Hispania, el concepto político y geográfico inventado por el poder absoluto del SPQR o Senatus Populusque Romanus, no solo llegó a un punto importante de dominio, sino que consiguió que algunos de sus hijos más preclaros, llegasen a la cumbre del poder imperial en la propia Roma; este son los casos que se narran, de forma bastante completa, en este volumen. «Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Teodosio han pasado a la historia como los mejores emperadores de Roma. Todos ellos eran hispanos. Procedentes de las dos dinastías más longevas, la primera dio emperadores de la talla de Trajano, Adriano o Marco Aurelio, que protagonizaron el Siglo de Oro del Imperio. La segunda, la de Teodosio el Grande, fue la última en gobernar unido todo el Imperio. Alberto Monterroso traza, a través de la vida de estos cuatro emperadores, la historia de uno de los periodos más importantes de Roma y aporta nuevas perspectivas que contradicen la tradicional visión historiográfica que ha borrado, casi por completo, la decisiva aportación de Hispania a la expansión territorial, económica y cultural del Imperio». Tras la muerte, por suicidio ayudado, del emperador Nerón, y la subsiguiente y esperada guerra civil o entre romanos, de Julio Vindex, Galba, Otón y Vitelio; los funcionarios hispanos de Roma decidieron apoyar a la nueva dinastía de los Flavios, encabezada por Vespasiano, luego sucedido por sus hijos Tito y Domiciano; y dentro del hecho narrado se cita a Marco Antonio Primo (30/35-81), nacido en la Galia Narbonense, pero de familia ibérica, condenado por el Senado neroniano a causa de haber falsificado un testamento, por lo que fue condenado al destierro, del que pudo regresar tras la muerte de Nerón. Este personaje apoyó, sin ambages, al nuevo emperador Vespasiano; tal como lo indica el historiador Tácito: "Gracias a sus arengas, se habían pasado a Vespasiano las Galias y las Hispanias, que eran las partes más poderosas del orbe". Está claro que este hecho generó, obviamente, grandes ventajas al funcionariado romano situado en Hispania. Desde entonces, las oportunidades se incrementaron, ascensos dentro de la clasista y compleja sociedad del SPQR, cargos militares dentro del belicoso legionariado de Roma y, además, concesiones económicas y tributarias sin cuento. "Para escalar hasta los puestos más elevados, se servirán de los negocios millonarios, las contratas estatales, las grandes fábricas de ladrillos, el latifundismo del aceite y el vino o la riqueza de aquellas minas proverbiales. Y, con la conjunción del impulso político y económico, llegarán a ocupar los mejores cargos, patriciados y honores". Durante una decena de años, los senadores Nerva (cónsul en el año-90 d. C.) y Trajano (cónsul en el año-91 d.C.) apoyaron, sin ambages, a la dinastía de los Flavios, pero, cuando llega al trono Domiciano, en cinco años la situación cambia, y el aire político y social se enrarece, ya que el último de los Flavios se transforma en un psicópata y, consiguientemente en un tirano, tal es así que como dueño absoluto de Roma se autocalifica como SEÑOR Y DIOS, ha condenado a muerte incluso a miembros de su familia; y, desde el punto de vista militar, es un fracaso absoluto para la conquista de la Dacia. "Precisamente la actitud de Domiciano, como la de Nerón o Cómodo antes y después de él, es de un despotismo intolerable. El último de los Flavios ha tomado el camino del absolutismo y el endiosamiento. Desencadenará la reacción del senado y su fin será el mismo que el de Nerón". La única solución para Roma es la relativa a que aparezca una nueva dinastía, y así será. Será la de los Antoninos, cuya forma de gobernar se fundamentará en una forma estoica e intelectual de hacer política; son emperadores cultos y con un importante componente religioso inmutable o estoico. "El caso más paradigmático es Marco Aurelio, el rey filósofo, símbolo de aquellos gobernantes que favorecieron la justicia y la libertad, todos excepto el último: Lucio Aurelio Cómodo, un nuevo Nerón, un nuevo Domiciano, con vicios viejos como el de la tiranía". Por todo lo que antecede, todos ellos, salvo Cómodo que será asesinado por déspota y tirano, morirán en la cama, y dejarán un poso importante y muy positivo en la memoria de los romanos. Todo ello se fundamenta en el estoicismo político. Tras el primer emperador, un valetudinario senador llamado Nerva, vestirá la púrpura imperial un hispano, nombrado como hijo adoptivo por el susodicho, se llamará Marco Ulpio Trajano; será el historiador Dión Casio quien nos lo defina como hispano e indígena, sensu stricto. "Así Trajano se convirtió en césar y después de esto en emperador, aunque Nerva tenía algunos parientes de su misma sangre. Pero este hombre consideró que la salvación del Estado estaba por encima de la consanguinidad. Y en ningún momento le pareció mal adoptar a Trajano por el hecho de que fuera hispano, y no itálico o hijo de itálicos, puesto que nunca antes ningún hombre de otra nación había alcanzado el trono de Roma. En lugar de eso, creía que había que tener en cuenta la virtud de una persona, no su patria". El influjo hispano es tan importante en Roma que, cuando el emperador nato en Cartago, Septimio Severo, suba al trono de la Loba romana, tratará de eliminar a los clanes hispánicos que tanto predicamento tenían en la urbe capitolina y en el Estado en general. La época de Trajano se denominará como el máximo periodo de esplendor de Roma, es el Siglo de Oro, esta en el siglo II d.C.; mientras que la de Teodosio, ya del siglo IV d.C., se dividirá en dos, buscando el necesario pragmatismo para la conservación del concepto romano y lo que representa, sus hijos serán los titulares: Honorio y Arcadio, el primero para el nuevo Imperio romano de occidente, cuya capital estará en Roma o en Rávena, y el segundo para el Imperio de Oriente con capital en Constantinopla y que será el bizantino. Es necesario conocer el panegírico del galo Latinio Pacato Drepanio (siglo IV d.C.) sobre el susodicho emperador Teodosio. "Todo lo que por doquier se elogia solo a Hispania se debe. Ella engendra a los soldados más duros, ella a los generales más expertos, ella a los oradores más elocuentes, ella a los poetas más ilustres, ella es madre de jueces y príncipes. Ella nos envió al emperador Trajano; ella nos envió a Adriano, y gracias a ella te tiene el Imperio a ti (Teodosio)". Claudio Claudiano (¿Alejandría?, ca. 370-Roma, ca. 405) identifica a Teodosio como descendiente de Trajano, y estima, sobremanera, a la dinastía ibérica: "VLPIA PROGENIES, IBERA DOMUS". Estamos, por consiguiente, ante un libro muy interesante, que nos ilustra, con la abundancia argumental precisa y necesaria, sobre el influjo que tuvieron los emperadores hispanos en Roma, con un comportamiento ético e intelectual muy superior, y, sobre todo, con los análisis correctos y pormenorizados que realizaron los historiadores de la época imperial romana sobre ellos. Además, de inaugurar una nueva forma de gobernar, que enalteció al propio Imperio de Roma, el cual nunca llegó más lejos de a donde le condujeron las conquistas del más grande de todos ellos, Marco Ulpio Trajano. Me encanta, como historiador, esta obra muy variopinta. «Si fas endo plagas caelestium ascendere cuiquam est mi soli caeli maxima porta patet». Puedes comprar el libro en:
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