El certamen, que celebra este año su XX aniversario, ha premiado esta novela que fabula una serie de encuentros entre unos adolescentes Alonso y Sancho con Miguel de Cervantes; encuentros en los que el escritor les relata sus aventuras, desde su experiencia como soldado hasta su encierro en Argel o su romance con la fascinante princesa Dulcinea. Como El Quijote, la obra de Lalana y Castejón comienza con un manuscrito. En este caso, uno recibido por Rebeca de Longinos, de la editorial Cuadratura, un pequeño sello de Zaragoza que se está yendo a pique. El manuscrito parece tener siglos de antigüedad y contiene un testimonio fascinante: la llegada de Cervantes, cerca de cumplir los cuarenta, a Argamasilla de Alba como cautivo de su ayuntamiento. Es allí donde conocerá a un Alonso de dieciséis años y a un Sancho, que es quien cuenta la historia, de casi diecisiete. La editora se sumerge así en la historia «real» de Alonso y Sancho, los dos jóvenes en quienes están basados los protagonistas de El Quijote. En esta ocasión, las aventuras y peripecias las protagoniza el propio Cervantes, cuya vida no fue menos apasionante, misteriosa y divertida que la de su personaje más famoso. El manuscrito también permite conocer la historia de «la verdadera» Dulcinea, princesa de la Berbería, a la que su padre el rey no deja salir de palacio y para quien los libros, y el propio Cervantes, suponen su única vía de escape. Enhorabuena por el premio. ¿Qué supone, en tu caso sobre todo Fernando, después de una trayectoria tan fecunda, un premio como éste? FERNANDO: Para mí es una sensación extraña. Es como estar completando un círculo perfecto que se abrió hace 40 años con mis primeros premios literarios y que ahora se cierra con este. Claro, yo ya sé que este premio no me va a cambiar la vida, como sí lo hicieron algunos de aquellos, en especial el Premio Nacional; sin embargo, la satisfacción que me ha producido recibirlo compruebo que es la misma de entonces. Siento que, con el Premio Anaya, estoy poniendo un broche de platino a mi trayectoria literaria de toda una vida. Además, los premios compartidos, como es este caso, los disfruto el doble. En cierta medida, me he vuelto a sentir un autor novel. Y eso es estupendo. ¿Cómo y cuándo surgió la idea de este libro? FERNANDO: Seguro que Chus lo tiene más claro que yo. Durante un tiempo, él me daba la lata periódicamente con que tenía una buena idea para una novela juvenil. Yo era muy escéptico porque he pasado por esa situación (un amigo que asegura tener una idea colosal para un libro) unas cien veces y retrasaba el encuentro una y otra vez. Cuando por fin, una tarde, en la cafetería del Teatro Romano de Zaragoza, Chus me contó la base de lo que sería El Manuscrito Sancho Panza, al momento tuve la inmediata certeza de que allí había una estupenda historia, un acierto pleno. Solo era cuestión de encontrar el modo de relatarla con la fuerza y el brillo que requería. Llegué a preguntarme: «¿Cómo es que a nadie se le ha ocurrido contar esto todavía? No puede ser». Solo otra vez en mi vida, veinte años atrás, había tenido esa seguridad instantánea de «esto es un caballo ganador». CHUS: Una noche, ya en la cama, leí en el móvil una noticia sobre Argamasilla de Alba, un pueblo manchego que sostiene frente a viento y marea que Cervantes estuvo preso en una de sus casas. Creo que la noticia decía que se habían localizado pasadizos subterráneos que comunicaban unas casas con otras. Cuando estaba a punto de dormirme, apareció parte de la historia, la de Alonso y Sanchico. La grabé en el móvil y me dormí. Durante los días siguientes la historia fue creciendo. ¿Ha sido complicado el proceso de escribirlo a cuatro manos? ¿Se hace más complicado avanzar u otorga un extra de seguridad saber que se tiene un compañero de viaje? FERNANDO: Escribir a cuatro manos siempre es más dificultoso, largo y arriesgado que escribir solo. Pero, como bien dices, tienes alguien al lado, esa es la diferencia. Alguien que te lleva la contraria, alguien con quien compartir las dudas... Dos cabezas piensan más que una, pero hay que sincronizarlas de algún modo y eso es lo difícil. En general, escribir a cuatro manos tiene más inconvenientes que ventajas, por eso la mayoría de los autores escriben solos. Yo soy un autor raro y, entre mis rarezas está la de prestarme de cuando en cuando a escribir a medias. Eso sí, para que la cosa funcione, hay que poner reglas y yo pongo las mías, que para eso soy el veterano. De modo muy grosero se podrían resumir en: el compañero de turno aporta la materia prima y yo me encargo de encontrar la mejor manera de contar esa historia. CHUS: En mi caso, el extra de seguridad con Fernando como compañero de viaje resultaba muy tranquilizador por motivos obvios. Si Fernando hubiera podido leer mi mente cuando, al principio de todo, me dijo que escribiera una escaleta bien desarrollada, hubiera salido corriendo: en narrativa nunca había hecho nada parecido, partía de una imagen o una idea difusa y me sentaba a escribir sin tener la más mínima idea de hacia dónde iba. Recuerdo haberle dicho a una amiga que el proyecto había acabado antes de empezar por el requerimiento de Fernando de conocer la historia de principio al final. Para mi sorpresa, resultó fácil. ¿Por qué sigue fascinando tanto tiempo después la figura de Cervantes? CHUS: Si naces español te encuentras a Don Quijote y Sancho por todas partes. Cervantes, en cambio se ha convertido en una estatua, un semidiós lejos de la vida de los hombres. Lo que resulta absurdo en un país como el nuestro. A poco que rasques sobre su vida, encuentras la de la mayoría de los españoles a lo largo de nuestra historia, sin su talento, claro. Vivió ninguneado por las élites, dejó la salud en empresas que nada le aportaron y sufrió casi toda su vida penurias económicas. Pero, y, esta es la diferencia, para con el resto de nosotros, de esta vida logró extraer una obra maestra. FERNANDO: Yo voy a negar la mayor: no creo que exista -todavía- la fascinación por Cervantes que sin duda merece. Por supuesto, sí la hay por Don Quijote pero creo que el personaje y la obra han oscurecido a su autor, que merecería ser mucho más conocido y admirado. Pregunta a cualquiera qué sabe de Cervantes más allá de que fue el autor de la mejor novela de la historia. Si Cervantes hubiera sido inglés, se habrían rodado cincuenta películas sobre él. ¿Puede ser este tipo de libros una forma de acercar a los más jóvenes a la literatura de Cervantes y en concreto a El Quijote? CHUS: Creo que la condición de semidiós que disfruta merecidamente Cervantes puede apartar a cierto tipo de lector, no solo juvenil, de la lectura de El Quijote. De hecho, cuando di por concluidas las lecturas sobre la vida de Cervantes, empecé a releer El Quijote y encontré otro libro. No sé si mejor. Realmente, sí lo sé: mucho mejor. FERNANDO: Ojalá, pero lo dudo. Realmente, no es nuestro propósito acercar a los lectores a la obra de Cervantes sino suscitar curiosidad por el propio autor. El Quijote no necesita publicidad. En cambio, de Cervantes, orgullo inmenso de la humanidad, la mayoría de la gente no sabe ni dónde nació. Todos esos que presumen de compartir nacionalidad con Nadal o Fernando Alonso, quizá harían bien en repensar su lista de los españoles más importantes de todos los tiempos. El libro es también, de algún modo, una reivindicación de la literatura de aventuras. Porque nos encontramos con un Cervantes al menos tan aventurero como su personaje más famoso. ¿Echáis de menos que los libros para jóvenes tengan ese componente de la aventura en la actualidad? FERNANDO: Es cierto que la novela de aventuras clásica quizá no pasa por su mejor momento pero, al mismo tiempo, cualquier novela que aspire a seducir al lector ha de ser, de un modo u otro, una novela de aventuras: la acción, el riesgo, las pasiones, el amor, el valor, el misterio, la muerte, la locura... ese es el material. Claro que debe existir la novela social, de denuncia, comprometida y con mensaje (y yo creo haber escrito alguna así) pero, puestos a elegir, como decía Jardiel Poncela, «antes prefiero una novela de tisis (como La dama de las camelias) a una novela de tesis». CHUS: El libro es también, de algún modo, una reivindicación de la literatura de aventuras. Porque nos encontramos con un Cervantes al menos tan aventurero como su personaje más famoso. Creo que hay libros para jóvenes de todos los gustos. Y, en cualquier caso, se siguen reimprimiendo los clásicos de aventuras. Por otro lado, los más jóvenes tienen acceso a una oferta casi ilimitada de diferentes productos. Algunos de ellos con un componente de aventura en su narración, clarísima, como en muchos de sus videojuegos favoritos. Quizás el fallo reside más en la industria del libro, renuente a entrar en nuevos campos (Transmedia) mediante acuerdos con otras industrias. Un personaje especial es el de Dulcinea, que vive también su aventura pero que al final acaba pagando las imposiciones que las mujeres vivían en su época. ¿Cómo surgió la idea de convertirla en una princesa de Berbería? CHUS: Hay que tener en cuenta que Argel no solo era una gigantesca prisión, también sirvió como refugio a personas perseguidas por la justicia, no solo por causas puramente penales, también religiosas. Por ejemplo, una jacetana perseguida por brujería y que acaba llegando a lo más alto de Argel al casarse con su rey...y con el que acaba teniendo una hija, que como la madre tiene un gran hambre de conocimiento. Por otro lado, se sabe muy poco de los cinco años de estancia de Cervantes en Argel. El hecho de que no fuera ejecutado, ni torturado salvajemente después de sus intentos de escapada no se entiende con la explicación tradicional: el descubrimientos de las cartas de recomendación del Duque de Sesa y Don Juan de Austria, que iban a ser usadas a su vuelta a España, seguramente hicieron pensar a sus captores que estaban ante un prisionero por el que se podría pedir un importante rescate, pero esa idea debió acabar siendo desechada al no aparecer dinero alguno del rescate. Sin embargo, como decía, Cervantes no fue castigado por sus intentos de fuga como el resto. Es decir, tenía alguien importante defendiéndole. Y, quién mejor que la hija del rey Por último, nos gustó la idea de que Dulcinea, personaje nacido en la mente perturbada de Don Quijote, se convirtiera en nuestra novela en un personaje real en la vida de Cervantes. FERNANDO: Dulcinea acaba por adquirir dimensión protagonista pese a tratarse del personaje más literario de la novela. Por sí sola, es capaz de ejercer de contrapeso femenino del resto del reparto, exclusivamente masculino (si nos olvidamos del marco contemporáneo que abre y cierra la historia). Personalmente, la princesa Dulcinea es mi personaje preferido y el único al que, deliberadamente, no he querido imaginarle un rostro concreto. Vamos a tener un problema para elegir a la actriz que la encarne en la versión cinematográfica. Puedes comprar el libro en:
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