Cuando la doctora Lena Mayoral, una prestigiosa criminalista con un pasado turbulento, recibe el encargo urgente de bucear en la mente del psicópata, no puede imaginar hasta qué punto se complicará la investigación ni los peligros que a los que tendrá que enfrentarse. Mientras aumenta el número de cadáveres, y bajo una creciente presión mediática, Lena se irá obsesionando con un asesino que, cada vez más, parece estar jugando con ella una partida a vida o muerte. Toni Hill nació en Barcelona en 1966, es licenciado en Psicología, aunque desde hace años se dedica a la traducción literaria y a la colaboración editorial en distintos ámbitos. En 2011 inició con “El verano de los juguetes muertos”, su popular trilogía protagonizada por el inspector Héctor Salgado, un éxito instantáneo de crítica y ventas publicado en una veintena de países. Los ángeles de hielo (Grijalbo, 2016), Tigres de cristal (Grijalbo, 2018) y El oscuro adiós de Teresa Lanza (Grijalbo, 2021) consagraron al autor como uno de los maestros del género negro en nuestro país. ¿A qué cree que se debe el enorme auge que está teniendo la novela negra en nuestro país? En realidad, la novela negra siempre ha sido un género popular. Durante muchos años hubo un cierto complejo por parte de los autores de aquí a la hora de abordarla, pero ahora eso ya pasó. Y los lectores se han dado cuenta de que no hace falta tener a un agente del FBI investigando a un asesino en Milwaukee para que la novela sea emocionante. Además, el éxito de algunas novelas negras españolas también inspira a escritores noveles a adentrarse por ese camino. ¿Cuál es la clave para que una novela con crímenes tan brutales sea adictiva? La clave está siempre en la dosificación de la información y en los personajes. El argumento más original del mundo puede caerse a pedazos si los personajes son de cartón piedra, y, por otro lado, hay que saber generar intriga siendo muy preciso a la hora de anticipar o retener información. La adicción lectora procede de un interés por saber qué les pasará a las “personas” de la novela y por descubrir la clave del misterio. ¿Los lectores necesitan cada vez emociones más fuertes? No, no lo creo. Al menos no en el sentido de más salvajes o más brutales… Es posible que necesiten emociones mejor contadas, eso sí. ¿Parte de algún hecho real a la hora de escribir o todo es producto de su imaginación? No. Obviamente a veces hay noticias que te llaman la atención, pero luego se adaptan, deforman y manipulan para ser encajadas en la ficción hasta un punto en que se parecen poco a la original. ¿Su licenciatura como psicólogo, aunque no ejerza como tal, es la clave para que pueda profundizar en la mente del asesino y el juego que establece con la doctora Lena Mayoral? Supongo que algo debe de contar, claro… El bagaje teórico sobre conducta humana, ya sea criminal o no, es algo que llevo conmigo. Pero, con sinceridad, cuando estoy escribiendo pienso en mi personaje y en la trama, no en ajustarlo a un modelo teórico. ¿Existe el crimen perfecto o cuando un asesinato queda impune es sólo cuestión de suerte o fruto de una cadena de errores cometidos durante la investigación? Resulta difícil decidirse. No creo que exista el crimen perfecto al estilo Agatha Christie, es decir, esos planes sofisticadísimos y maquiavélicos que ocultan la identidad del culpable, y que son tan entretenidos de leer. Existe la suerte, existen también los errores, claro, y luego hay que contar también con que, en ocasiones, la policía intuye qué ha sucedido pero no logra recabar las pruebas necesarias para detener a alguien. ¿El ego de los asesinos, el afán de notoriedad y fama, llevan a estos sujetos a cuidar menos los “detalles”, confiarse y ser los mejores aliados de la policía? Hablas de los asesinos en serie, supongo… Hay de todo, en realidad. Muchos ven su ego suficientemente recompensado con el hecho de matar, otros sí que aspiran a ser admirados por sus crímenes. Pero lo de mandar mensajes a la policía y todo eso pertenece más al mundo de la ficción que al de la realidad. “Alguien tiene que hacerlo…” ¿Los actos ilícitos se convierten en lícitos y justos en pro de un bien social más elevado? Esa es la gran pregunta. Mi opinión personal es que no, pero sin duda hay situaciones extremas en las que podría entender que alguien cometiera esos actos. “El garrote vil no es un instrumento medieval, aunque lo parezca”¿Por qué utilizar, como forma de asesinato, el garrote vil, cruel y macabro que tan malos recuerdos trae a la sociedad española? Pues precisamente porque es un método muy “nuestro”, muy propio de nuestra sociedad y muy metido en el subconsciente de la gente. Aunque lo hayamos olvidado, se usó hasta mediados de los años 70 del siglo pasado… no es un instrumento medieval, aunque lo parezca. ¿Matar es algo de lo que nunca se sale indemne, aunque tu oficio sea el de verdugo? Lo que sucede con los verdugos es que el hecho de matar se normaliza. Pensemos que no solo estaban autorizados a matar, sino obligados a hacerlo. Aun así, estoy seguro de que siempre había un reo que se les quedaba metido en el cerebro, alguien cuya ejecución no lograban olvidar. Habiendo nacido en Barcelona, ¿es imposible sustraerse a la magia de la ciudad para ambientar allí su novela, aunque sea de asesinatos? No, no es imposible. Hay muchas ciudades que serían unos escenarios perfectos. Lo que sucede es que Barcelona la conozco bien, y no hablo solo de sus calles, sino del ambiente que se respira en cada barrio… En otros lugares mi aproximación al espacio tendría que ser más intuitiva y probablemente resultaría más superficial.
¿Nadie en este mundo es cien por cien inocente? Pero no siempre pagamos por nuestros errores… ¿Los actos siempre tienen consecuencias? No. Los actos no siempre tienen consecuencias, o al menos no las consecuencias justas. Esa es la verdad, por duro que suene. En la ficción podemos manejar la historia para que así sea y por eso la gente se siente cómoda en ella; en la vida real las cosas son distintas. Su novela no es solo un thriller muy negro. Habla de las caras del mal, de emociones profundas que rigen nuestra vida… ¿Qué supone El último verdugo para su carrera como escritor en relación a sus novelas anteriores? Me gustaría pensar que es un paso adelante en la exploración del género negro. Por primera vez he entrado de lleno en el tono del thriller (las novelas policíacas de Héctor Salgado no son exactamente lo mismo), que era algo que me daba mucho respeto por la cantidad de obras y por la dificultad de hacer algo que tuviera un sello personal en un subgénero tan sobreexplotado. La historia que nos cuenta tiene varios enfoques y combina la perspectiva directa del investigador, la víctima y el asesino. ¿En cuál de esos papeles le fue más difícil meterse? Un poco en todos y en ninguno. Me explico: escribir para mí es un ejercicio de empatía, incluso con aquellos personajes que no la merecen. Por lo tanto, me exijo a mí mismo meterme a fondo en sus personalidades, sean quienes sean. Es fácil tildar a un asesino de “monstruo” sin ir más allá, lo que es difícil es recrear a un “monstruo” que a la vez sea humano. Y lo mismo puede decirse de los otros personajes. Lena Mayoral, la criminalista, está en el lado de los buenos, pero no es alguien perfecto ni mucho menos… “El último verdugo” está escrito en tiempo presente. ¿Lo ha hecho porque es una manera de conseguir un impacto inmediato? Me gusta mucho el presente como tiempo narrativo. Lo llevo utilizando desde “Tigres de cristal” y me siento muy cómodo en él. Me acerca a los personajes y a la trama, y creo que es especialmente adecuado para un thriller: el horror tiene más impacto en presente que si lo contamos como algo que ya terminó. El ambiente y la Naturaleza, además de Barcelona, tienen mucha fuerza en su novela. ¿Cómo los elige y por qué? La atmósfera de una novela es muy importante, y esta se crea a través del ritmo, la tensión de la prosa, pero también a partir de unos escenarios. Disfruto mucho escogiendo lugares que, en mi opinión, aportan densidad dramática a la historia. No tienen por qué ser especiales, puede tratarse de un pueblo perdido en el monte o de las ruinas de un antiguo casino, como sucede en esta novela, la cuestión es que encajen en el argumento y consigan transmitir esa sensación de zozobra o aprensión al lector. ¿Tiene su novela moraleja? Espero que no. Las moralejas son buenas para las fábulas, pero no para las novelas. Una buena novela siempre debería plantear preguntas en lugar de ofrecer respuestas. Puedes comprar el libro en:
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