No debe ser casual que Ordine naciera en Calabria, una de las regiones más pobres de Italia. En su pueblo, Diamante, ni siquiera había escuela. Alegorías escondidas en etimologías. ¿De dónde procede el nombre de Calabria? Del griego: 'Kalo-brion' -hago surgir el bien-. ¿Y la palabra escuela? También del griego: 'Scholé'. ¿Cómo se traduce? Como ocio o tiempo libre, para dedicarlo a su antítesis -el negocio-, enseñando a vivir.
Cuando le preguntaron a Aristóteles para qué servía la filosofía respondió que no servía para nada, "porque la filosofía no es servil". Un saber aparentemente inútil: sólo te ayuda a ser mejor, a ser más sabio, a ser libre.
Hoy nos parece un avance que toda la cadena de la enseñanza se oriente a las exigencias tecnológicas del mercado. No cabe mejor educación que la que configure una élite de burócratas hipermonetarizados.
Einstein oponía a ese culto al dinero como único valor la "divina" curiosidad. Gracias a esa divina curiosidad tienes hoy un teléfono con GPS. Inconcebible si aquel sabio para nada no hubiera formulado otro conocimiento inútil: su teoría de la relatividad.
En una entrevista reciente Ordine citó un episodio de la vida de Lorca. Cuando le invitan a inaugurar la biblioteca de Fuentevaqueros, se dirige a la gente de su pueblo con estas palabras: "Si yo estuviera enfermo y pobre en la calle, no pediría un pan: pediría medio pan y un libro".
Lo dijo Montaigne: tan importante como el alimento del cuerpo, es el del espíritu. Se nutre de otro de los axiomas de Einstein: "Sólo la vida vivida para los demás es una vida que merece ser vivida".
'La utilidad de lo inútil' nos enseña lo más útil. A ser un poco calabreses -los que hacen surgir el bien-, a la manera de Nuccio Ordine. Con medio pan y todos sus libros.
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