Vale, eso lo ve cualquiera. Pero nadie ha reparado que, en su séquito, además de su pandi de asesores, viajaba su jefa de prensa, su fotógrafa de cabecera y la encargada de hacerle los vídeos. Yo me quedo muerta, tío. Ni la Preysler, ni las Kardasian se atreven a tanto. Fíjate que como mucho, Letizia se lleva de viaje a su peluquera y a su estilista.
No sé quién le hizo a la Yoli el moño-trenza, o la trenza-moño a juego con la blusa blanca de lazada. Se creerá que el look señorita Rotenmeyer imprime carácter y Puigdemont la iba a tomar en serio. O peor me lo pones, pensaría seducir al prófugo de la justicia con sus besuqueos atolondrados. Por cierto, menos mal que a una mujer le está permitido mostrarse cariñosa, melosa y quedona con un tío, porque de lo contrario la Yoli no ganaría para querellas. Y ahora la pregunta del millón: ¿Está la vicepresidenta Díaz capacitada para el puesto que ocupa o para conversaciones de alto nivel? Respuesta: Y a quién coño le importa eso. Lo que importa es que hoy 11 de septiembre, día de la Diada, la Yoli haga méritos vestida de payesa bailando la sardana con Pere Aragonés. Para presumir hay que sufrir. ¿Qué te creías que era la alta política?
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