Hoy me acerco a una nueva obra de la editorial Desperta Ferro, que como en todas sus producciones o, cuanto menos en las que a mí me interesan sobremanera, son de un cuidado estético e historiográfico más que reseñables, es decir fondo y forma muy loables y destacables. No obstante, deseo realizar una mínima crítica, precisa, y que estriba en que en la página XX se cita a la malhadada e inexistente Corona de Castilla, ya que SIEMPRE y en todas las condiciones habidas y por haber, la titulación regia es la de CORONA DE LOS REINOS DE LEÓN Y DE CASTILLA o viceversa. Me ha encantado la portada, un cuadro del pintor Ricardo Balaca (1844-1880), precisamente sobre Almansa. «En el verano de 1706, lo impensable se había tornado en realidad. Madrid estaba ocupada por las tropas del archiduque Carlos, proclamado ya como Carlos III. Mientras tanto, Felipe V, de campamento en campamento, esperaba los refuerzos provenientes de Francia, y rogaba fidelidad a los reinos de Andalucía. La Corona de Aragón se había perdido y la situación en la Corona de Castilla [¡Y DE LEÓN!] era muy delicada. La guerra parecía haber alcanzado un punto de no retorno. Un año después, la situación no podía ser más diferente: en el verano de 1707 las tropas borbónicas avanzaban sobre Lérida tras ocupar Zaragoza y hacerse con el control del valle del Ebro, y sitiaban las últimas plazas archiducales del reino de Valencia, con el territorio austracista limitado a Cataluña. En este cambio de tornas fue decisiva la batalla de Almansa, acontecida el 25 de abril de ese año, un choque que cambió el curso de la Guerra de Sucesión española. ¿Cómo fue posible tan espectacular giro de los acontecimientos? ¿Por qué el ejército borbónico fue tan superior en Almansa? ¿Qué factores estratégicos, pero también políticos, económicos, logísticos y sociales sentaron las bases de este triunfo? Este ensayo aborda ese choque crucial para integrarlo en el retrato de un tiempo y de los individuos que lo vivieron, desde el prisionero de guerra al gran financiero, desde el taller donde se montaban los fusiles al gabinete donde se tomaban las decisiones: una historia global y comparada, que recorre esos doce meses que consolidaron a Felipe V en el trono y que cambiaron la historia de España». En el año 1706, las tropas del futuro Rey Borbón habían fracasado, con estrépito, ante Barcelona; además, el propio pretendiente y futuro Felipe V se veía obligado a retirarse hacia las tierras del Rosellón y de la Cerdaña, lo que se puede y debe denominar como la Cataluña francesa. Era claro, y sin la más mínima duda, que los deseos imperialistas y preeminentes europeos del Rey Sol, Luis XIV de Francia, y de su propio nieto, parecían encontrarse sumidos dentro de un insoluble y permanente eclipse solar militar. Además, para agravar más, si cabe, la cuestión del fracaso militar evidente, las tropas del archiduque de Austria, también pretendiente al rico trono de las Españas, y comandadas por el conde de Galway penetraban desde el Reino de Portugal, y se dirigían raudas y veloces en dirección a la capital española, léase Madrid. Esta terrible pinza realizada, con mucha inteligencia por estos enemigos irredentos, que no aceptaban el testamente del último Rey Habsburgo de España, Carlos II "el Hechizado", intentaban dar por finalizadas las hostilidades de aquella guerra de intereses espurios, que habían comenzado ya en el año 1701. Pero, el albur o los dioses Ares y Marte se pusieron, por desgracia para las tierras y las gentes de las Españas, a favor del Borbón, y está dinastía, tan problemática sentó ya sus regias posaderas, ad aeternum, en el trono que antaño fue el de Felipe II o el de Fernando "el Católico", y en este malhadado año-1707, los soldados borbónicos se habían asegurado los ingentes territorios de las Coronas de León y de Castilla; y tras la victoria inapelable en la batalla de Almansa, ya se dirigieron hacia los Reinos de Valencia y de Aragón; Lérida sería conquistada, en noviembre de 1707, y Tortosa, hacia 1708. Tras esta victoria de Almansa, se pudieron aplicar las nuevas y centralistas maneras de gobernar de los Borbones, desarrollando para todos los territorios de las Españas un único concepto relativo a la autoridad regia, con implicaciones globales comunes y ningún tipo de excepción, ni militar, ni política o cultural, ni aduanera. Nacía la España centralizada, con capital en Madrid, y un gobierno fuerte y sin veleidades regionales. El rey-soldado, Federico II de Prusia siempre elogió esta batalla, pero el nombre decisivo que la resolvió a su favor y de su señor Felipe V, sería el inteligente y decisivo duque de Berwick. Este magnate era hijo espurio del último monarca católico de Inglaterra, Jacobo/Jaime II Estuardo, quien sería destronado, de forma inmisericorde, por la revolución anglicana de 1688; aunque, conseguiría escapar con su madre, Arabella Churchill, hermana del brillante militar británico del siglo XVIII: John Churchill, y duque de Marlborough, tan glosado y cantado en diversas canciones y melodías; la más conspicua se encuentra en la genial "OBERTURA DE LA BATALLA DE VITORIA O VICTORIA DE WELLINGTON" de Ludwig van Beethoven (1770, Bonn-1827, Viena); ya les acompañaba un jovencísimo duque de Berwick, de 18 años de edad, quien quedaría ya a partir de entonces al servicio del Rey Luis XIV de Francia. Este militar inglés, pero católico y afrancesado, paradojas de la Historia, se enfrentaría a un francés, pero protestante, Henri de Ruvigni, el conde de Galway, que había conquistado a sangre y fuego la católica Irlanda, de la mano de Guillermo de Orange. "Sin duda, Berwick tenía una doble presión: ante Felipe V, ganar las Españas, y ante sí mismo, mostrarse mejor general que su ambicioso y traidor tío". Durante cerca de un año, las tropas austracistas habían ido sufriendo un profundo desgaste, con derrota tras derrota. Cuando llegaron a Almansa todo se desarrolló muy rápidamente, y en apenas dos horas las tropas francesas y españolas habían aplastado a las inglesas y holandesas. Dos semanas después caían, asimismo, Valencia y Zaragoza; todo ello sería el rápido principio del fin. Rafael Torres (1955) escribe: "Un libro realmente imprescindible, por su exhaustiva documentación y construcción de un relato tan innovador como sugerente sobre la Guerra de Sucesión española. Sin duda, una lectura necesaria para comprender una etapa decisiva en la historia de España y Europa". Coincido con lo importante que es este volumen, para tener una conciencia clara de lo que fue esta batalla, y que forma parte de la letanía estudiada en los colegios de Almansa, Brihuega y Villaviciosa, que fueron los hitos bélicos de esta gran conflagración de intereses, con las Españas como objeto muy apetecido. ¡Estupendo volumen! «Quousque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?». Puedes comprar el libro en:
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