Hace unos cincuenta mil años, a través del estrecho del Bósforo y de los Dardanelos, los habitantes del Asia Menor llegaron al este de Europa. Los tracios eran definidos por los griegos como todas las tribus conformadas por los diversos pueblos que abarcaban desde el mar Egeo hasta el río Istro/Danubio; inclusive consideraban tracios a los frigios y a los bitinios; al oeste, en la dirección del Adriático se encontraban las belicosas tribus ilirias; en la dirección del septentrión sobrepasando al Danubio se encontraban los feroces caballeros y arqueros de los pueblos denominados como escitas. «Abrumadoramente bello y ricamente ilustrado, el nuevo libro de Radu Oltean, uno de los mejores artistas de reconstrucción histórica en Europa, pone de relieve la civilización de los getas, a quienes debemos, quizá, las piezas arqueológicas más famosas inscritas en el patrimonio nacional rumano. Con una fuerza sintética impresionante, el autor pone quinientos años de historia, desde la campaña de Darío contra los escitas hasta la de Burebista, en el contexto adecuado y expone cómo y por qué, en aquel lejano período, la zona del Bajo Danubio formaba parte de los ámbitos de autoridad e interés de las mayores potencias políticas y culturales del mundo antiguo: persas, escitas, tracios, griegos, macedonios, celtas y romanos. Escrito con encanto y claridad, a modo de incursión en un mundo entrelazado, el libro se alza sobre la base de un enorme esfuerzo de documentación. Como traductor experto en lenguas exóticas, Radu Oltean logra traducir a un discurso lógico y accesible estantes completos de volúmenes técnicos especializados, horas de discusiones con arqueólogos e historiadores e innumerables visitas y viajes a lugares arqueológicos o museos. Desde las reconstrucciones de fortalezas de decenas de hectáreas, de elegantes ciudades al oeste del mar Negro, de magníficas necrópolis helenísticas con tumbas pintadas hasta la sofisticada gama de guerreros, rituales funerarios y escenas de batalla, Radu Oltean confirma, página por página, la idea de que la reconstrucción gráfica es una forma legítima de investigación arqueológica». En la Ilíada de Homero ya se les cita, a los tracios, como estupendos caballeros y además luchando en el bando de los troyanos, por lo tanto, ya se les considera como un pueblo belicoso en este siglo VIII a.C., y eran, por consiguiente, un pueblo de origen indoeuropeo. Al encontrarse ocupando las montañas balcánicas, y será este accidente geográfico el que los divida continuamente en diversos clanes agrupados en tribus, siendo este hecho idiosincrático el que conllevaría las continuas escaramuzas o guerras que se producían entre las diversas tribus, tratando de dominarse unas a otras. Heródoto los califica como un gran pueblo, pero por esa diversificación múltiple considera, claramente, su esencial debilidad. “Por cierto que el pueblo tracio es-después, eso sí, de los indios- el más numeroso del mundo. Y, si estuviese regido por un único caudillo o siguiera unas directrices comunes, en mi opinión resultaría invencible y sería, con ventaja, el pueblo más poderoso de la tierra. Pero lo cierto es que esa unión de los tracios es inviable y no hay posibilidad de que alguna vez llegue a producirse; de ahí que, como es natural, carezcan de poderío”. Los Getas vivían cerca de las urbes del Ponto Euxino; y en el siglo V a.C., para los historiadores de la Antigüedad eran cualificados como de hábitos y de apariencia, que remedaban a las de los escitas; pero, poseían un comportamiento social sedentario, mientras que el de los escitas era nómada. Aunque ambos pueblos eran reputados criadores de caballos. Tucídides (ca. 460-395 a.C.) escribe: “Sitalces unió a los Odrisios, todos los Tracios son sus vasallos que habitan entre el monte Hemo y los montes Ródope por parte de tierra, y el Ponto Euxino y el Helesponto por la de mar. Y asimismo los Getas y las otras naciones que habitan más allá del monte Hemo y aquende del río Istro, hacia el Ponto Euxino, que confinan con los Escitas y viven con ellos, por lo que la mayor parte son flecheros de a caballo”. Durante los siglos VI-III a.C., los getas se van a dedicar a edificar numerosas fortalezas, aunque sus muros son de tierra, lo que nos demuestra la necesidad de defenderse del número de enemigos importantes, incluso conformados por sus propias tribus y, asimismo, era necesario defenderse de los muy belicosos escitas. Son, por consiguiente, sociedades guerreras, muy estratificadas y que poseen jefes o caudillos militares muy seguros de sí mismo y muy autoritarios. Como ocurre en diversos pueblos de la Antigüedad, los getas viven de la agricultura y de la ganadería, cubriendo el resto de sus necesidades con las rapiñas bélicas que realizan sobre pueblos vecinos más pacíficos. “Dirigiendo la vista no solo al paisaje contemporáneo, sino incluso al de hace un siglo, está claro que carecemos de una síntesis acerca de la historia geto-dacia. Las obras que se han escrito en torno a estos temas o bien están desactualizadas o bien incompletas o están escritas de una forma tan técnica que resultan francamente insípidas e inútiles para el lector aficionado a la historia. Más allá de las síntesis necesarias, carecemos en la mayoría de los casos de textos divulgativos. El libro de Radu Oltean corrige, en gran medida, tales deficiencias, que han permitido durante demasiado tiempo la proliferación de insólitas teorías. Escrito de forma sencilla, fluida y acompañado por excelentes ilustraciones, el libro logra guiar al lector con los ojos puestos en la época de getas y dacios y reconstruye vívidas secuencias de la historia. Conozco muy pocos historiadores que puedan hacer un ejercicio historiográfico como este y no conozco a nadie que pueda dibujar de forma tan realista como Radu Oltean. Y lo logra gracias a un profundo conocimiento de la Antigüedad en el norte de los Balcanes, al ejercicio y estudio permanente de la secuencia histórica estudiada, detallando cada hito histórico útil o necesario y ampliando sobre todo el rango de observación para integrar a getas y dacios en el plano geográfico y en la historia en general. No muchos historiadores consagrados pueden hacer este esfuerzo por salir de sus zonas de interés; por ello, es más valioso este trabajo”. En el siglo IV a.C. se produce un cambio de poder en la Grecia septentrional, ya que asciende al trono de Macedonia un monarca fuerte y, sobre todo, poseedor de una inteligencia preclara y maquiavélica, se trata de nada menos que el Rey Filipo II, quien tendrá un concepto del primum inter pares muy diferente a lo conocido hasta ese momento, ya que para el monarca citado Macedonia debe regirlo todo y, por supuesto, sin la más mínima réplica. En el año-339 a.C. derrota a los escitas en Dobruja; para en el año 338 a.C. hacer lo propio con Atenas y sus aliados en Queronea. Estimo que con estas apretadas líneas ya estamos en condiciones de valorar otro volumen muy cuidado de Desperta Ferro. «Ut placeat Deo et hominibus. ET. Auditur et altera pars». Puedes comprar el libro en:
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