Ser coherentes con la naturaleza es el principal lema del estoicismo. Una filosofía que ha sido de las más estudiadas por todos aquellos que han buscado alguna vez la receta de la felicidad. De autores clásicos y propiamente estoicos como Séneca o el emperador Marco Aurelio a pensadores fuertemente influenciados por ella como Michel de Montaigne, Montesquieu o Quevedo, la filosofía Estoica no ha estado nunca de estar presente en la historia del pensamiento occidental. Actualmente, el estoicismo sigue influyendo en la filosofía. Se investigan los paralelismos que mantiene con el budismo, se celebra la Stoic Week… y esta filosofía vive un segundo renacer, pues son muchos los que buscan en ella respuestas a un mundo que cada vez se mueve y cambia más rápido y de cuyo desasosiego es difícil escapar. Actitud Estoica no es un manual sobre la escuela estoica, sino una guía para conseguir adaptar el pensamiento estoico a las situaciones y la forma de vida actual. Nacho, ¿qué podemos aprender hoy del estoicismo? Del estoicismo podemos aprender mucho. Destaco, por ejemplo, el volver a recuperar la noción de felicidad como una vida virtuosa que exige sacrificio y disciplina. Una forma de entenderla que implica no pensarla como algo que nos vendrá de fuera. Por otra parte, también señalo la idea estoica de sabernos interdependientes los unos con los otros, de ahí que tengan como principio rector de sus acciones la simpatía y la justicia. ¿No cambiaría nuestra forma de hacer si tuviéramos más en cuenta que nos afectamos recíprocamente? También, su trabajo con la muerte y la dimensión finita del ser humano. Para el estoicismo es fundamental ser consciente de ella. Una vida que tiene miedo a la muerte es una vida que tiende a ser más conformista, en realidad, una vida que le teme a la propia vida. Finalmente, el horizonte de serenidad que buscan y sobre el que construyen diferentes caminos para alcanzarla. La búsqueda de serenidad no es solamente alcanzar cierta tranquilidad, sino que entienden que la serenidad está ligada a la íntima naturaleza humana. Buscarla y, en el feliz caso, alcanzarla implica desplegarse propiamente como ser humano. ¿Cree que está llegando adecuada el mensaje estoico a los lectores actuales? El estoicismo, como cualquier otra disciplina (pienso en tradiciones orientales como el yoga, la meditación o el budismo, etc.), se presenta a través del paradigma de creencias y valores de nuestra época, muy ligados al sujeto de rendimiento, la necesidad de producir y ser activos, la hiperindividualización, etc. Por ello, a menudo, se presenta el estoicismo como una práctica de disciplina que busca inmunizar al ser humano, hacerlo inexpugnable. Si bien hay parte de verdad en ello, esta idea de imperturbabilidad no la busca el estoicismo a través de construir un sujeto independiente, sino todo lo contrario, haciendo desaparecer en el individuo la idea de sí mismo. El estoicismo no quiere que seamos más nosotros, sino menos. ¿Hay que tomar algún tipo de precaución a la hora de aplicar en la actualidad las enseñanzas de autores como Marco Aurelio o Epicteto? Creo que la actividad de pensar y la de hacer filosofía (una actividad abierta a todos) consiste, en parte, en actualizar nuestra tradición filosófica. Por ello, me parece imprescindible ser humildes y valientes y preguntarnos qué nos está diciendo una filosofía de hace casi 2500 años de antigüedad para, a la vez y con voz propia, poderla situar en nuestro presente y contexto. En este sentido, la precaución consistiría en un trabajo de escucha y aprendizaje tanto del estoicismo como, propiamente, de nuestras vidas y contexto actual. La visión del estoicismo era, de algún modo, pesimista, especialmente en su idea de que todo está predestinado y que lo que ha sucedido no podía suceder de otra manera. ¿Es ese pesimismo de fondo el que atrae en una época como la actual, también caracterizada por la agitación social y económica? No comparto que la visión estoica sea pesimista. Parte de la escuela estoica defendía, aunque en realidad le era indiferente, que hay destino y predestinación. Pero, ¿quién puede decir que eso sea positivo o negativo? Hacer este tipo de juicio, hacia un lado o hacia el otro, implica una visión divina que el sujeto humano no tiene porque no puede captar la totalidad. De ahí que, humildemente, se dedicarán a habitar el presente, el aquí y el ahora, evitando hacer proyecciones.
¿Qué podrían aprender nuestros gobernantes de la filosofía clásica? Como decía al principio, me parece fundamental volver a recuperar la noción de virtud. De entender que tenemos a nuestra disposición vivir de una forma excelente, a través de un conjunto de valores. Junto con ello, la idea de que el ser humano no está por encima de la naturaleza, sino que forma parte de ella. Ello nos predispone a respetar nuestro entorno y a tener en cuenta que la naturaleza la conforman elementos ligados unos a otros. Recuperar aquí la idea de cuidado, interdependencia o simpatía me parece fundamental. Hay un conjunto de profesiones que se caracterizan de una forma evidente por la centralidad del servicio al otro. Creo que la política se caracteriza por ser una de ellas. En este sentido, ello demanda desligarse de los intereses de partido o intereses particulares. El estoicismo es una corriente filosófica que promueve el desvincularse de uno mismo, de la importancia que a menudo nos otorgamos. Este gesto me parece fundamental en lo político y muy ausente en nuestro presente. Y como ciudadanos, ¿qué nos recomendarían los estoicos clásicos? ¿Debemos conformarnos? ¿Debemos tratar de mejorar la situación? ¿No provocaría participar en política, por ejemplo, un exceso de inquietud en nosotros? Qué debemos cambiar y qué aceptar es una pregunta que sólo podemos resolver a través de nuestra vida, en nuestro día a día. Sólo a través de la experiencia podemos dilucidar esta pregunta, ya que pocas veces queda resuelta de antemano. Sin embargo, formulárnosla y extenderla a todos nuestros ámbitos, también en la política nos permite hacernos cargo de nuestra vida, responsabilizarnos. Responsabilidad es un término ligado etimológicamente a responder. Como seres humanos tenemos un cierto margen a preguntarnos cómo queremos responder a nuestra propia vida, qué queremos hacer de ella. Puedes comprar el libro en:
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