Ana Deacracia ha publicado con anterioridad Déjame besar la luna en la boca, Rosas para Miss Burke y Como Perséfone ama la primera. Además, es la antóloga de la obra No se van a ordenar solas las cosas.
En las cuatrocientas páginas de Diario de una loca, Ana Deacracia hace un ejercicio literario, que me consta le ha llevado cinco años elaborar, en el que la poesía, el ensayo, la investigación y la defensa de los derechos de la mujer a lo largo de la Historia, se dan la mano para ofrecernos una mirada lúcida sobre los avatares que más de la mitad de las personas que componen el mundo han transitado -y lo continúan haciendo con desdicha, para desgracia de la inteligencia preconcebida o que se le supone a la humanidad-, para llegar a la situación en la que estamos hoy, con diferencias considerables entre unos países y otros, pero, en todos, con mayor o menor sutileza asentados.
Diario de una loca está dividido en tres partes: Trece mujeres, De-ConstrucCión y Reflexiones íntimas de una loca.
En el apartado Trece mujeres, Ana Deacracia dedica un poema, seguido de una pequeña reseña biográfica, a trece mujeres fundamentales y determinantes que conformaron bastiones de resistencia y avances significativos, en lo que se ha dado en llamar la igualdad de género en el mundo. Están incluidas Sylvia Plath, Alfonsina Storni, Emily Dickinson, Marga Gil Roësset, Teresa Wilms Montt, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf, Elise Cowen, Anne Sexton, Marina Tsvetáyeva, Camille Claudel, Artemisa Gentileschi y Frances Burney. Todo un ejercicio de documentación e indagación, de pesquisa, que merecen una atenta y armoniosa lectura, para bañarnos en las negras aguas, ese Leteo, ese olvido a sabiendas por intereses de la masculinidad, verdad, por el que la libertad de los seres humanos y la igualdad y la equidad y los derechos inherentes a toda persona, no importa el género, se han visto sesgados y han transitado hasta nuestros días, cargados con un evidente despropósito y un lacerante horror, además de haber sido invisibilizadas social, política, económica y hasta vitalmente. Porque las mujeres, siempre han sido tachadas de una menor entidad o de poseer menos cualidades que los hombres, si así lo desean, dado que las organizaciones y los sistemas siempre fueron así organizados, y así lo siguen estando en una u otra medida, hasta nuestros días.
De-ConstrucCión viene dividido en cuatro apartados: Mala, con quince poemas. Hambre, con un ensayo introductorio y trece poemas. ¿Sociedad o mentira? con diez poemas, y A solas, con otros diez.
En Reflexiones íntimas de una loca, que supone la mitad del libro y es donde Ana Deacracia viene a sacar sus conclusiones y el lector las suyas, la autora dice: "Siempre hemos puesto en valor la moral y, sin embargo, desde hace milenios fuimos normalizando la esclavitud de la mujer, la mutilación física de todas las formas posibles, la ocultación del cuerpo hasta la extenuación o el manejo de la mente hasta desnaturalizarnos siendo capaces de reglar lo insoportable, incluso el asesinato o la perversión sexual."
Este apartado, profundo y meramente ensayístico, viene a sustentarse en la palabra, la obra y los hechos constatables de mujeres como Berta Von Suttner, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro, María Lejárraga, Carmen Burgos, Clara Campoamor, María Maeztu, Zenobia Camprubí, Victoria Kent, Federica Montseny, Amelia Valcárcel, Sor Juana Inés de la Cruz, Lucrecia Mott, Flora Tristán, Simone de Beauvoir, Rosa Luxemburgo, Celia Amorós, Laura Freixas, Gloria Poyatos, Rosalind Franklin., y un listado apabullante de voces femeninas, que debería azorar a todos los gobiernos del orbe, porque en una u otra medida seguimos sin avanzar lo suficiente en esta materia a pesar de lo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en las Constituciones democráticas, allí donde las hay.
Ejemplos de lo anterior: la imposición del luto, el corsé, la vestimenta, el uso de ácido para quemar la piel, el feticidio femenino, la ablación de los genitales, el achicamiento de los pies, el planchado de los senos, los crímenes de honor.
O quizás, también yo me haya vuelto loco como Ana Deacracia. Cierro esta reseña con una frase de Alfonsina Storni: Mi locura es divina y contagia. Apártate.
Lea el libro, por su interés y el de todos.
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