De todos ellos, al cabo de casi una década, cuando aparezca en la región la primera expedición de Hernán Cortés, solo seguirán con vida el seminarista Jerónimo Aguilar, que se incorporará a la expedición como traductor, y Gonzalo Guerrero, el cual, teniendo ya hijos y habiéndose casado con la princesa Za´asil, permanecerá en su nuevo entorno y se identificará con él hasta el punto de luchar, más tarde, contra los propios españoles. ¿Quién era este hombre al que sus compatriotas llamaron "el renegado"? ¿Cómo logró integrarse en el enigmático universo de los mayas? ¿Cómo vivió esa transformación? En responder estas preguntas se centra "Guerrero" (Algaida, 2023), la última novela de José Ángel Mañas. ¿Cuándo comenzaste a interesarte por la historia de la conquista? Mi primera aproximación al género histórico fue con El secreto del oráculo (Destino 2016). Una recreación de la conquista de Alejandro Magno. Esa novela fue importante porque me indicó el camino que no quería recorrer. Fueron tales las complicaciones con las fuentes y la geografía, que me juré a mí mismo que si reincidía en el género no me saldría de la historia de España, con fuentes que me fueran idiomáticamente accesibles y geografías conocidas. Y lo cumplí. En el año 2016 Pedro J. Ramírez me pidió que recrease, para el periódico El Español, el año 1936 día a día, cosa que hice. Fue mi segunda experiencia con el género histórico. Y habiendo tratado el 36, la otra gran fecha de la historia de España era 1492. Siempre me ha parecido absolutamente crucial, para entender lo que es España, conocer lo que sucedió en América durante la primera mitad del siglo XVI. No se puede entender España sin hablar de América, y no se puede entender América sin hablar de España. Dediqué cuatro años a escribir Conquistadores de lo imposible (Arzalia, 2019), y creo haber llegado a tener una buena visión panorámica de lo que sucedió. Ahora que eres ya casi un especialista, ¿cómo valoras la visión y la memoria que tenemos en España de nuestro pasado colonial en América? Pienso que hemos sufrido mucho de la visión que otros países han impuesto sobre nosotros y que no hemos valorado lo suficiente nuestro pasado. Decía López de Gómara que el descubrimiento de América es el hecho más importante de la historia de la humanidad, después del nacimiento de Cristo. Estoy bastante de acuerdo. Que de repente apareciese un continente entero, prácticamente una cuarta parte de la Tierra, que hasta ese momento permanecía ignota, ahí en mitad del océano, es algo que todavía me deja ojiplático. La colisión entre los dos mundos fue brutal y sangrienta, por supuesto. Pero que haya sido brutal y sangrienta no quita que haya sido un hito en la historia de la humanidad y que España -la Corona de Castilla, si no queremos ser anacrónicos- fue la protagonista absoluta. En cuanto a la colonización española, me parece que hay motivos de sobra para reivindicarla aunque solo sea en términos comparativos. No hablo ya del mestizaje y de las cosas que España aportó a América -que aunque solo fuese el idioma y la cultura europea ya sería extraordinariamente importante-, sino de la reflexión intelectual que se llevó a cabo. La controversia de Valladolid me parece un hito en la historia intelectual moderna, y la legislación española estuvo varios cuerpos por delante de otros países colonizadores. No hay más que comparar las nuevas Leyes de Indias con el Code noir de Luis VIX, y es solo un ejemplo. La reflexión política del padre Vitoria y la escuela de Salamanca -que es la que permite que exista Las Casas- tiene también una importancia absoluta y a uno y otro se les puede considerar pioneros en la defensa de los derechos humanos. No es baladí que la Sala del Consejo de la sede de la ONU en Ginebra lleve el nombre de Francisco de Vitoria. En definitiva, hay elementos más que suficientes para defender, insisto que comparativamente, la colonización hispana. Pero, por supuesto, no podemos juzgarla con la mentalidad de nuestros días. En esta novela te centras en un personaje, Gonzalo Guerrero, que de haber sido estadounidense tendría ya varias películas y sería todo un mito. Sin embargo, para el público español tengo la sensación de que no es muy conocido. Tienes toda la razón, y es una pena. En la conquista de América hubo personajes increíbles y de todo tipo. Conquistadores como Cortes, Pizarro o Almagro, sí, desde luego; pero también exploradores como Núñez de Balboa, Orellana o Cabeza de Vaca, e intelectuales como Francisco de Vitoria o Las Casas. Gonzalo Guerrero es otro personaje a añadir a la lista: el primer español que se aculturó y se integró en la cultura de los mayas, y que llegó a casarse con la princesa Za'asil, con quien tuvo hijos, y a ser Nacom, el grado militar más elevado de los mayas. Pero no es solo eso; es que además este hombre llegó a América con cuarenta años y antes había estado casi veinte sirviendo al Gran Capitán en Italia y, previamente, en la guerra de Granada. Esa relación con el Gran Capitán es lo que a mí más me ha fascinado. No sé hasta qué punto pudieron estar cerca el uno del otro -Guerrero no tenía rango suficiente para que se le prestara atención- pero lo que está claro es que Gonzalo Guerrero, como arcabucero, tuvo que aprender mucho de Fernández de Córdoba y ese conocimiento bélico es el que luego traspasó a los mayas. Yo juego con eso, en la novela, al decir que llegó a ser "el Gran Capitán de los mayas". Fue un trasvase cultural importantísimo. ¿Cuáles han sido las fuentes principales que has empleado para documentarte sobre este personaje? El trabajo ha sido muy complejo. Tiras de donde puedes. De entrada, los cronistas españoles de la época, como fray Diego de Landa y su Relación de las cosas de Yucatán o López de Cogolludo y su Historia de Yucatán. De historias clásicas de la conquista como la de López de Gómara o la de Bernal Díaz del Castillo, que es una maravilla. Especialistas de la civilización maya como Sylvanus G. Morley. Recopiladores de cronistas de las culturas precolombinas como Nicolau d'Olwer. Textos mayas que han sobrevivido al paso del tiempo como el Popol Vuh, y autores como José Alcina Franch, que ha estudiado los mitos y la literatura maya. El viaje a Yucatán de Stephens. Y otras novelas sobre Guerrero. Y luego obras sobre el Gran Capitán, por supuesto, también. En definitiva, que uno lee todo lo que puede para aterrizar lo mejor posible la novela en la realidad. Pero es algo complicadísimo. Y, desde luego, uno comete errores. Es casi imposible, con la novela histórica, no hacerlo. En el caso de los pueblos nativos, ¿existen fuentes directas que permitan reconstruir su mundo? ¿O estamos inevitablemente circunscritos a las fuentes proporcionadas por los conquistadores y aventureros de la época? Están los textos mayas que perduraron, muchas veces gracias a los misioneros españoles, como los Libros de Chilam Balam, etcétera. Luego revistas de arqueología, etnografía, antropología... Intentas salirte de las fuentes españolas, pero es difícil. Los primeros que entraron en contacto con los mayas fueron los españoles y sus testimonios son los que más me interesaban, visto que estaba escribiendo sobre uno de ellos. Pero pasar del otro lado era la dificultad principal. De hecho, me parece una de las novelas más complicadas que he escrito, por lo lejano que nos queda, desde Europa, el universo de los mayas. En todo caso, para mí ha sido un reto y espero haber logrado escribir una novela amena y a la vez instructiva y enjundiosa. Tu narrativa se mueve entre textos más contemporáneos y textos históricos como este. ¿Qué te ofrece cada género? Siempre digo que me interesa la realidad social en la que vivo y que a veces la miro de frente (novelas realistas) y a veces por el retrovisor (novelas históricas) y a veces también a partir de un futuro hipotético (novelas de ciencia ficción como mi serie La experiencia U-feeling). Son tres maneras de abordar la realidad y cada una tiene, eso sí, un tono propio. El realismo tiende a ser crítico con la realidad; el género histórico tiende a la melancolía; y la ciencia ficción pide cierto gusto por la especulación sociológica. Inevitablemente, cuando uno adopta uno de estos prismas hay una cierta atmósfera que se apodera de ti. Cada género atrae a un tipo de lector y a un tipo de escritor determinado. Tu cuerpo creativo, en mi opinión, va cambiando según cambias de género. El hecho de que no sea fácil encasillarte en un tipo de literatura, ¿crees que te puede perjudicar a nivel comercial o mediático, incluso despistar un poco a los lectores? Puede ser. Pero el modelo que yo tengo es el de los realizadores de cine. A nadie le sorprende que un Ridley Scott sea capaz de rodar obras maestras de la ciencia ficción como Blade Runner o Alien, y luego se descuelgue con una película sobre gánsteres de Chicago como American Gangster, y te haga también una de romanos, un Gladiator, y otra sobre los cruzados. Uno procura crecer y escribir muchas escenas para ir mejorando, poco a poco, como novelista. Me gustaría llegar a ser un maestro de la novela, y eso es algo muy difícil. De todas formas, la alternancia entre realismo y novela histórica ha sido algo muy habitual en la historia de la literatura. Galdós pasaba con mucha facilidad de sus novelas contemporáneas a sus Episodios nacionales; Tolstoi, de Ana Karenina a Guerra y paz; y hasta Flaubert, después de Madame Bovary se cascó una novela de cartagineses preciosa como Salambó. ¿En qué estás trabajando ahora? En ¡Berenguela!, el cierre de una trilogía sobre la Reconquista que empecé con ¡Pelayo! y continué con ¡Fernán González! Esa me gustaría publicarla en el otoño o en la primavera. Y al mismo tiempo estoy trabajando en una novela de ciencia ficción que continúe con la saga U-feeling, que también está teniendo un recorrido bonito. Como veis, ¡no me aburro! Puedes comprar el libro en:
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