El vocablo ‘TOTALITARISMO’ está definido, sin ambages, desde hace mucho tiempo como referido a las ideologías, movimientos y regímenes políticos donde un Estado todopoderoso ejerce un poder total y absoluto, sin ninguna fisura, y donde las libertades están muy controladas o no existen per se. «La discusión acerca de que ha de entenderse por totalitarismo es una de las más vivas dentro de la teoría política, y más aún hoy en la incierta deriva de los sistemas políticos alumbrados tras la Segunda Guerra Mundial. En esta obra tan rigurosa como amena, David D. Roberts hace una síntesis de los principales argumentos de este debate, para deslindar y acotar a continuación el concepto centrando su análisis principalmente en la Alemania nazi y la Unión Soviética estalinista como sus manifestaciones paradigmáticas. El autor no descuida que ciertamente ha habido y hay muchos más países -la Camboya de Pol Pot, la Rusia de Putin, el comunismo chino, las repúblicas teocráticas…- que, en mayor o menor medida, se inspiran en estos dos modelos, si bien remodelándolo, e incluso las inquietantes perspectivas que abren las nuevas tecnologías. El objeto del libro, con todo, es establecer un marco riguroso para el concepto, de modo que se puedan entender sus orígenes, evaluar sus responsabilidades, honrar a sus víctimas y apuntar con firmeza a que nunca más se repita». Visto el análisis pormenorizado del hecho, el número de represores de los demócratas crece con un cinismo sin igual, enriqueciendo el número de Estados con esa etiqueta, que nació en el vocabulario de un antifascista italiano en el año 1923. Quizás es preciso dejar claro que muchos de los regímenes musulmanes son totalitarios, y además mancillan el nombre de Alláh-Dios con su presunción, con Arabia Saudita, Irán y Afganistán a la cabeza, teniendo la deshonestidad de indicar que son regímenes donde gobierna la divinidad, y siempre al margen del Islam correcto y decente que lucha por defenderse de ellos; otros como la Cuba del castrismo tiene cadáveres de demócratas como para llenar la isla entera, este hecho está creciendo en toda Hispano-América, con la anuencia de políticos pseudoizquierdistas españoles; porque un modesto servidor defiende que la izquierda española falleció en 1975 , cuando los que estuvimos con mayor o menor intensidad contra el ‘pequeño general del Ferrol’ fuimos orillados por unos autodefinidos de izquierdas, que en lo único que se basaban era en su anticlericalismo visceral, y de este modo y manera, la izquierda ha ido dando tumbos sine die. Detrás de todos ellos se encuentra el deseo de poder y opresión del semejante, imponiendo a los otros nuestro concepto ideológico. “No es difícil explicar porque deberían preocuparnos los fenómenos políticos que con mayor frecuencia se etiquetan como totalitarismo, comenzando por los tres grandes experimentos que surgieron en Europa tras la huella de la Primera Guerra Mundial: el régimen fascista en Italia, el nazi en Alemania y el comunista en la Unión Soviética, en particular tal como se conformó bajo Iósif Stalin en los años treinta del siglo XX. No solo se trataba de algo nuevo, sino que carecía prácticamente de antecedentes, aun cuando, mirando hacia atrás, se pudiera ver un anticipo en la ‘movilización total’ durante la Primera Guerra Mundial, que suponía la coordinación gubernamental de la economía y la manipulación de la opinión pública. En 2000, el influyente intelectual parisino de origen búlgaro Tzvetan Todorov dijo que la aparición del totalitarismo, y su culminación en un largo conflicto con la democracia, fue el acontecimiento más importante del siglo XX”. El final de todo el deseo opresor de los Totalitarismos es pura y simplemente el genocidio, que es la mejor forma y más rápida de acabar con la disidencia, resultado del sumatorio conformado por perturbación psicológica+violencia+terror. Tanto el austriaco Adolf Hitler, como el romañolo Benito Mussolini o el georgiano Iósif Stalin tenían un odio y un rechazo viscerales hacia las democracias de corte liberal. Este autoritarismo no tiene otro remedio que controlar a la sociedad, creando un mínimo espacio para ejercer la libertad, pero su evolución totalitaria ya niega totalmente la libertad individual, y de esta forma le es posible movilizar a la sociedad para que apoye al líder y al Partido único, que se confunden con el Estado; la existencia de privacidad o de tiempo libre son inaceptables, y la mejor forma de conseguirlo es por medio de la coacción. El comunismo genocida estalinista sobrevivió a la Guerra de 1939 a 1945, ya que formó parte de los vencedores, e inclusive consiguió incrementar su prestigio y su poder. La ambición criminal de Stalin necesitaba una expansión de seguridad y, para ello, se fue extendiendo por lo que denominaron como Estados satélites, desde Polonia hasta Bulgaria o Hungría, etc., creando incluso un ridículo régimen pseudodemocrático en la RDA o República Democrática de Alemania. Y cuando el comunismo se iba apagando, con su derrumbe feliz entre 1989 a 1991, tomaron el relevo los extremismos musulmanes o islámicos, que utilizan la degollación de los mahometanos inteligentes y ortodoxos y, además, de a los cristianos que conviven con ellos en esas naciones de Oriente Medio o de Mesopotamia. Existen ocasiones en las que se considera que este término ya podía haberse aplicado al Régimen del Terror creado por Maximiliano Robespierre en la Revolución francesa del Siglo XVIII. Según algunos autores, el Totalitarismo suele ser un fenómeno específicamente secular. “Desde cualquiera de estas dos posiciones, el potencial totalitario podría considerarse agravado por nuevos métodos de vigilancia gubernamental mediante los medios de comunicación social e internet, o mediante la manipulación social a través de la ingeniería genética”. Estamos, por consiguiente, ante un libro o monografía que nos abre todo un panorama, de una forma muy aséptica y nada torticera, sobre todo lo que representó el totalitarismo, y que está de actualidad en regímenes que como el norcoreano, que se ha perpetuado a través de una misma familia. Uno de los principales propulsores del totalitarismo, de corte fascista italiano, sería el filósofo Giovanni Gentile, el cual antes de formar parte del partido de Mussolini (1923), ya aceptaba ese término, e indicaba que era necesario para la autocomprensión del fascismo. Quizás, y ahora me voy a atrever a realizar un diagnóstico médico cierto, pero jocoso, y es que estimo que todas esas personas deben poseer algún tipo de problema neuronal de alteración en el metabolismo de las catecolaminas cerebrales. Incluso se ha llegado a acuñar, por parte de G. Gentile el vocablo ‘Estado ético totalitario’, que es la contradicción absoluta de la terminología, es la antítesis por antonomasia. En suma, es una monografía necesaria para conocer ese fenómeno tan dañino. «Totus aut nihil. ET. Soli Deo Gloria». Puedes comprar el libro en:
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