Accediendo al poder en 1622 sin experiencia de gobierno, el conde duque de Olivares logró dominar la política española y mundial durante veinte años. Desde el instante en que cayó, su figura controvertida ha sido objeto de duras críticas. El aparente balance de sus años de gobierno sería catastrófico, marcando el inicio del eterno declive de España y su imperio. En la valoración del legado de Olivares y su supervivencia mucho más allá del fin de la dinastía de los Austrias, se encuentran las sorpresas de esta obra. Una lección de cómo se hace historia es el epílogo, donde se desnuda definitivamente la autoría del Gran Memorial. En la entrevista, su autor nos ofrece claves nuevas para entender a Olivares. Usted es especialista en el Conde Duque de Olivares, ¿qué aporta su libro a todo lo que se ha escrito sobre un personaje tan controvertido? La Historia, como cualquier otra ciencia social, avanza conforme a las preguntas que se le hacen desde el presente y cada generación contempla el pasado de una manera diferente, haciéndole nuevas preguntas. Cánovas del Castillo abordó el estudio de Olivares buscando los orígenes de la unidad nacional y la construcción del Estado, Marañón quiso analizar a través suyo el fenómeno de las dictaduras modernas y John Elliott observó a través de la decadencia española la propia decadencia del Imperio británico. Transcurridos cuarenta años de la biografía escrita por el historiador británico parecía hora de abordar el estudio del valido atendiendo a dos realidades, la primera es que sabemos mucho más del valido ahora que en 1986, por la sencilla razón de que hay centenares de estudios sobre la sociedad, las instituciones, la economía y la política de este periodo que antes no existían, la segunda razón es que Olivares gobernó una Monarquía global y eso no lo tuvieron en cuenta sus anteriores biógrafos, por eso dedico atención a las políticas desarrolladas en América, África y Asia, sin olvidar Europa, por supuesto. Es el segundo libro que escribe sobre el valido de Felipe IV, el primero fue “La búsqueda de la privanza perfecta”, ahora trata sobre Reforma y revolución en España. ¿Habrá un tercero? Siempre que se escribe un libro quedan flecos, temas que han quedado por desarrollar que darán lugar a artículos, no sé si da para otro libro, aunque hay materia. El tema no está agotado y mi intención ha sido mostrar que hay caminos abiertos a la investigación y que queda mucho por hacer, por ejemplo, estudiar la persistencia del legado del valido en la segunda mitad del siglo XVII dado que la unión de armas no se derogó tras su jubilación, como tampoco las leyes de reforma. Me imagino que lleva toda su vida académica estudiando al Conde Duque de Olivares, pero ¿cuánto tiempo ha tardado en escribir el libro? La verdad es que no llevo toda mi vida académica con este tema. Soy especialista en el estudio de la Italia española y los virreinatos. Fue desde el estudio del gobierno de Nápoles, Sicilia y Milán en el siglo XVII cuando observé que la política de Olivares en Italia nada tenía que ver con lo que se desarrollaba en España. No existían contradicciones sino una mala lectura de sus proyectos y así desde Italia fui interesándome por el valido, publiqué un primer artículo en 2012 y puede decirse que en la última década le he dedicado cada vez más atención. ¿Ha encontrado últimamente documentación nueva? Siempre se encuentra documentación, estamos muy lejos de conocer al completo la riquísima documentación que albergan nuestros archivos. ¿Por qué en estos momentos seguir escribiendo sobre este personaje? ¿Su visión de él es distinta a la de otros historiadores? ¿Por qué? El conde duque de Olivares es una personalidad histórica de gran calado, tradicionalmente se le ha responsabilizado de ser el causante de la decadencia de España y a él se le ha atribuido nada menos que la invención del centralismo español. Como historiador siempre he sentido curiosidad sobre cómo se fabrican los tópicos y cómo se distorsiona el pasado. Cánovas del Castillo y Gregorio Marañón, que fueron quienes estudiaron primero al conde duque, no eran historiadores profesionales y su acercamiento a la historia del reinado de Felipe IV nacía de una preocupación y un interés político, el de definir un modelo de nación. John Elliott era un historiador profesional pero sus preocupaciones también respondían a las inquietudes de su tiempo, su biografía es el retrato de un hombre de Estado y da la sensación de que observa a su biografiado con las lentes de un inglés que contempla en la segunda mitad del siglo XX como su país dejó de ser un Imperio y se convirtió en una pequeña nación europea, un sentimiento que puede apreciar todo el que lee uno de sus últimos libros Imperios del Mundo Atlántico. Mi libro ofrece al lector el análisis que efectúa un historiador español desde nuestro tiempo y desde España, respondiendo a preguntas que muchos de nosotros nos hacemos y de las que no hallamos respuesta en una literatura histórica obsesionada por la decadencia, pero con pocas explicaciones sobre, por ejemplo, como se gestionaba el día a día de un Imperio mundial. ¿Cuál cree que fue su mayor legado? Pese a la pérdida de Portugal y su Imperio (que por otra parte nunca estuvo verdaderamente unido), su legado no fue tan catastrófico como se piensa. La defección portuguesa casi fue un alivio y se aceptó pronto. Ciertamente las derrotas militares hicieron que España perdiera la hegemonía, pero siguió siendo una de las tres o cuatro potencias que dominaban el mundo. La rendición de cuentas de los oficiales de la administración, gobierno y justicia o la vinculación de la concesión de cargos y puestos conforme a los méritos, indican una idea de servicio público que -aunque sea servicio al rey- debe rendir cuentas a la sociedad. Sin adelantar el final de su obra, ¿Olivares fracasó o abrió caminos para que otros continuaran su reforma? Olivares tuvo éxitos y fracasos, no todo se resuelve al 100%, por ejemplo su idea de que todos los estamentos debían contribuir (aunque no por igual) al mantenimiento de la Monarquía le sitúa en el camino de lo que sería el regalismo en el siglo XVIII, su pulso con la Iglesia es uno de los rasgos que más apreciaron en él los ilustrados. “Empatizo poco con sus ideas y proyectos del Conde Duque de Olivares”¿Qué le atrae más del Conde Duque? El personaje no es muy atractivo y creo que estoy muy lejos de los biógrafos que se identifican con su biografiado. Empatizo poco con sus ideas y proyectos. Lo que más me atrae es el lugar en el que inesperadamente se encontró tras la muerte de su tío Baltasar de Zúñiga, dueño de los destinos del mundo, y no es una exageración. De sus decisiones dependían la guerra y la paz en Europa, los precios en China, el bienestar de los americanos, el comercio en el Índico, y un largo etcétera de asuntos que sería largo de contar. En 1622, cuando empezó a gobernar como valido, había una sola potencia hegemónica mundial, la Monarquía española. ¿Es necesario que pase el tiempo para que el análisis de una persona tan influyente y denostada sea más objetivo? Creo que ahora se hace una historia objetiva y en España disponemos de excelentes especialistas que están poniendo al día el conocimiento de este periodo, solo por citar algunos nombres remito a los estudios de José Martínez Millán, Rubén González Cuerva, Rafael Valladares, Fernando Negredo del Cerro, Santiago Martínez Hernández, Carlos J. de Carlos Morales, etc… alguno se molestará si no lo menciono porque son muchos.
¿Con qué figuras históricas recientes compararía al Conde Duque de Olivares? Su mano de hierro podría parecerse a la de… Creo que toda comparación es imposible, lo fácil sería caricaturizarlo como una mezcla de Putin y Trump, pero me recuerda más bien a Margaret Thatcher cuyo programa reformista tuvo éxito, pudo anotarse victorias militares que mantuvieron el espejismo imperial, pero sus políticas no impidieron que Inglaterra siguiera descendiendo por la pendiente de la decadencia. ¿Sus fracasos tienen parangón con las victorias conseguidas? No puede negarse que fracasó, no se construyó la Monarquía Universal que se proponía. Logró reformar la sociedad introduciendo modelos de integridad moral y de moderación, pero esto derivó en fanatismo religioso e intolerancia, no en las ideas sino en la vida cotidiana. Jovellanos atribuye a sus reformas que los españoles no supieran divertirse, con ello, como daño colateral, agostó el Siglo de Oro. Reformó costumbres, persiguió la corrupción, creía que el mérito era la única manera de obtener un cargo… Suena a valores que podrían venir bien en estos momentos… ¿las medidas que adoptó reformando la administración podrían aplicarse ahora con resultados similares? Espero que no. Esa integridad recuerda a lo peor del puritanismo, a la rigidez y la estrechez de miras. Hay que tener mucho cuidado con los discursos moralistas y con la persecución de la corrupción porque puede acabar con otras cosas, no sólo con la alegría de vivir sino -en nuestro siglo XXI- con la democracia. La mano dura con los corruptos puede conducir a una situación como la del final de la República de Weimar, puede ser un argumento empleado para alcanzar fines ilegítimos, no lo olvidemos, Olivares ha permanecido en la memoria colectiva como tirano y no sin cierta razón. Olivares accedió al poder sin experiencia, ¿la historia se repite y tendemos a cometer los mismos errores? Era otra sociedad y tenía otros valores. Si elegimos mal o bien a nuestros gobernantes es cosa nuestra, en el siglo XVII el poder lo acaparaba un pequeño grupo de familias de la alta nobleza, el nacimiento y la sangre decidían mucho. El único paralelismo es que en una Monarquía el rey lo es desde la cuna, Marañón vio un claro paralelismo entre Alfonso XIII y Felipe IV, por suerte no es el caso de Felipe VI. ¿El autor se muestra claramente a favor del legado de Olivares…? No y espero que los lectores no saquen esa conclusión. Repito que su legado tiene luces y sombras, la ventaja de la Historia frente a otras ciencias sociales es que nuestro objeto de estudio es el pasado, podemos analizar las consecuencias de las decisiones, reconstruir los hechos y sacar conclusiones sobre los datos. En las condiciones de la España del siglo XVII Olivares pudo no haber tomado decisiones correctas, pero hoy no podemos censurarle por ello como tampoco elogiarlo. Fue un personaje contradictorio, obsesionado con la opinión y con la memoria de su mandato, le preocupaba la posteridad y el legado que él quería dejar y por el que quería ser recordado era haber contribuido al triunfo del catolicismo en un mundo gobernado por la Casa de Austria. Un legado inasumible. Puedes comprar el libro en:
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