- ¡Pero, Vani! ¡Qué hace Aitana dando volteretas como una mona -con perdón del conjunto de primates de la infraorden de los haplorrinos-.
- ¡Está feliz como una perdiz! Ha encontrado un trabajo bien remunerado, que dice que no cotiza a Hacienda -que somos todos, señor marqués-.
- ¡Qué dices! Me alegro por la criatura, aunque, por la jeta de felicidad que tiene, me da que no es en una droguería, y eso que Irene Montero trabajó de cajera en una cadena de electrodomésticos alemana y ha llegado a ministra de Igualdad. Lo que hace la derivación política, aunque sacara nueves en la carrera… ¿Es de dependienta en las Rebajas? Pero eso si cotizaría, mientras no sea en el mercadillo de Majadahonda, un suponer.
- No tías, me había apuntado a una model agency de las mejores de Madrid, pero como tengo las tetas retraídas, me han dicho que mejor de escort. ¡A ganar pasta por un tubo! 100 pavos la hora… y subiendo según valía, dice la jefa.
- ¡Ay Aitana! De entrada, ya te están chingando la pasta. Las tarifas están en 200 la hora (café incluido), o 700 por seis horas de compañía (más alojamiento), hasta llegar a los 1.500 por día completo. ¡Te timan, incauta!
- Muy puesta te veo en el tema, Vani. ¡Mira a lo que lleva la juventud, el tiempo libre y las ansias de dinero que los ciegan! ¿Dónde va esta niña que no pasó del bachillerato? Se cree que por ser mona y tener el culo reboloncho puede hacer carrera. Labia tiene, pero para llegar al “alto standing”, mucho tiene que mejorar.
- Puri, va a tener un curso de formación acelerado de “Geisha 2.0”, para aprender chapa y pintura, modales delicados y refinamiento, elocuencia no verborreica, tocar el shamisen, la flauta y el tambor toiko, muchas técnicas teatrales como el fingimiento absoluto cuando te la suda, utilizar adecuadamente los cubiertos, no caerse de los tacones caminando inhiesta, macro y microeconomía, política internacional, literatura, geografía, algo de filosofía…
- ¡Muchas asignaturas para tan poca clase! ¿Y todo eso se lo enseñan gratis?
- Mujer, ven a la Aitana como una inversión y con el tiempo se puede poner por su cuenta.
- Joder Vani, que no voy a trabajar de prostituta, aunque, si el cliente lo pide y paga bien, pueda decir que sí. El acompañamiento puede, o no, ¡tener un final feliz! Siempre depende del precio y de la aceptación… Si me lo pide el cliente y si el tío me mola ¿por qué no?
- La Aitana tiene razón, su trabajo no tiene por qué incluir algún tipo de relación sexual, aunque haberlas haylas, un suponer. Para empezar a ilustrarte, te diré que el término escort proviene del italiano ‘scorta’ (‘acompañamiento’) y éste del latín ‘scorgere’ (guía). Nos ha llegado a través del inglés (también escort) habiendo pasado antes por el francés medieval ‘escorte’. De estos vocablos también nace el término ‘escolta’, para referirse a la persona que acompaña a alguien como protección.
- Entonces, técnicamente o literal como eres Puri, un o una escort es una persona que actúa como acompañante remunerado, es decir, alguien a quien un cliente paga por acudir con él o ella a reuniones, fiestas, salidas a otra ciudad, etc. y la contratación puede incluir o no sexo.
- Aitana, joder, concluyendo o resumiendo, que es lo mismo, y para que lo entiendas mejor: te pagan por acompañar, de ahí que te exijan un gran atractivo sexual y un alto nivel educativo, para que llegues a ser una exquisita compañía.
- Pues me estas destrozando la alegría que me inundaba porque, exquisita, exquisita, tampoco me veo…
- Tampoco tienes que desinflarte ahora que vas a aprender un oficio que viene de antiguo. Los escort masculinos eran muy demandados en el siglo XVII y posteriores; en la Italia de esa época estaban de moda. Los cicisbei eran los jóvenes y apuestos caballeros que hacían compañía a las damas de la alta sociedad en fiestas, actos sociales, estrenos teatrales y óperas (siempre se situaban detrás de ellas y sólo podían comunicarse con susurros al oído). Tenían la obligación de escuchar las confidencias de su “amante” y, algo curioso, esta relación era consentida y supervisada por el marido de la señora.
- No me jodas Puri, ¡el marido era sabedor y consentidor! No como ahora, porque no creo que el pagar a una tía bandera para que acompañe a tu chico le haga mucha gracia a la esposa, a no ser que ella haga lo mismo… para no ir sola al teatro, mayormente. He oído que este fenómeno ha traspasado las fronteras de género y existen muchos escort masculinos, transgénero o de género no binario. ¡Ahí lo dejo!
- ¡Cien por cien, Vani! Japón fue uno de los países pioneros en el auge de los escort masculinos. Muchas jóvenes niponas comenzaron a acudir a locales glamurosos y pagan cientos de dólares por pasar un buen rato con un chico que las complace, en la versión masculina y moderna de la tradición geisha. Te puedes enterar viendo el documental The Great Happiness Space: Tale of an Osaka Love Thief, de Jake Clennell; te cuentan todo sobre el servicio que dan hombres jóvenes en ese país.
- Y yo me pregunto, ¿Qué pasa por la cabeza de un tío o una tía para contratar un servicio de acompañamiento? Porque esto parece un negocio en toda regla, pero algo no encaja…
- Y que lo digas Vani. Es el negocio de la compañía y los que lo ejercen, auténticos profesionales. Hoy en día, aunque el físico es importante, no es el factor principal a la hora de elegir escort. Tiene más que ver con la educación, la inteligencia y la facilidad para acompañar y dar conversación. En definitiva, crear el mejor ambiente posible para el cliente, y en ciertos eventos, si no tienes un propio, contrata a alguien y así evitas la soledad y todos creen que es tu pareja y que no eres un single cualquiera. Grave error, porque ahora son el sector de la población que está más de moda, un suponer según las encuestas.
- Si el que contrata es un hombre, lo tengo más claro: lucen algo exclusivo y refinado, aunque luego, a pesar de la pasta que tienen, no liguen ni con el culo. Llevan del brazo su ideal de mujer, no la que los quiere por lo que son, pero ¿qué les ocurre en la cabeza a las mujeres que utilizan estos servicios de forma recurrente?
- Pues un poco lo mismo, criatura. ¡Contrata quien puede pagar! Esto va de pasta, de clasismo y de baja autoestima, porque compras lo que no tienes por ti misma, aunque crean que subyace una relación afectiva y siempre sea el mismo asalariado. No se compra el amor por mucho dinero que se tenga; las transacciones económicas son otra cosa. No equivoquemos los conceptos.
- Aitana, tú deja de llorar que vamos a preguntar en la panadería de enfrente por si necesitan ayudantes para este verano…
- ¡No me jodas, tía! ¡No me jodas!