"Los días felices" narra la historia de Ayla, una joven que lo tiene todo en contra. Tiene dieciséis años, es inmigrante, se gana la vida boxeando y, por si fuera poco, debe cuidar a su padre enfermo de alzhéimer. La irrupción de alguien de su pasado la obligará a tomar parte en un peligroso juego de favores, deudas y engaños. Además, propiciará el reencuentro con Mascarell, un desastroso detective embarcado en un encargo de lo más peculiar. Benito, peleas clandestinas y redes de explotación de mendigos, ¿cómo ha sido el trabajo de documentación para adentrarte en asuntos tan turbios? Ha sido extenuante. Las redes de tráfico de personas operan de una manera despiadada y sus víctimas, para variar, son los más desfavorecidos, los que no tienen manera de defenderse. El proceso de documentación me ha llevado a lugares muy oscuros en los que abunda lo peor de la condición humana. Después de eso, resulta imposible regresar a tu rutina, a los “problemas del primer mundo”, y hacer como si nada. ¿Hubo algún momento en que te plantearas —por decisión propia o por recomendación— no continuar indagando? La idea de abandonar ni se me pasó por la cabeza, pero sí que me sucedió algo: tenía planeado acudir a una velada de boxeo ilegal y, en el último momento, alguien me dijo que no lo hiciera. Que sabían quién era y no me iban a recibir con los brazos abiertos, precisamente. No pude ir y me vi obligado a confiar el relato a participantes y víctimas de ese negocio. ¿Es posible disfrutar de “días felices” tras haberse metido tan a fondo en la realidad más repugnante? Incluso en el pozo más profundo y en los lugares más oscuros es posible encontrar esperanza. Hasta los menos afortunados encuentran cada día motivos para no rendirse. Por eso sigo levantándome cada día, si no con una sonrisa, al menos con cierto grado de confianza en que las cosas pueden y deben cambiar. Si ellos no se rinden, sería muy mezquino que yo lo hiciera.
Los capítulos de Los Días Felices pueden leerse en diferentes órdenes, ¿qué cambia hacerlo de una u otra manera? Se trata de un pequeño experimento, un desafío que propongo a los lectores. Los Días Felices puede leerse de la manera tradicional, esto es, desde la primera página hasta la última, pero también puede leerse según un orden alternativo que propongo al comienzo de la novela. Si bien la historia es la misma, la percepción del lector cambia de forma sustancial con esta lectura alternativa, al tener constancia de ciertos hechos y consecuencias de la trama. Eso hace que la lectura sea algo más profunda y permite que los lectores reaccionen de forma diferente ante ciertos acontecimientos. Me he divertido mucho con este experimento y los lectores se lo están pasando en grande con este desafío. Ayla y el detective Mascarell vuelven a cruzarse en esta nueva trama, ¿se convertirán quizá en protagonistas de una saga? Ayla y Mascarell bien podrían terminar sus peripecias en esta novela, pero esa decisión en última instancia no será mía, sino de los lectores. Si me demandan más historias de estos dos personajes, tendré que sacarme algo de la chistera. Cádiz, Frankfurt… ¿será Madrid tu nueva fuente de inspiración, ahora que es tu ciudad de residencia? Probablemente. Me gusta explorar, mirar a la ciudad con ojos de escritor y llevármela a mi terreno. Me ha funcionado en Cádiz y Frankfurt, y no estoy cerrado a explorar otras posibilidades. Puedes comprar el libro en:
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