A las 22:00 horas del sábado, desde la estatua de Alonso Quijano con su gato, obra del escultor valdepeñero José Lillo Galiani, daba inicio la ruta guiada que coordinó la Sociedad Cervantina de Alcázar, enmarcada dentro de la programación del Fin de Semana del Patrimonio del Ayuntamiento de Alcázar, que mostró al numerosísimo público inscrito en la actividad (provenientes de Almería, Madrid, León, Alicante, Alcázar y también de Italia), la gran vinculación que tiene la ciudad de Alcázar de San Juan con Miguel de Cervantes y su obra. Como por ejemplo que el nombre oficial de la ciudad fue “Alcázar de Cervantes” durante algunos años de la Segunda República Española en el siglo XX, siendo identificada así en toda documentación oficial correspondiente a este periodo.
A continuación, los asistentes se desplazaron a la Plaza de Palacio, donde tuvieron ocasión de conocer -a través de las explicaciones de Luis Miguel Román-, la historia que encierra el Quijote Cósmico, busto que Eulalio Ferrer, santanderino exiliado en México tras la Guerra Civil y padre de la Fundación Cervantina de México, regaló a la ciudad de Alcázar de San Juan unos meses después de su nombramiento como hijo adoptivo en marzo de 1992, según cuenta en Salitre nº 8, Javier Calamardo Murat:
Ferrer, que había fundado el Museo Iconográfico del Quijote en Guanajuato en 1987, quiso agradecer el reconocimiento obsequiando al pueblo alcazareño con un busto de Don Quijote. La escultura se colocó en la plaza de Palacio y la inauguración se llevó a cabo el 9 de julio de 1993, en presencia de Eulalio Ferrer, el alcalde Anastasio López, el escultor Santiago de Santiago y varios miembros de la corporación municipal, así como de numerosos vecinos de la localidad.
Precisamente en el pasado mes de julio se ha cumplido el trigésimo aniversario de su instalación.
En este lugar, Luis Miguel Román mostró a los asistentes una edición del Quijote igual al adquirido el 7 de febrero de 1939 a un miliciano en su camino al campo de refugiados de Argelès-sur Mer y que le marcaría para toda la vida:
“Fue una gran fortuna para mí que esta apretadísima edición de 1902, de Calleja, cayera en mis manos; libro de cabecera, como le llamo. Cuando aquel miliciano extremeño me ofreció el libro, en Port-Vendres, a cambio de la cajetilla de cigarros que llevaba, sin ser fumador, me pareció natural, sin duda ventajosos para mí. Nunca podré agradecer suficientemente la bondad de un regalo así. Nunca el más grande loco de nuestra historia estuvo mejor acompañado. Y no lo digo por mí, que no sé en qué grado lo estaré, sino por todos estos admirables locos con quienes comparto el confinamiento. En cada uno de ellos creo ver un gesto, una mirada, una ilusión de don Quijote”. (“Entre alambradas”.- Eulalio Ferrer).
Posteriormente y en el atrio de la Iglesia de Santa María, la más antigua parroquia de la diócesis de Ciudad Real, fundada en 1226, conocieron la existencia de la partida de bautismo de un niño llamado Miguel, hijo de Blas de Cervantes Saavedra y Catalina López, hecho acontecido en esta misma parroquia el 9 de noviembre de 1558 y que fue el inicio de la tradición cervantina de Alcázar de San Juan, que perdura hasta hoy.
Los asistentes hicieron una breve parada en la calle San Juan, justo en el lugar en el que Manuel Rubio explicó a los presentes que estuvo la casa de don Juan López Caballero, que del matrimonio con Inés de Cabrera tuvo tres hijos, Catalina Vela, Pedro Barba y Juan Barba (nótese la diferencia de apellidos entre hermanos ya que entonces no era obligatorio registrarse con el primer apellido del padre y el primero de la madre, como en la actualidad). Según las crónicas de la época dos caballeros llamados Pedro Barba y su primo Gutiérrez Quesada, salieron de Castilla para cumplir una misión de armas en la corte de Felipe de Borgoña, midiéndose en duelo con los hijos bastardos del conde San Polo, y en el capítulo XLIX Primera Parte del Quijote, refiriéndose a estos dos personajes dice don Quijote: «de cuya alcurnia yo desciendo por línea recta de varón».
También se explicó a los asistentes que un bisnieto de Juan López Caballero, llamado Alonso de Ayllón Gutiérrez de Quijada había perdido la razón y su mujer, Teresa de Mendoza, pide en su testamento que la justicia nombre a su yerno Pedro de Cervantes -primo hermano de Miguel de Cervantes-, tutor de su hija Clara de 8 años, para proteger su patrimonio de la demencia de su padre: «que no tiene juicio y le está defendida la administración de los bienes» tal y como Cervantes describe en el capítulo I a Alonso Quijano.
En la Plaza de Cervantes antiguamente llamada de los Rosqueros y de las Rubias, frente al lugar donde se encontraba la casa natal de Cervantes, se recordó la figura del moteño Fray Alonso Cano Nieto quien fue uno de los grandes valedores de Alcázar de San Juan como cuna del Quijote por la tradición oral que le había llegado, transmitida de forma directa a través de personas que habían vivido en la época del escritor, como fueron los abogados Rodrigo Ordóñez de Villaseñor (coetáneo de Miguel de Cervantes), Francisco de Quintanar y Úbeda, que fue pasante del anterior y Juan Francisco Ropero y Tardío (abogado de los Consejos Reales) quien puso al corriente de Fray Alonso Cano de la tradición cervantina de Alcázar que se había ido transmitiendo desde la época del propio nacimiento de Miguel, como queda recogido en el Proemio a la edición de 1780 de la Real Academia Española, realizado por el militar y académico Vicente de los Ríos.
La ruta finalizó en esta misma plaza dando un repaso al resto de los lugares del recorrido, como el Museo del Hidalgo donde se recrea la vivienda y el modo de vida de un hidalgo manchego del siglo XVII, o dando a conocer a los presentes los azulejos quijotescos del Parque Cervantes que son un patrimonio único en España, en os que se pueden ver gráficamente representadas todas las aventuras de la Primera y Segunda Parte del Quijote y que además están colocadas en perfecto orden cronológico.
Ya en las estatuas de don Quijote y Sancho Panza de la Plaza de España, recientemente remodeladas, se comentó la inspiración del escultor leonés, Marino Amaya, en la persona de Tico Medina para la estatua de Sancho Panza, que junto con don Quijote, forman desde 1971 la imagen icónica de Alcázar de San Juan que acoge a nuestros visitantes.
En la despedida, los miembros de Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan agradecieron al público la acogida masiva que ha tenido esta edición de la ruta, por la gran aceptación que ha tenido y sobre todo por la presencia de un grupo de jóvenes de ambos sexos que hace presumir que la obra de Cervantes cala también entre los lectores más jóvenes y que la lectura y el conocimiento de su obra está asegurado en las siguientes generaciones.