Galardonado con el Premio de Poesía Internacional del poeta José Antonio Santano, esta joven poeta entra de manera contundente en el panorama de las letras hispanas. Su poemario es casi un recorrido museístico de pasiones, inquietudes, sueños, silencios, miradas. Una cotidianidad como punto de partida que se refleja en los propios títulos (El llanto, la lluvia, la bandera, la mirada, la música, el cuerpo, el azul, la libertad, el silencio, el sueño, la belleza, la justicia, los labios y así sucesivamente hasta completar 26 poemas tan sorprendentes como sugerentes que parecen decirnos que la realidad está llena de pequeños detalles y que hemos de reflexionar sobre quiénes somos y cómo nos relacionamos con nuestro entorno.
Se diría que nuestra autora desea aprovechar todas las posibilidades del negro sobre el blanco y, oscila entre la representación subjetiva que marcaría una influencia formal del expresionismo y también los principios objetivos impresionistas con los indudables aportes de la luz, las referencias al color con cierto destino adverso, sin confusión pero también sin fusión, una sinestésica paradoja que encontramos por ejemplo en el magnífico poema tituado "El verde": "Es una doble vida del paisaje...Es una ideología de flores/que estiran su tallo hacia la luz...Verde que es, al mismo tiempo/renunciar a la esperanza". Mundo de esplendor que parece abocado a su pérdida. Precisamente, este poema está dedicado a Eric Rohmer, como si quisiera desmentir y al tiempo reinventarse, fijar una concepción artesanal y contemplativa y a la vez exigir la capacidad innovadora.
Ciertamente sin Rohmer no entenderíamos la teoría y práctica de la Nouvelle Vague a la que Isabel Hernández-Gil, en cierto modo, rinde homenaje, no solo en citas y dedicatorias (Rohmer, Agnès Varda) sino también en la búsqueda artística de la verdad humana y a su expresión con la mayor sinceridad, con luz natural y exquisito lirismo. Sin duda, el agua es sustancia de la mitología y por ende de la poesía. Un pilar clave de todas las culturas humanas, tejiendo leyendas, fluyendo símbolos, asumiendo que el arte está hecho de agua como fondo y forma. Añadimos igualmente la consideración de lo femenino que permite que nuestra autora relate su poemario casi a modo de secuencias cinematográficas, en "tranches de vie", por entre disquisiciones intelectuales y momentos existenciales, de ahí la necesidad de plasmar el espectro amoroso desde una íntima cotidianidad. Un poemario que enfatiza su dimensión por la esmerada edición de la colección Calíope, la sensata apuesta del Excmo Ayuntamiento de Baena, la sabiduría humanista y generosa solidaridad del impulsor, el poeta José Antonio Santano, la eficiencia del prólogo de Ignacio Elguero, las hermosas ilustraciones de Elyxiu y Alberto Durero, en definitiva, una bella aplicación práctica de humanismo solidario y un sendero renovado para el campo de la crítica literaria.
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