica. En el ejemplar que tengo en mis manos, el colofón y la grandiosa cita de Ángel González (...y sonrío y me callo porque, en último extremo, uno tiene conciencia de la inutilidad de todas las palabras), vienen duplicadas, y como la Poesía no es de quien la escribe sino de quien la usa, como bien dejó escrito Pablo Neruda, me gusta pensar que esa duplicidad es otro juego muy serio del poeta Ángel Luis Montilla Martos.
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