"El título del libro tiene que ver con que parecía que no había futuro en aquellos años. El ayer es contado con la esperanza y el mañana con optimismo. Se buscaba en aquellos años un mundo más justo y se fue consiguiendo poco a poco. Ahora estoy con otro libro que me han encargado y se titulará, "Aun así, la vida"; un libro sobre mi familia y yo", nos adelanta el escritor que ya tenía publicado un libro de poemas "Letras del sur"; también hizo de negro para su madre y ha colaborado en diferentes libros sobre cine. ¿Qué aporta su libro a la historia de los movimientos estudiantiles de los últimos años de la dictadura franquista? En la novela hablo de algo que está muy silenciado. Algunos de aquellos jóvenes estaban en la lucha armada, pero el movimiento estudiantil iba mucho más a allá. Nadie llamaría terrorista a un partisano. Yo he querido reivindicar una serie de luchas y de personas que han quedado en el olvido. No eran revolucionarios ascéticos que esperaban la revolución. Quería quitar esa aurea de criminal que había. Existía una sensación de cansancio en esa época. Era algo personal. Todo estaba prohibido y no se ha querido hablar sobre ello. Me costó años escribir porque creo que hacía falta un poso de madurez. ¿Cree que en su novela hay un reflejo idealizado de una época que llevo a tantos jóvenes a la droga? Las drogas jugaron un papel rompedor. Como estaba prohibido, pensábamos que eran buenas. Contribuyeron a un cambio de pensamiento, pero lo que creíamos liberador supuso una desilusión, como fue la irrupción de la heroína. La contracultura que nos venía de fuera, la lucha contra la guerra de Vietnam, se usó para desilusionarnos. Lo irreverente se puso de moda. Las drogas se usaban para divertirse. La heroína la regalaban prácticamente en muchas fiestas. Además, en aquel tiempo el país no funcionaba, había demasiadas huelgas salvaje con un montón de horas perdidas. ¿Los jóvenes, siempre están obligados a hacer la revolución? Los jóvenes y todo el mundo tenemos la obligación de cambiar el mundo. Los jóvenes desde luego más. En la actualidad, están más ocupados en su estabilidad, pero no la van a tener nunca. Tienen que estudiar para formarse, no para ganar dinero. Creen que el mundo tiene que seguir unas reglas. Parece que les gusta lo que hay, la decepción llegará después. En su novela, habla de miedo, de brutalidad policial. ¿Lejos de paralizar a los jóvenes era el motor para actuar? Una vez que conseguías vencer el miedo que sentías, sí. El miedo superaba lo meramente físico. El país entero estaba atemorizado. Habían insuflado todo el miedo que podían. Y llega un momento, en que, era tan repetitivo, que era tal el empacho que tenías que decidías romperlo. Poco a poco, lo que era miedo, tuvo el efecto contrario. Era como vivir la última gota de agua que llena un vaso, que lo que desbordaba todo. "En aquellos tiempos queríamos derribar barreras, teníamos un ansia de libertad enorme"Había muchas barreras que derribar entonces. ¿Qué fue lo que unió más al grupo de amigos protagonistas de la novela? Era el afán de derribar barreras. Las ansías de libertad eran enormes. Todos queríamos un mundo nuevo y lo queríamos ya. Habría que recordarlo y actuar igual ahora. ¿Qué papel jugó la música en aquellos movimientos? La música fue muy importante en ese momento, pero en España todavía más. Grupos como Jefferson Airplane eran nuestros favoritos, conciertos como Woodstock o el primero de la isla de Wight fueron todo un paradigma. Nos hacían ver que había más gente que sentía igual que tú. En España teníamos grupos progresivos como Máquina o Smash que ayudaban a la contracultura. No salían en TV porque tenían el pelo largo. Era alucinante. El narrador y protagonista "escribía y hacía cosas de teatro. ¿Cuánto hay de Benito Rabal en esta novela? Tiene un marcado carácter autobiográfico. Al principio, no pensaba escribir la novela en primera persona y por eso le puse el nombre Pedro al protagonista; tenía que tener un nombre, pero evidentemente tiene mucho de mí. ¿Cuántos ideales se han perdido por el camino si mira hacia atrás? En mí, ninguno. En la sociedad se han perdido bastantes. Se perdió la batalla. Se podría haber construido un mundo más justo. Ideales quedan, pero están menos presentes. Se los machacan.
¿Qué cosas cambiaría si pudiese retroceder? Siempre he creído que había que respetar la belleza más que lo práctico o tangible. Soy muy partidario de la belleza en todo, pero creo que lo único que te sirve en la vida es la poesía. Cambiaría más en la educación para que rozase la belleza. ¿Cómo ve a la juventud actual? ¿Serían capaces de luchar como tantos hicieron entonces? Veo a los jóvenes demasiado pragmáticos, investigan poco. Las nuevas tecnologías están muy bien por una parte, pero el mundo no ha comenzado con la tecnología. Están volcados en la técnica: la composición por la composición. Tienen que intentar ser mejores personas. Están muy mediatizados e investigan poco. El boom de las series es un boom mercantil. Las historias necesitan tener su tiempo. Arrancan arriba, luego es un aburrimiento y vuelven a subir, a estar en alto para engancharte. Hay muchos adjetivos en los bestseller, descripciones históricas como Galdós ya no se dan. Se está mucho más preso del mercado que de otra cosa. En su relato no hay muchos claroscuros. ¿Lo negro era tan negro y lo blanco era tan blanco? Sólo hay un personaje al que se le ven muchas perspectivas. Solo Rafa es un personaje un poco gris. En los malos no entro muchos, no me apetecía mucho escribir sobre ellos. Reflexioné mucho sobre el tema porque me encanta el malo de Novecento, pero es quizá demasiado malo. Muchos piensan que el fin justifica los medios, eso ¿vale para todos por igual o sólo cuando queremos justificar algo? El fin no siempre justifica los medios. Quitar la vida a alguien no tiene justificación. Aprovecharse de los otros no es de recibo. Si haces algo deshonesto, y más contigo mismo, no tiene justificación. Aunque Benito Rabal nació en Madrid, vive desde hace muchos años en Águilas. Tiene cuatro hijos y dos nietos, pero "cada uno está por su lado", dice. En la población murciana es inmensamente feliz, "vivo rodeado de primos. Una mujer extranjera me llamó señor Primo porque todos me llaman aquí primo", recuerda entre risas. Como hemos anticipado está escribiendo una novela basada en su vida y en su relación con sus padres y el cine. En Águilas ayuda a diversas asociaciones. "He impartido talleres de cine y hecho algún corto sobre la salud mental. Es un tema que me preocupa. Hay demasiados suicidios y apenas se habla de ellos. No es nuevo ahora, pero parece un tema tabú. En una de las fundaciones para la que trabajo están involucradas en el tema. Nadie se quiere matar, lo que quieren es dejar de sufrir, para eso hay que hablar mucho", concluye el cineasta que confiesa que su casa está abierta a todo el mundo. "Nunca cerramos las puertas". Puedes comprar el libro en:
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