El colofón te indica que “Se terminó de imprimir el 12 de octubre, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Pilar en los talleres de Entorno Gráfico Atarfe, Granada 2022”. La portada es una pintura abstracta de colores claros y oscuros que provoca una sensación cálida y fría al mismo tiempo, como de luz y de sombra. En la contraportada encontramos como carta de presentación una sinopsis firmada por el poeta Antonio Praena. Dentro hay 56 páginas y 34 poemas divididos en tres partes. La primera, “Temet nosce”, con 18 poemas; la segunda, titulada “Cerrado de mis horas”, con 14; y la última parte, In Memoriam, con 2 poemas. La luz como metáfora de la fe y la esperanza. La filosofía y la religiosidad inundan los versos de Pura. Al leerla tu mente y tus sentidos realizan un poemizaje. Dice el profesor, crítico literario y traductor Damiá Alou que no cree “en los escritores asépticos, todo el que escribe debe comprometerse con su tiempo”. Escribir una opinión lectora o una reseña es otra forma de impregnarte de tu época, de comprometerte con tu tiempo y tu esencia vital. Vivimos en un mundo donde tener un perro o un gato más que un hijo, plantar un árbol, subir en globo y publicar un libro como quien se toma una caña se ha convertido en una meta barniz existencial. Y en medio de esta época de inmunidades de rebaño yo abro las páginas de “Ciega claridad” y me pongo a leerlo como si fuera el acto más revolucionario del mundo. Ya desde el principio, el oxímoron del título, Ciega claridad, prepara para la mirada que encierra el poemario. Aquí Pura Fernández Segura hace uso de todos los sentidos para construir su poética. La autora dice en una entrevista para Secretolivo.com que son “poemas que se han ido fraguando lentamente desde la contemplación, el alejamiento y el silencio”. “Creo que Ciega claridad marca un antes y un después con lo anteriormente escrito. Creo que afianzo mi voz poética, hay crecimiento y madurez”. En la sinopsis de la contraportada, escrita por Antonio Praena, leemos que “Ciega es la claridad que emana de las cosas que nos sujetan a la vida… Porque Pura Fernández Segura ha posado sobre ellos una mirada radicalmente cordial e inteligente, esa que deja amanecer en lo visible de este mundo una claridad que da sentido a la existencia abismándonos en sus misterios: el misterio del amor… Pura da el paso que la inscribe entre las poetas cuya personalidad ya no tiene vuelta atrás y se reconoce por sí misma”. Asegura Luis Cerón Martin, en una reseña publicada en la revista Alhucema nº 43, que Ciega claridad es “un libro que plasma unos impulsos poéticos tan propios como intensos, tan latentes en sí que resaltan la propia voz de su autora en toda su dimensión… muestra cómo puede abordarse una situación enormemente compleja: la disposición de varios sentires del alma abordados en muy poco espacio”. “Sobre el estilo de este poemario comentar que está muy logrado. La poeta marida a la perfección fondo y forma, de tal manera que ambos ingredientes resultan plenamente entrelazados y, por tanto, dispuestos con sabiduría.” El escritor Antonio Lara Ramos escribe en su blog “Mi espacio literario” que el poemario “nos traslada al universo de lo transcendente”. “Un tono existencialista impregna los poemas”, “el sonido que acompaña los versos facilita el placer de su lectura, tocada por una musicalidad compuesta por palabras que nos trasladan al ritmo, la emoción, la música, a esa sutileza que es la poesía de Pura”. Cuatro citas sirven de proemio al poemario, una de Eckhart, otra de Sor Juana Inés, la tercera de Pierre Michon y la última de JM. Le Clézio. Después de las citas encuentras una doble dedicatoria, a su madre y a su hermano. Y siempre la luz como metáfora de la fe y la esperanza, como verdad y camino. Hay que llegar a sus páginas como un neófito. El ritmo y la musicalidad de sus versos anuncian la rica sensibilidad de la poeta y sus sentidos, “indemne quedó el sicomoro,/ bajo su fronda, te busca/ con la última luz,/ mi corazón y el ángel caído/ de la melancolía” –leemos en la página 26. Un viaje filosófico-religioso te espera. La poética del libro, como una gymkana, nos atrapa con su “luz extrema”. Una luz que encandila y alumbra durante toda la lectura: “Bendito el poeta que canta/ la luz que augura el nuevo día”, “Entre dos luces”, “El álgebra era luz quebrada”, “y los ojos refulgiendo en lo oscuro”, “Sostiene el pábilo la llama/ y su mudo resplandor procura”. La primera parte, Temet Nosce, nos introduce en una poética filosófica y religiosa, más metafísica, donde la fe y lo sagrado van abriendo paso a los sentidos que buscan respuestas. “Es preciso abrirse en canal y a punta/ de cuchillo penetrar en lo oculto/ y sacar al sol/ esa parte insondable del ser/ que nos conforma./” En el primer poema, también titulado “Temet nosce”, nos lleva del “Conócete a ti mismo”, que estaba en el Templo de Apolo en Delfos, al obispo Alipio de Tagaste, amigo de Agustín de Hipona, y de ahí a los estoicos. En el segundo poema, “El fruto de la nada”, el dominico, teólogo y filósofo alemán Maestro Eckhart de Hochheim que dio forma a la mística renana, nos guía por el camino que la autora ha trazado. En el poema “La Moabita”, reclama el papel de las mujeres, su contribución jamás reconocida. Nos lleva hasta el libro de Rut como modelo de piedad, amabilidad, fidelidad, obediencia, sumisión y coraje que busca la gloria de Dios. En La segunda parte del poemario, Cerrado de mis horas, es la belleza, el amor, la contemplación, la maldad y la guerra las que toman las riendas de los poemas. Es más existencial y nostálgica, más llena de luces y sombras. “Qué fue del amor…” –se pregunta. “Canibal soy para comerte a besos” –canta la poeta con “Enhiesto labio”. “Hay noches de vigilia/ que me llevan al lugar/ donde era tu costumbre;/ con la esperanza de encontrarte…” “Tus pisadas, alejándose,/ eran un río mudo entre la niebla/ y hendían como un tajo en la noche.” El poema “Travesía” nos lleva hasta el refugio del amor: “sobre tu cuerpo, un bosque/ poblado de misterio,/ resucitado de pájaros”. Y en la tercera parte, In Memoriam, la pérdida como trasfondo deja un resquicio entreabierto de luz para homenajear a la madre y al hermano. El tacto de las manos y el olor de los dompedros embriagan con su lírica. “Ahora sé cuánto alivio y verdad/ hubo en tus palabras./ Eran cosas nuestras, adentro quedan.” –concluye el poemario, ya dentro de ti como parte de tu ser. En sus versos hay muchos nombres que forman una red intertextual que atrapan al lector. Celestina, Ulises, Casandra, Rut (la moabita), Apolo, la poeta Senen Hisjrim, el amanuense, Saturno… También hay préstamos de versos de José Hierro, Rosario Castellanos… lo que da un efecto intertextual mayor. Las palabras que elige también proponen un viaje en el espacio y en el tiempo, por su bagaje lector, pero también por su memoria. Seforis, bitcoin, nigromante, zahorí, quimera, epitafio, Delfos, dompedros, la Torda… Nombres que indican un itinerario que la autora ha recorrido llena de pensamientos y emociones, de vida y de latidos, de luces y de sombras. Cuando lees “Ciega claridad” de Pura Fernández Segura tus sentidos realizan un poemizaje, echan raíces en su poética siempre expansiva por lo que tiene de intertextual y de melancolía, por lo que tiene de metafísica y existencial. El libro entero es un camino de salvación, de aprendizaje y de memoria, una vía homenaje que descansa en la fonda de la contemplación y el autoconocimiento. Sus poemas son destellos que no te dejarán partir de su lectura igual que cuando llegaste. Opiniones de un lector Custodio Tejada 26 de agosto de 2023 http://custodiotejada.blogspot.com/ Puedes comprar el poemario en:
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