Dados cargados en manos de los traficantes de seres humanos, tapete que conduce a la muerte, a la prostitución, al trabajo en negro, al trabajo sin seguridad social, sin salarios justos, sin sindicatos, al trabajo subterráneo para elevar las grandes torres.
Dados cargados que hacen oídos sordos al llanto de los niños, al llanto de las madres que los dejan avanzar solos para que tengan una mejor oportunidad sin saber si terminarán en una jaula, deportados, puestos a trabajar para ganancia de algunos, sin saber si algún día volverán a verlos, si algún día entenderán el porqué los abandonaron "por su bien", puesto que para ellas, los dados estaban cargados.
Dados cargados en Venezuela, donde más de 7 millones de sus hijos fueron lanzados a caminar sin rumbo, a buscar mejores horizontes en la negra noche; dados cargados en Nicaragua, donde una dictadura a cuatro manos tira los dados para, aves de rapiña, robar las arcas de su pueblo.
Dados cargados en Latinoamérica, donde los alimentos ignoran la mesa de los pobres, donde el trabajo que permite vivir, no sobrevivir, se transforma en una quimera.
Los dados están cargados, no vengan, dice el gobierno en los Estados Unidos, los devolveremos.
No crucen el río, pueden morir ahogados, no crucen el desierto, pueden morir deshidratados y sus cuerpos secados por el sol serán testimonio de que para ustedes los dados están cargados.
Su suerte no existe, los regresaremos al hambre, a morir sin esperanzas, dado que, de esperanza vive el hombre, alguien dijo, un alguien cuyos dados no estaban cargados por la avaricia, por la falta de humanidad, por el hambre, por la falta de oportunidades.
Ansiedad, temor, incertidumbre, se pasea entre millones, 450 mil marchan ese largo camino para llegar a la frontera y pasar, 150 mil esperan en la frontera para pasar.
No vengan, regresen al hambre, repican los dados al chocar con la frontera en este el tapete de la vida y de la muerte.
Millones se levantan, cierran una puerta, y comienzan a caminar por este mundo mientras se escucha:
vengo de muy lejos
huyendo de mi pasado
huyendo de mis recuerdos
huyendo de las cadenas que me aprisionan
el frío desolló mis dedos
el calor arrugó mi piel
la lluvia me impregnó de olor
mi ropa cayó en harapos convertida
al cruzar las aldeas las cocinas me negaban su aroma
los asientos se negaban a cobijarme
el barro envolvía mis piernas
no quiero mirar hacia atrás
temo mirar hacia adelante
cansancio
cansancio me deja el camino
ese que me trae de muy lejos
no me deja reposar
y no me lleva a ninguna parte
Sus dados estaban cargados, la humanidad cerró sus oídos al llanto de los niños, cerró sus ojos a las imágenes de aquellos que encontraremos en las calles mendigando, o al otro lado de las alambradas, sentados, los ojos mirando al vacío, cerró sus narices al olor de la miseria, se puso a orar e hizo rodar la ruleta de la muerte con dos números cargados, el del título 42 en vigencia hasta ayer, 11 de mayo del 2023, que permitía rechazarlos en la frontera, y el del título 8, al que se volvió, aquel que permitió deportar más de 3 millones de migrantes en 8 años.
En el Río Grande una maleta con un niño envuelto en una frazada flotaba al garete sin rumbo conocido; en los caminos polvorientos se escuchan los pasos de los olvidados, esos seres que nos confrontan a nuestra naturaleza de seres humanos.
* Escritor, poeta, dramaturgo y hombre de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en los EE. UU.