Me acaban de regalar un título tan atrayente como significativo y me gustaría compartir estas líneas con los lectores que buscan novedades en las listas de los más vendidos.
En alguna ocasión he contado lo interesante que resulta observar a los clientes de las librerías la actitud protocolaria frente al adminículo que van a adquirir. Como si de una liturgia personal e intransferible se tratara, un libro se lee, cierto, pero también se huele y se ojea a la vez que lo hojeamos.
De atrás hacia adelante, sobrevolamos la sinopsis en diagonal, el apéndice nasal penetra las páginas y parece que vamos a espantar el calor, pasando a vuela pluma las hojas, se aspira la fragancia a tinta, a imprenta a material recién horneado, y hasta se "mide" el peso. Tocar, palpar y testar el libro para hacerlo nuestro. Seguro que el interior nos gusta. La enjundia se disfruta después de haber cumplido ese ritual.
Yo suelo acariciar la cubierta de los libros para apreciar la suavidad de esa portada o advertir la rugosidad que ha estampado el diseñador. Todo este preámbulo cuenta y mucho. Cristina Almodóvar, escultora de formación y una gran artista multidisciplinar junto con Bert Daelemans, teólogo de formación y polifacético escritor, se han unido en El susurro de los pétalos (Ediciones Mensajero, Grupo de Comunicación Loyola, Bilbao, 2022) para reflexionar sobre la vida y el arte. La obra conseguida es de una belleza manifiesta y notoria y en sus páginas se entremezclan versos e imágenes, cuadros y párrafos, diseños y líneas, y sobre todo, pétalos, muchos pétalos que configuran el hilo conductor de un contenido preciosista.
Avanzar en su lectura invita a no dejar de hacerlo, a seguir y observar, a mucho más, contemplar y extasiarse con la delicadeza de sus páginas donde se despiertan todos los sentidos: el visual predomina para ceder a un contenido intenso y cotidiano a la vez, conocido y sublime. Palabras e impresiones, contrastes y equilibrio.
De la razón al sinsentido, del impulso a la calma, materia expresiva y creadora. La autora y el autor hablan de magia entre ellos: el lector se sorprende a cada instante, y sonríe o medita y sigue, sin parar. Levedad y contundencia, como un pas à deux, los dípticos se incardinan fluyendo entre lo caduco y lo perenne. Pura plasticidad sin exégesis mutua.
Pura vida evanescente, puro arte convincente. Armonía y desencuentros, relato y miradas, silencios y ruido soterrado, sensaciones y emoción.
Un gran libro para esta primavera.
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