Por tanto, nuestro objetivo no será sino destacar algunos de los rasgos esenciales de la escritura poética de Santano y, ciertamente, al término de la lectura de sus 840 páginas, esa concepción poética que señala Alfonso Berlanga como “una nueva sentimentalidad de los silencios, la esencialidad de lo que el silencio significa más allá de la palabra” es una constante que impregna la obra del poeta J.A. Santano, dispuesta en cierta manera a modo de tríadas, con la resonancia de Lacan en lo simbólico, lo imaginario y lo real. El primer libro que abre el excepcional volumen de Silencio se titula Profecía de otoño, Ed. Barro, Sevilla, 1994 y, se ordena todo bajo una simetría tan armónica como perfecta, serán pues diez composiciones para el capítulo “De la memoria”, otras 10 para la parte “Del amor” e igualmente diez poemas para “De los silencios”, enfatizado por tres dedicatorias decisivas, a la madre, la esposa y los hijos. Nos traza ya su universo poético, genuino y humanista que nos proclama que “el silencio escala el universo de las aguas”, a veces se trenza en la paradoja, verdadera definición de la naturaleza humana “Aún no sé por qué el silencio/frío del cuchillo en la garganta/si la vida en ti fue milagrosa pasión,/día, serena mar de mágicos espejos”. Un silencio multidisciplinar que atravesará a veces la amargura, en otras ocasiones el recuerdo, también la soledad necesaria, un silencio de tiempos y espacios diversos que se abraza a la propia felicidad.
El silencio es mirada y discurre por entre los vientos del amor, incluso, el silencio es eje vertebrador de poéticas. La conformación de trilogías y de estructuras tripartitas marcan sobremanera el propio desarrollo de la poesía de J.A.Santano, una poesía ciertamente depurada de enorme riqueza expresiva y con una intensidad que combina a partes iguales el sentimiento y la técnica. Un libro como Íntima heredad, Premio Rosalía de Castro, Ed. Endymion, Madrid, 1998, también recurre a esa triple dirección, ahora concretada en “Tierra, Fuego y Lluvia”. Puesto que de algún modo, hemos mencionado el reconocimiento crítico, no debe olvidarse que el poeta José Antonio Santano también fue finalista del Premio Nacional de la Crítica con el poemario La piedra escrita de 2000, finalista del Premio Andalucía de la Crítica en 2003 con Suerte de alquimia, con el libro Tiempo gris de cosmos recibió el Premio Gremio de Libreros de Almería al mejor libro den 2014, en 2019 recibirá de nuevo el Premio de Poesía Rosalía de Castro por Marparaíso, con Tierra madre de 2019 es galardonado con el Premio de Poesía J.A. Ochaíta, y, con Madre Lluvia de 2021, es finalista del Premio de Poesía Pilar Fernández Labrador, es decir, una palabra poética singular que encuentra escenarios propicios para que la crítica literaria se ejerza con garantías, entendiendo la crítica al modo de Julio Cortázar como “la forma de sancionar comparativamente”.
El resultado es incontestable, Silencio ocupa un lugar de excelencia literaria en el actual panorama poético. Al fin y al cabo, los hechos son lo único que permiten la valoración objetiva. A mi humilde entender, José Antonio Santano es un poeta de grandes aportes, que combina con la misma maestría un tono clásico como una “impronta mediterránea” en términos apuntados por José Antonio Sáez que engrandece todavía más sus registros léxicos. Un camino lírico enraizado en lo íntimo pero también en lo colectivo, profundizando las huellas de un humanismo solidario que debe percibirse como fórmula actitudinal que no como segmento de estética, formalismo o tendencia literaria. Desde ese punto de vista, nuestro poeta escapa de la etiqueta y armoniza nostalgia, tristeza y silencio en una línea que oscila entre el romanticismo congruente y la sensualidad más espiritualizada que enfatiza una sonoridad y musicalidad tan sorprendentes como efectivas. Menciono el poemario Madre lluvia, Ediciones Olifante, Zaragoza, 2021, como el ejemplo perfecto de nuestras consideraciones. La lluvia como protagonista y como eje constructivo, la figura de la madre como detonante de la historia, la memoria como recurso formal, casi una plegaria silenciosa que nos hace agarrarnos a la vida con más fuerza si cabe.
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