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Paco Gómez Escribano
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Paco Gómez Escribano (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Paco Gómez Escribano: “A mí lo normal no me interesa, sino el lado siniestro”

Autor de “Narcopiso"
lunes 10 de julio de 2023, 17:16h

Entre quinquis, yonquis y narcomafias, el escritor del popular barrio madrileño de Canillejas Paco Gómez Escribano presenta su novela “Narcopiso” (Editorial Alrevés) en la Semana de Novela Negra de Gijón.

Paco Gómez Escribano
Paco Gómez Escribano (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Los barrios humildes de Canillejas y San Blas, y la cercana población de Coslada son los orígenes y la inspiración muy real de los que bebe el autor madrileño para reflejar la dureza del ambiente y la mala vida de sus habitantes, y su lucha por salir adelante.

¿Realidad o ficción, normalidad o estado de excepción de barrios invisibles, pero que bullen de vida y conflictos?

“A mí lo normal no me interesa, sino el lado siniestro”, afirma Paco Gómez Escribano, que conoce y plasma a la perfección ese ambiente entre sórdido y profundamente humano con sus novelas que califica de “género quinqui español”, una manifestación muy peculiar de la novela negra española.

“En todas mis novelas mezclo personajes reales (a veces conservo sus nombres, pero en otras se lo cambio) e inventados, pero siempre inspirados en personas a las que conozco. Por ejemplo, uno de ellos, un extremeño, había sido minero, tenía silicosis, y solía irse de putas varios días seguidos con su hijo. Un día me encontré al hijo por la calle, se vino derecho hacia mí y pensé, “menuda hostia me va a soltar”, porque había descrito a su padre como era, un borracho. Pero el hijo me dio un abrazo, porque había puesto a su padre en una novela. Y luego hay otro, que murió hace unos años, y poco antes me dijo, riéndose: “Paquito, ¡que me voy!”.”

¿Por qué ese género tan peculiar que caracteriza sus novelas, y les confiere un sabor único?

“Quiero maridar el ambiente sucio con la novela negra de siempre, pero sin policías ni detectives. Soy profesor, doy cursos, y escribo por hobby, no para hacer dinero: a mí me gusta escribir aquello que a mí me gusta. Y me encanta investigar. Primero tengo una idea, y le doy vueltas en la cabeza uno o dos años, pero luego escribo muy rápido, en unos cuantos meses.”

Paco González Escribano nunca pierde el pulso de los habitantes de esos barrios populares que tan acertadamente recrea en sus relatos, porque da clases a la nueva generación.

¿Cómo aprovecha ese contacto directo con los jóvenes, y cómo influye en su escritura?

“Empecé dando clases de Formación Profesional, con alumnos del ambiente punk que venían con los pelos de punta; recuerdo a uno con una cresta morada. Eran chicos muy heterogéneos. Ahora, los chavales llevan todos el pelo corto y visten casi igual, con polos y zapatillas deportivas. Pero ahora, aunque mis chavales son igual de buenos e inteligentes, cuando me ven siempre con un libro en la mano, me dicen: “Pero, profe, ¡qué aburrido!”.

Narcopiso” es una novela llena de contrastes y sorpresas. “Aquí hablo de un atraco de tres yonquis de nueva generación –que hablan empleando la jerga de hoy– que actúan usando mascarillas, porque está situada todavía durante la pandemia.”

“Todas mis novelas parten de una idea bien organizada antes de empezar a escribir”

¿Qué fue antes: el huevo o la gallina, la trama o los personajes?

“Todas mis novelas parten de una idea bien organizada antes de empezar a escribir: ésta se inspira en la imagen bestial de unos yonquis que vi peleándose en un portal… a golpe de katana. Una imagen de violencia increíble. Y entonces se me ocurrió que una mafia venida de fuera okupe una casa de jubilados: como la policía no puede hacer nada, los ancianos recurren a los yonquis mataos del barrio para recuperar su casa. Y esos mataos primero se deciden a ayudarlos solo por dinero… pero al final lo hacen por dignidad, para echar una mano a esos ancianos que lo han perdido todo y a los que les queda tan poco tiempo”.

¿Hay un trabajo de observación sociológica detrás de la novela, donde el protagonista, El Pirri, observa cómo va cambiando el barrio desde el corazón mismo, que es el bar?

“Sí, claro: mis novelas se caracterizan por una “base de operaciones” que siempre es un bar o una bodega, y no la consulta del médico, o el centro cultural. En ese bar, mis personajes, como El Perla o El Araña, charlan de filosofía: ahí está el aspecto sociológico”.

Un yonqui no se pincha porque sea tonto; se pincha porque tiene uno o varios problemas muy gordos

¿Qué diferencia barrios populares como el suyo de otros, aparte del dinero?

“Hay cosas comunes a todos. La inteligencia, o la afición por la lectura, por ejemplo, no son en absoluto el patrimonio de una clase social. He conocido a yonquis muy inteligentes; sé de uno al que le hicieron la prueba del cociente intelectual, y sacó un resultado tan alto que asustaba. Y sin embargo, se pinchaba… Un yonqui no se pincha porque sea tonto; se pincha porque tiene uno o varios problemas muy gordos. Además, en ese barrio se lee muchísimo”.

¿Qué tiene más peso, la acción o los personajes?

“Los personajes, muchísimo más. Yo no creo tramas elaboradas, ni misterios que hay que resolver, ni hay que encontrar un manuscrito para salvar a la Humanidad. Me voy inventando a los personajes y su realidad ordinaria. Son antihéroes, no en el sentido de fracasados, sino de personas que poseen una mezcla muy peligrosa: tienen huevos, y ya no tienen nada que perder. Son unos mataos que se enfrentan a una mafia que les viene grande; y al final, consiguen algunos de sus objetivos, pero lo hacen a cambio de pagar un precio muy alto”.

¿Hay guiños a personajes célebres y cinematográficos, como El Vaquilla y Perros Callejeros?

“Algo hay, en el tipo de población. A Canillejas, cuando se construyó, llegó muchísima mano de obra barata de lugares como Extremadura y Andalucía, y las casas para ellos se construyeron muy deprisa y de manera barata. No había farolas, ni calzada –cuando llovía todo se llenaba de barro-, ni alcantarillado, no había nada de nada. Había solo un médico, y estaba todo el día borracho. Nuestros padres se deslomaban de lunes a sábado y nosotros, los jóvenes de entonces, éramos bastante guerrilleros y pertenecíamos a bandas, que tenían buenos valores. Pero entonces empezó a entrar la droga, y esas bandas se deshicieron y perdieron sus valores (un chaval que le roba los pendientes a la abuela para comprar droga, ¿qué valores tiene?), y se reagruparon en grupos de dos o tres desesperados que atracaban estancos”.

¿Cómo se refleja mejor un ambiente de violencia barriobajera, desde la primera o la tercera persona?

“Me mola mucho la primera persona; El Pirri, el protagonista, es un tipo que lee, que hace crucigramas y se coge unos pedos tremendos, y me encanta mostrar sus sentimientos desde dentro. Solo hay un par de momentos en los que paso a la tercera persona, porque es necesario mostrar el enfoque de las víctimas, o para seguir mejor la investigación”.

Y así, entre quinquis y yonquis que se enfrentan a mafias que los superan, como David contra Goliat, el autor rinde tributo a los habitantes de un barrio humilde y conflictivo, pero tan fascinante como el Bronx, y demuestra su esencia: una inteligencia y una dignidad que quizá no salten a la vista, ni salgan en medios informativos, ni se vuelvan virales, pero que él ha sabido apreciar y revelarle al lector, y que merecen no una, sino muchas novelas.

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