Lo anterior no fue una sorpresa al conocer la trayectoria de la autora. Melisa Nungaray es una poeta y narradora mexicana, graduada de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma del Estado de México. Fue ganadora del segundo lugar del Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara y ha colaborado en revistas como Reverso, Periódico de Poesía, El Humo, Voz que madura, Punto de Partida, entre otras.
El primer poema, titulado «Semillas de un volcán», nos presenta a través de sus versos uno de los temas que será recurrente en la mayoría del poemario: el tiempo. En su obra, el tiempo no se discute de forma tradicional; la autora nos introduce un tiempo cargado de “hubieras”, de nostalgia, y de un profundo deseo.
Así es la obra de Melisa Nungaray, así es su cielo. Como dice Françoise Roy, una poetisa, escritora y fotógrafa: «el cielo que aquí se nos da no es el azul de medio día», no, el cielo de la autora es el de medianoche; el que les abre la puerta a nuestros pensamientos más profundos, a nuestros deseos ocultos y el que invita a los demonios escondidos bajo la cama a salir a platicar con nosotros.
Con esto en mente, nos sumergimos a la narrativa de Melisa Nungaray, hallando tormentas repletas de palabras no dichas; de silencios ensordecedores; afecto que se traduce en estrellas, y otras cosas más.
Bajo el cielo nocturno, con la luna como testigo, «El cielo cae a voces», nos comparte el camino que recorremos por la vida, especialmente en los momentos de vulnerabilidad, cuando no sabes exactamente dónde estás o quién eres; momentos en que la noche desentierra todos los “hubiera” y en el que el tiempo parece escaparse de tus manos.
Esta noche oscura parece intimidante al principio, pero tras unos acápites podemos darnos cuenta de que la noche es parte de quién es la autora, y ¿por qué no? De lo que somos todas y todos: La noche que la inventa, la inscribe y la habita.
Invito a la lectura de este libro, pues quienes incursionen en sus páginas, navegarán en párrafos llenos de incertidumbre; que piden hablar y ser escuchados. Los que arden por las palabras no dichas, y los que esperan por algo que no ha sido y tal vez, nunca será.
Melisa Nungaray nos invita a emprender el viaje hacia una misma; será que nos ha compartido su propia travesía interior. La autora hace una retrospección para indagar quién ha sido y a quién todavía no es, para tratar de saber realmente quién que es. Esta autora se busca en las palabras, adentro de un libro que a veces se abre o se cierra, pero que ella afirma que la escucha y sabe quién es. Busca en un corazón que palpita con rapidez, como el de un colibrí, en volcanes, pirámides egipcias, en ojos ajenos o en constelaciones.
En esta constante búsqueda, nos encontramos con otra metáfora: la casa. Por el contexto en que aparece, entiendo que es un simbolismo del corazón o del alma que guarda los sentimientos más profundos. En el poema «Ojo de agua que fluye en mis manos», nos lleva a una casa que se inunda; que te expulsa de sus pasadizos o que explota en su techo de estrellas. Nos informa que: «la casa que no soy está aquí deshabitándome, y yo, que no soy lo que me ha vivido, entro a la casa».
Debo confesar que mi poema favorito se titula «Yo soy el que camina a tu lado cuando no estás», ya que es el esperado encuentro. En 35 líneas, la autora expone quién es, y resulta que ella es todos los lugares en los que se buscaba: es la tormenta, el viento, la llave que abre las puertas, es las estrellas, y como dice en el siguiente poema: «Espero a la palabra y su retrato refulgente», ella es el universo.
A través de El cielo cae a voces, Melisa Nungaray, su autora, nos hace apreciar la importancia de la escritura, de las letras y las voces para expresar lo que sentimos. Hay poemas en los que es palpable ese anhelo de ser escuchada, leída; de hablar y decir lo que pasa por su mente, justo en determinandos instantes. Ella nos alcanza a advertir: «las palabras no se agotan» y volvemos a navegar por su cielo.
Recomiendo la lectura de El cielo cae a voces, para explorar nuestros propios caminos; nutridos de significados y de sentidos profundos. Toda búsqueda nos ofrece el misterio de llegar al punto de encuentro. Pero hemos de navegar entre las aguas del tiempo, cargando nuestros anhelos, hasta saber quién eres en este vasto cielo nocturno.
Leer a Melisa Nungaray resultó una experiencia profunda y grata; desde la misma introducción, en la que Françoise Roy expone en pocas líneas lo prometedor que será acompañar a la autora, por, como lo llama Roy, su arquetipo sagitariano, es decir, por su viaje de búsqueda.
La autora nos hace parte de su viaje y nos invita a entrar en su «casa», pues es un texto que se percibe íntimo pero que al mismo tiempo permite que cada lector o lectora se pueda proyectar en muchas de sus exquisitas líneas. Es justo esas características las que hacen que el libro se sienta como si fuera un secreto entre la autora y quien la lea. Es por ello que será un libro difícil de olvidar.
Marco Fonz, quien fue un poeta, editor y difusor cultural describe la poesía de la autora como: algo que “viene de un fuego primigenio de la vida”, se pregunta “¿cómo pasa esto? ¿cómo una niña (ahora y siempre) nos habla con voz de sabio y nos sienta alrededor de la hoguera de las visiones. Nos muestra el calor humano y nos dice las cosas como ella las ve.”
Recomiendo ampliamente: El cielo cae a voces, para que cada quien se de a la tarea de inventar los escenarios en los que pueda adentrarte: de noche bajo un cielo estrellado, con la luna siendo acompañante, cerca de un ojo de agua, o durante un viaje en tren.
Lo importante es poder conocer la forma en que la autora mira el mundo, desde esa óptica cautivadora y mágica que nos invita a bucear en su universo.
Puedes comprar el poemario en: